Cuando escucharon la estruendosa música, las mujeres del público gritaron indignadas, comprendiendo que la música significaba el final de la actuación de la humorista.
Por supuesto que todas querían que continuaran viniendo los bailarines, pero mucho tiempo después, cuando ya estuvieran aburridas de escuchar a Marciala y estuvieran listas para dejar que el evento continuara.
Solamente así las espectadoras estaban dispuestas a permitir que se terminara el espectáculo cómico sin causar destrozos en el local.
Jorge Pablo subió al escenario, tapándose la cara con las manos al principio... y luego se volvió de espaldas al público, de modo que Marciala no alcanzó a reconocerlo.
El muchacho se paró lo más lejos posible de la profesora, siempre dándole la espalda al público... y se quedó quieto como una estatua.
Inmediatamente paró la música y las luces de colores desaparecieron, dejando el escenario bien iluminado, pero todo callado y quieto.
Tanto las espectadoras como Marciala quedaron desconcertadas. ¿Quién era este tipo que había salido sin camisa y que se paraba de espaldas al público sin hacer nada?
Las mujeres que llenaban el local pensaron que Jorge Pablo era parte del show de la humorista y no protestaron más. Sólo Marciala sabía que ese desnudista estaba allí para interrumpirla a ella... y decidió que no se dejaría dominar tan fácilmente.
La maestra de escuela no podía ver la cara de Jorge Pablo, pero pudo notar que se trataba de un muchacho muy joven... y pensó que sería fácil confundirlo y avergonzarlo para evitar que comenzara a actuar. Decidió ponerlo en ridículo con algunas bromas pesadas y empezó a molestarlo, sin saber que estaba haciendo justo lo que Jorge Pablo quería que hiciera.
―¿Y este otro de dónde salió? ―preguntó Marciala con voz burlona―. ¡Miren que es atravesado! ¡Sale a bailar y se queda quieto! ¿Qué es lo que te pasa, papito lindo? ¿Estudiaste danza moderna en la escuela militar?
Las espectadoras comenzaron a reírse de Jorge Pablo, pero el muchacho no se movió. Su idea era dejar que Marciala se le aproximara, para que se sorprendiera mucho más cuando le viera la cara de cerca.
Así podría quitarle el micrófono fácilmente y entonces apagaría el audio sólo un momento... y en voz baja le ordenaría a Marciala que se despidiera del público con buenas palabras y que se fuera sin hacer escándalo.
Jorge Pablo esperaba que eso bastaría para asustar a Marciala, pues la profesora comprendería que el muchacho era uno de sus ex alumnos y que la conocía demasiado bien. Jorge Pablo sabía dónde trabajaba ella y además sabía dónde vivían sus colegas, sus apoderados, el director de su escuela y hasta el pastor de su iglesia.
Y si Marciala se negaba a obedecer, Jorge Pablo la amenazaría con ir a hablar con todas esas personas, advirtiéndole que mañana mismo repartiría la noticia en la iglesia y en el colegio. Todos sus conocidos sabrían dónde había estado ella aquella noche... y el montón de groserías que había dicho sobre el escenario.
―¡A ti te hablo, sordito! ―insistió Marciala cuando vio que el muchacho no respondía... y caminó hacia él, dispuesta a hacer que diera la cara―. ¿Qué es lo que te pasa, mi amor? ¿Estás enojadito?...
Jorge Pablo continuó quieto, aunque ya tenía a Marciala parada a su lado. Cerró los ojos para concentrarse en el elegir el momento justo en que debería voltearse y dar la cara, para que pareciera que todo era parte de una rutina bien ensayada.
―¿Por qué no miras al público y nos dices tú nombre, corazón mío? ―pidió Marciala con una voz bastante pesada y burlona, que parecía la voz de una abuela haciendo rabiar a un niñito pequeño― ¿Cómo te llamas, amor?
Jorge Pablo supo que había llegado el momento justo.
Se volteó repentinamente, le quitó el micrófono a Marciala con un rápido movimiento de la mano... y la miró con cara de malo.
Con una sonrisa diabólica, manteniendo el audio todavía encendido, le dijo sencillamente:
―Me llamo Jorge Pablo, tía... ¿Se acuerda de mí?... Yo la conozco hace tiempo.
La maestra de escuela lo reconoció al instante y la sorpresa fue tan grande que incluso llegó a olvidar en donde estaba. Solamente se dejó llevar por la alegría de volver a ver a Jorge Pablo después de tanto tiempo y su cara se iluminó con una gran sonrisa de felicidad por un breve instante... hasta que súbitamente recordó dónde estaba parada y qué era lo que estaba haciendo... y todo lo que había dicho... y el escándalo que iba a quedar en su iglesia y en su escuela cuando Jorge Pablo les contara todo eso a sus colegas, al director, a los apoderados, a los hermanos de la iglesia, al pastor... a sus alumnos... a sus queridos niños de la escuela...
En ese momento la invadió una vergüenza tan grande que su cerebro no lo resistió.
Marciala puso los ojos en blanco y se desmayó, cayendo hacia atrás con una fuerza que hizo temblar el tablado.
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Lo hombres valientes bailan desnudos.
HumorUna noche de parranda, licor y hermosos varones desnudistas... ¡Y todo gratis! Eso es lo que ofrece el honorable diputado Torremora para ganar los votos de las mujeres electoras de su provincia... Sólo que esta vez las mujeres del público se descont...