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El miércoles por la mañana, Dul estaba en pijama, delante del ordenador, apuntando

frenéticamente en su libreta la información de las nuevas propiedades que había descubierto y que quería visitar en los próximos días. Llevaba dos días trabajando desde casa. Le había dicho a Chris que lo pensaría y no podía hacerlo viéndolo por la oficina. Necesitaba marcar distancia, tener un poco de espacio y tomar algo de perspectiva. Y la verdad, no lo estaba consiguiendo. A pesar de

que lo intentaba, no conseguía poner en orden sus pensamientos. Iba de uno a otro dejándose llevar

por los sentimientos contradictorios que la atormentaban y en lugar de llegar a una conclusión, se sentía cada vez más perdida. Por lo menos el trabajo iba bien. Había vendido su primera casa y estaba emocionada por la buena comisión que recibiría por ella. Le permitiría pagar algunas facturas e incluso ahorrar para unas pequeñas vacaciones con su pequeño.

Miró la pantalla y el aviso de una nueva propiedad en venta entró en su bandeja de mensajes.

Aquella aplicación de localización de propiedades le resultaba de gran utilidad. Echó un vistazo

rápido y vio que se ajustaba al tipo de vivienda que buscaba Chris. Suspiró, la apuntó y decidió ir a la cocina a por otro vaso de zumo cuando el timbre de la puerta la sorprendió. No esperaba visitas aquella mañana y, aunque Lein había salido con Mickey a dar un paseo por el parque, tenía su propio juego de llaves, así que fue hasta la puerta y preguntó con cautela antes de abrir.

—¿Sí? ¿Quién es? —preguntó sin abrir.

—Perdone, soy el detective Eduardo García, estoy buscando a Lein, a la señorita Hudson —dijo

un hombre al otro lado de la puerta. A Dul le pareció percibir cierto nerviosismo en su voz.

Dul sintió inmediatamente una gran curiosidad y abrió la puerta. Ante ella se encontró a un

hombre joven de unos treinta y pocos años. Muy atractivo. Sabía que había visto a su amiga en un

par de ocasiones, pero Lein no le había contado mucho sobre él y ahora que lo pensaba, eso era

extraño. Lein tenía siempre un comentario sobre todo el mundo. Hablaba y hablaba y se expresaba

absolutamente de todo. Eso hizo que su curiosidad sobre aquel hombre se acrecentase.

—Pase, detective, soy Dulce Espinoza , la amiga de Lein.

—Gracias —le dijo él y pasó junto a ella.

Dul lo observó, era un hombre guapo. Con unas facciones exóticas y masculinas, y estaba

segura de que su amiga pensaría exactamente lo mismo.

—¿Le apetece un café, un zumo? —le dijo mientras se dirigía a la cocina. El detective la siguió.

—No, muchas gracias. He venido porque necesito hablar con la señorita Hudson —contestó él

mirando a un lado y a otro buscándola.

—Pues no está, salió hace un rato. Tenía una cita con un chicarrón de ojos miel.

—Una cita —dijo él mirando al suelo y por su expresión parecía incómodo y algo avergonzado.

—Sí, una cita. No sabría decirle cuánto va a tardar en regresar, parecía que ambos estaban

dispuestos a disfrutar de lo lindo.

—Bien... no necesito saber más. Me voy, solo venía a devolverle su documentación.

Sirena de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora