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-¡No! Así no, hacia el otro lado.-ordenaba Lázaro irritado con un tono bastante hosco desde su silla de piedra, concentrado en Annete y de vez en cuando en el resto de los vampiros. En estos entrenamientos con frecuencia salía llena de moretones. Le encantaba verla hacer el intento y seguir perdiendo. Sonrió con malicia.
Éste era su tercer día de entrenamiento.
Aunque se le atacaba sin mayor fuerza por miedo a que su apetitosa sangre fluyera y Carmen lo supiera, la chica se llevaba unos buenos raspones. En el fondo Lázaro sabía que no era débil, hasta donde sabía la chica había asesinado a un cazador con experiencia, cercano a Horace y que por lo tanto no era un novato. Carmen la había llevado a él con el propósito de hacerla más fuerte, y estaba funcionando.
El vampiro líder la observó con detenimiento y enfado, entendía completamente las razones por las que los cazadores la querían y sabía que no tardaría mucho para que los otros nidos también comenzaran a buscarla. La mayoría de los refugiados o habitantes del nido la creían una inútil y débil humana pero en el fondo él mismo sabía que dentro de Annete existía un gran demonio y él se encargaría de liberarlo para su propia conveniencia.
En un rincón del oscuro salón, bañada en sudor, vestida con ropa elástica y deportiva, estaba Annete jadeando y haciendo el intento de cumplir con todas sus exigencias.
Repitió los pasos más de una decena de veces pero al final siempre volvía a fallar en algo.
Siempre era igual.
Dan estaba al otro extremo del oscuro salón, tan elegante y distante como siempre, estudiando a cada uno de los presentes. Estaba alejado de todos, sentado en una barra mirando a su alrededor buscando las fallas. Ya había terminado con sus oponentes, en mano traía una copa de sangre de la que bebía mientras observaba las demás peleas. Los miró uno a uno, sus movimientos, sus posiciones. Era todo igual que siempre. Llevaba tantos años haciendo lo mismo, con frecuencia se aburría. Miró a Lázaro desde su elevado trono, parecía inquieto pero ésta vez más de lo normal. Últimamente lo había notado más ansioso de lo común. Siguió la dirección de lo que miraba, era a Annete. Lázaro estaba inquieto desde que ella había llegado. Dan la miró entrenar, pelear. ¿Porqué Lázaro la odiaría tanto? –se preguntaba, dudando de que la joven pudiera ser alguna vez competencia para alguien tan antiguo como Lázaro. Le dio otro sorbo a su copa sin entenderlo.
El vampiro maestro le gritó de nuevo a la chica, era severo con ella. Volvió a gritarle, ella no estaba en la posición correcta, con esa postura para cualquiera sería fácil derribarla.
Dan estudió los movimientos de la chica con curiosidad, se estaba esforzando, pero eso no era suficiente. Miró a los demás participantes, pero sus ojos siempre volvían a ella. La miró otro rato encontrándolo entretenido, diferente a lo que estaba tan acostumbrado.
Una de las inmortales que le habían puesto como contrincante para entrenar la miró burlona y por la espalda la atacó, la empujó y Annete cayó de rodillas al suelo.
Estaba agotada, no le quedaban más fuerzas. Estaba peleando tan fuerte y aún no veía resultados. Para la chica todo esto era humillante pero necesario. Nunca más Horace podría tratarla como lo había hecho, juró. Y además se vengaría por lo que le hicieron a Marie.
La joven le dio la espalda.
Dan lo observó todo, la mayoría lo ignoró.
Annete se quedó tirada y abatida. Con constancia le sucedía. Era emocional ante el fracaso, simplemente se congelaba y por minutos se rendía.
–¡Levántate!–ordenó una severa y a la vez tranquila voz.
Alzó el rostro sabiendo que era a ella, consciente de que ése cuerpo no estaba ahí hace un segundo. Frente a ella estaba el mismo vampiro con el que había peleado la vez pasada, el mismo que la sacó la noche en que todo comenzó.
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Luz Escarlata
Vampire#FinalistaPremiosWatty 2014 Han pasado los meses, perdí la cuenta. Ellos me encerraron en su nido. El lugar es oscuro con olor a muerte, no veo la hora de salir, pero he perdido las esperanzas. La sangre me ha cambiado. Henry, el vampiro demonio qu...