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Limpió su cuchillo y cargó la pistola que traía en mano con dardos rellenos de Paranesis, listo para salir a matar a lo que fuera. Por la forma del arma cualquiera habría pensado que iba a cazar leones o cualquier otra fiera y los humanos estúpidos e ignorantes preferían creer que así era ignorando que había algo peor allá afuera. Aquellos pocos que sabían de la existencia de los inmortales andantes eran considerados locos. No era que no creyeran en ellos, pero preferían no hacerlo.
No iba a colaborar con Horace y menos unirse a su causa, la única razón por la que seguía asistiendo a sus ridículas juntas era para saber si alguno de los otros tenía alguna novedad o noticia de la tal Annete, tan ajena a él desde su nacimiento hasta ahora.
Desde hacía unos cuantos meses no había mucho movimiento, nadie tenía ni idea de la humana. Logan sabía que algo ocurría y hasta llegaba a pensar que los vampiros lo estaban haciendo a propósito con el fin de que su especie lo dejara pasar y pronto hasta olvidar. Estaba más que claro que Carmen no quería que las encontrara.
No sabía lo que haría si encontraba a su hija, no había planeado nada. Pensó en Carmen y fue entonces cuando decidió que tenía que arreglar las cosas de una vez por todas. Hoy odiaba aún más a la inmortal por ocultarle la existencia de la niña.
Justo cuando iba de salida unas finas manos salieron de la nada mientras se dirigía hacia la puerta, la cual abría y daba justo a la puerta del viejo ascensor del departamento que rentó. Las manos lo jalaron hacia sí y le taparon los ojos, eran unas manos suaves y femeninas. Logan consiguió zafarse de ellas y adoptó una posición de ataque mientras preparaba el arma y... encontró el bronceado rostro de Amelia, que sonreía. Se paró frente al sucio ascensor.
—¿Qué estás haciendo aquí?—sorprendido relajó los músculos.
—Hace más de un mes que no nos veíamos, tenía que encontrarte. Le pedí a tu hermano que me dijera dónde te estabas quedando.—la mujer se echó en sus brazos cegándose de la realidad, a él no le había dado tanto gusto encontrarla, en el fondo ella lo sabía.
—¿Joel sabía en dónde estaba?—eso era lo que realmente le importó de todas las palabras que la mujer pronunció. Ésas no eran buenas noticias, seguramente los malditos lo estaban siguiendo. Era de esperarse.
—Te esperé durante más de un mes Logan, ni siquiera llamaste.—dijo Amelia mientras le sonreía anchamente, de alguna manera entendiéndolo y perdonándolo por ello, conocía su trabajo.
Logan no sabía que decir, en su mente estaba la preocupación de que su hermano conociera su ubicación y si Joel la conocía seguramente también Horace, era urgente que se fuera de ahí.
—¡Estoy trabajando en algo importante y te prometí que en cuanto pudiera te llamaría o buscaría pero ahora no puedo!—se excusaba enfadado con ella por haberse entrometido y haber recurrido a su hermano.
La morena puso el dedo índice sobre sus labios callándolo.
—Calma, no te preocupes. Vine porque te extrañaba y quiero estar contigo unos cuantos días. No le dije a nadie más.
Amelia lucía más feliz que de costumbre. Logan estaba a punto de renegar o mandarla de regreso, lo pensó muy bien, no podía hacerle eso, no podía culparla, sabía cuánto lo quería y no lo merecía, además, su casa estaba a más de ochenta kilómetros de ahí. Le besó en la frente tranquilizándose un poco.
—Mañana parto, puedes acompañarme pero tan solo un par de días.—dijo al fin con un suspiro algo cansado.—Conoces mis reglas, nunca preguntes a nadie por mí, no me busques.—advirtió con tono peligroso.
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Luz Escarlata
Vampiro#FinalistaPremiosWatty 2014 Han pasado los meses, perdí la cuenta. Ellos me encerraron en su nido. El lugar es oscuro con olor a muerte, no veo la hora de salir, pero he perdido las esperanzas. La sangre me ha cambiado. Henry, el vampiro demonio qu...