Yo no sé por qué será que los desnudistas acostumbran bailar con disfraces de cadete naval, de soldado o de policía. Tal vez en otros países las mujeres piensan que los hombres con uniforme son atractivos. Pero allá en la región de Valparaíso... y sobre todo frente a las partidarias del diputado Torremora... No, definitivamente no era buena idea presentarse así.
A esas mujeres no les gustaba nada que tuviera que ver con las fuerzas armadas. Cualquier persona que vistiera un uniforme les recordaba los tiempos de las grandes protestas populares y de lo mucho que ellas habían batallado contra los efectivos de la fuerza pública, el escuadrón antimotines, los carros lanza-agua y las bombas lacrimógenas. Ver un policía sobre el escenario las hizo enloquecer de rabia y ese temible monstruo de dos mil cabezas montó en cólera con ferocidad, se revolvió como una fiera salvaje y comenzó a rugir con voz de trueno:
―¡A-se-sino!... ¡A-se-sino!...
Luego comenzaron a lanzar sobre el pobre bailarín cualquier objeto contundente que tuvieran a mano. Volaron zapatos, botellas, carteras y hasta unas pocas tablas del mesón del fondo, que las más exaltadas lograron arrancar a tirones.
El desnudista tuvo que salir corriendo del escenario y la música quedó sonando sin ningún objeto, mientras las luces de colores giraban iluminando un espacio vacío... y el público seguía gritando con una rabia demencial:
―¡A-se-sino!... ¡A-se-sino!...
Esa fue la gota que colmó el vaso para los desnudistas profesionales. Jorge Pablo llegó al camarín justo a tiempo para ver como Zascha y sus compañeros recogían sus ropas a la carrera y salían corriendo por la puerta trasera del gimnasio, dejándoles el camarín vacío y una turba de mujeres enloquecidas, que gritaban frente al escenario y exigían que les dieran un espectáculo de verdad, sin policías ni militares y con los desnudos completos.
Jorge Pablo sintió que estaba sudando frío y que tenía ganas de salir arrancando él también.
¿Qué iban a hacer ahora? ¿Cómo iban a contentar a las mujeres furiosas?
El muchacho corrió a reunirse con el diputado Torremora y con sus asesores, para informar que todos los desnudistas habían escapado y que ya no quedaba nadie para seguir presentando el show. Obviamente, la noticia no le gustó para nada al parlamentario, que ya tenía los nervios de punta y no necesitaba cargar más problemas encima.
―¡¡Por la puta y la concha de su madre!! ¡¡Pero qué mierda de evento es lo que organizaron ustedes aquí, sacos de pelotas y huevones mamones!! ―gritaba el gran político desesperado, sacudiendo las manos como si tuviera un ataque de epilepsia―. ¡¡No son capaces ni de preparar un cumpleaños para los niños chicos!! ¡¡Son unos imbéciles incompetentes!! ¡¡Unos cabrones de mierda que no saben hacer nada bien!!
―Lo mejor que podemos hacer es mantener la calma ―dijo la secretaria principal, con una voz tan serena que logró aplacar la furia del diputado―. Lo único que nos queda es explicar que se suspende el evento... y pedirle a sus partidarias que se vayan a sus casas.
―Tú... ―rugió el diputado, señalando al joven animador del evento, que estaba escondido en un rincón―. Sal escenario y dile a esas viejas histéricas que se terminó la fiesta y que ahora vamos a cerrar el gimnasio.
―Pe...pe...pero yo... ―tartamudeó el pobre animador, aterrorizado frente a la idea de tener que enfrentar él solo a la masa de gente amotinada.
El Jefe de Campaña lo agarró del cuello de la camisa y lo mandó de vuelta al escenario de un empujón.
El joven animador se paró como pudo sobre las tablas y comenzó a hacer débiles intentos por dominar al público, agarrando el micrófono como un salvavidas en un naufragio y temblando de pies a cabeza:
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Lo hombres valientes bailan desnudos.
HumorUna noche de parranda, licor y hermosos varones desnudistas... ¡Y todo gratis! Eso es lo que ofrece el honorable diputado Torremora para ganar los votos de las mujeres electoras de su provincia... Sólo que esta vez las mujeres del público se descont...