Corrieron a prisa, tan rápido que parecía que se desplazaban con el mismo viento. Anthony era demasiado rápido, el más rápido del nido; por eso lo había elegido como su favorito y posible sucesor al igual que a Daniel, quién era más fuerte. Los dos eran especiales, ambos tenían la capacidad y habían matado mucho a lo largo de los tiempos. Los dos le interesaban y los quería juntos aunque sabía que entre ellos existiera cierta rivalidad, una que por cierto lo entretenía y que divertido siempre veía.
Fuese la que fuese su relación, ambos debían de participar en este plan.
Entraron en la casa. Estaba situada en los barrios bajos cercanos al centro.
Por las calles caminaban varios vagos y delincuentes.
Aquellos rumbos estaban llenos de corrupción y de secretos, por lo mismo, la gente preferiría no acercarse, nadie los notaría ahí.
Tocaron la puerta. Un niño negro vestido con harapos, con los ojos rojos y el rostro inflamado los esperaba en la entrada de la casa. Los dirigió al interior con una inofensiva e infantil sonrisa. Ya los esperaban.
Bajaron hasta el oscuro sótano.
El vampiro estaba sentado en una silla de ruedas de espaldas al escenario. El cuerpo del anciano que antiguamente ocupaba la silla, estaba a un lado en pedazos y le faltaban las manos y piernas. Los visitantes voltearon a ver al niño que los había guiado, en su boca estaba unas de las manos faltantes. Martin se dio la vuelta con todo y silla de ruedas, que antes le perteneció al cadáver, y observó a ambos hombres. Sonrió levantando las cejas mientras dejaba salir los colmillos, mucho más alargados y filosos que los de Anthony y Lázaro, pero no menos fuertes.
Se levantó de la silla y acarició la cabeza del niño, éste pareció ronronear como un fiel animal al que se le premiaba. Martin se acercó a los invitados y abrazó a Lázaro.
Volvió a sentarse.
—¡Qué sorpresa! Hace tiempo que no veía a ninguno de los cinco. ¿Cómo están Frederick, Lisa, Isadora y Carmen?
—Podría decirse que bien.—Lázaro torció la boca, eso estaba a punto de cambiar.
—Por favor tomen asiento.—Les indicó sin dirigirle una leve mirada al rubio que acompañaba al vampiro maestro.
Anthony, arrogante, hizo una mueca sintiendo su desprecio. Él se sentía, si no superior, de la misma categoría que Lázaro.
Enseguida volvió el niño con tres copas llenas de un singular líquido.
—Sangre fresca femenina, y joven.—explicó el mayor vampiro y anfitrión.—La mujer de la casa, de hecho.
El vampiro maestro sonrió de lado.
—Tu papel de anfitrión me tiene impresionado.—halagó Lázaro.—Menos mal no es de niño.
—No, no, no, ése es Henry, yo prefiero la sangre de adulto o adolescentes, no es que sea muy compasivo pero no asesino niños, ya que tal vez algún día ellos puedan ser mis futuros vampiros o comida, según lo decida. Veras,—explicó lento—,existen tres clases de humanos, uno:basura y por lo tanto alimento, dos: candidatos a ser inmortalizados, y tres: enemigos o cazadores. Nosotros no somos humanos, somos una raza superior y dominante. Estamos nosotros y el resto del mundo, no más.
Martin tenía el cabello extremadamente largo y blanco, aunque era joven. Sus ojos eran de un singular y electrizante color azul rey y le hacía falta la oreja izquierda.
Anthony se quedó absorto, viendo aquel ligero hueco que había en el lugar donde alguna vez estuvo presente una oreja.
—Un cazador.—explicó el anfitrión sobándose el hueco leyendo la mirada del rubio.—¡Como los aborrezco!
—Lo mismo podría decir.—Lázaro alzó su copa y brindó con Martin.
—Ahora dime ¿A qué se debe tu inesperada urgencia por reunirnos?—cruzó las piernas, su vestimenta era similar a la de un noble del siglo dieciocho.
Lázaro sonrió con perversidad.
—Es algo interesante, de hecho vengo para hacer un trato contigo.
—¿Un trato?—Martin levantó las cejas estupefacto—A ver, dime.
—Quiero que me garantices un puesto importante en tu nido y otro a mi compañero.—señaló a Anthony.—Yo seré más que un maestro, seré tu consejero y mano derecha y a mi compañero y a mí nos darás a cada uno un numeroso grupo de aprendices para nuestros propios fines, así como una sala a cada uno para entrenar, además de las mejores habitaciones y espacio para las personas que queramos llevarnos al nido con nosotros, tomando en cuenta un acogedor recibimiento hacia los que nos acompañen.
Lázaro y Anthony cruzaron miradas cómplices.
Martin levantó las manos y aplaudió, luego rompió a carcajadas como si fuera demasiado divertido o ficticio lo que pedía.—¿Y por qué les daría todo eso? ¿Qué tienes para mí?—afuera estaba lloviendo y la luz de un rayo iluminó su rostro haciéndolo lucir tenebroso.
Anthony volteó a ver a Lázaro, quien no parecía asustado. La realidad era que a él le atemorizaba Martin y creyó que a su superior también. La única que en lugar de temerle, era temida por el mismo, era Carmen.
—¿Has sabido algo de Henry en estas últimas semanas?—preguntó Lázaro sonriente dejando escapar los colmillos.
Martin negó con la cabeza intentando comprender a donde quería llegar.
—Henry está muerto, Carmen lo mató.—Lázaro intentó sonar seco dándole un rudo énfasis para provocar más emoción.
—¿Qué?—el vampiro de la cabellera blanca se levantó de la silla de ruedas lanzándola y haciéndola trizas endureciendo la mirada.
—Muerto, muerto. ¿Y sabes por qué lo mató? Por su hija.—Lázaro se levantó. Anthony jaló de su manga advirtiéndole que tuviera cuidado con lo que hacía, pero Lázaro no se detendría.—Henry se atrevió a robársela porque quería convertirla en una de ellos, planeaba morderla, estaba a punto de hacerlo cuando intervenimos y Carmen simplemente lo mató.
La manera en que Lázaro contaba las cosas hacía que Anthony sintiera un mayor respeto y admiración hacia su superior, aunque a la vez un miedo e inseguridad que le advertían que debía tener cuidado con él.
—¿Es cierto? Algo había oído al respecto pero no pensé que fuera verdad que tenía una hija y menos que no fuera de nuestra especie.—Martin se levantó y dio vueltas por la habitación.
—Casi... Tiene unas habilidades que ahora están más desarrolladas gracias al entrenamiento que le hemos dado y que Willfredo le dio. Tú deseas ser el líder del nido más grande, pero para eso tendrías que eliminar a Carmen ¿O me equivoco? Pues bien, esta chica es su debilidad, además, hay algo que podría interesarte, algo con lo que tendrás más razones para querer matarlas.
Martin escuchó con atención, la propuesta sonaba seductora y más o menos sabía por dónde iba todo aquello.
—¿Y cuál es?
—La chica es una abominación, tiene la sangre manchada porque el padre es cazador, Logan, se llama.
Martin se paralizó y sus músculos se tensaron, se mordió el labio inferior provocando un ligero sangrado. Dos gotas descendieron hasta el suelo en un hilo rojo.
—¿Cómo lo sabes?—su mirada se perdió lejana.
—Yo mismo la escuché hablando con Annete.—dijo por primera vez Anthony.—Es cierto lo que decimos.
Martin les dio la espalda.
—Carmen es la más fuerte de nuestra especie que ha existido.—señaló Martin de espaldas con voz queda.
—Pero juntos podemos vencerla. Nos uniremos.—Lázaro se paró a un lado de él con la intención de darle una palmada en el hombro sonando tal y como un líder nacionalista queriendo mover a su pueblo. Martin lo esquivó antes de que pudiera posar la mano sobre su fina vestimenta.
—¿Por qué lo estás haciendo?—se centró en sus ojos, analizándolo.—Carmen es tu líder y has estado varios siglos con ella, incluso dicen que para ti es más que eso.—intentó descubrir sus intenciones.
Lázaro retrocedió y volvió a tomar asiento en el sillón de enfrente. Todos eran conscientes de lo que sentía por ella, incluso ella.
—Porque odio a los cazadores y quiero que pague por haberse involucrado con uno, además, creo que ha llegado la hora de cambiar de líder. Los tiempos han cambiado y nosotros con ellos.
A Martin no le importaban sus razones mientras le beneficiaran.
—Acepto tu trato.
—Quiero agregar algo más...—intervino Anthony, ambos vampiros lo voltearon a ver.—La chica, Annete, me la quedaré yo.
—¿Qué? ¿Pero para qué...?—decía Lázaro con hostilidad.
—Ella no me interesa, Acepto.—Martin lo interrumpió.—No tengo ningún interés en aquella sangre impura, quédatela y haz lo que quieras con ella, a mí lo que me interesa es deshacerme de Carmen y derrocarla del trono.
Lázaro refunfuñó.
—Estamos todos de acuerdo entonces.—Lázaro volvió a alzar su copa satisfecho.
—Tendrán todo lo que piden, sólo necesito que me digas exactamente cuántos más se unirán a mi nido para ir haciendo espacio y con una última condición...
—Lo que quieras.—Lázaro miró a Anthony victorioso.
—¡Quiero la cabeza de Logan!
Los vampiros del nido de Carmen intercambiaron miradas confusas más no descontentas.
—¿Puedo preguntar por qué?
Martin les dio la espalda mientras otro rayo volvía a iluminar su rostro, ahora más sombrío.
—Por que fue su hermano quién me cortó la oreja.—llevó su mano al espacio de la oreja ausente.
Lázaro aceptó brindando, también deseaba con ansias lo mismo. La reunión había sido un éxito. No era que Lázaro esperara otro resultado, estaba convencido de que saldría victorioso. Aunque tanto Carmen, como Martin, y como él fueran inmortales, todos deseaban el poder máximo. En su naturaleza estaba el asesinar, no era raro que entre ellos mismos llegaran a hacerlo. El único que siempre se opuso a la destrucción de inmortales contra inmortales, fue Henry y ahora estaba muerto. Nadie podía juzgarlos, todos tenían sus motivos, al final el control y poder es lo que movía a todo líder.
Los planes habían cambiado, así como el jefe.
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Luz Escarlata
Vampire#FinalistaPremiosWatty 2014 Han pasado los meses, perdí la cuenta. Ellos me encerraron en su nido. El lugar es oscuro con olor a muerte, no veo la hora de salir, pero he perdido las esperanzas. La sangre me ha cambiado. Henry, el vampiro demonio qu...