Parte 17: Monstruo al ataque

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Al ver caer a Marciala, el público creyó que eso era parte de la rutina cómica y estalló en una gran carcajada, especialmente por lo natural había resultado la caída.

Jorge Pablo quedó espantado. Él no había esperado una cosa así. Su primer impulso fue arrodillarse y tratar de ayudar a Marciala, pero en ese momento escuchó que el público se estaba riendo y comprendió que las espectadoras no habían entendido nada. Ellas creían que era un desmayo fingido, una payasada más para hacerlas reír... y Jorge Pablo supo que tenía que seguir fingiendo para evitar que el público se diera cuenta de lo que en realidad había pasado.

Entonces se le ocurrió una idea para reemplazar a Marciala en el escenario y seguir entreteniendo al público él solito.

Con el micrófono en la mano, aparentando total indiferencia, saltó sobre el cuerpo de Marciala como si se tratara de un saco tirado en el suelo. Miró al público con arrogancia y dijo fingiendo ser enfermo de malo:

―¡Se desmayó la vieja!... A todas les pasa lo mismo cuando se acuerdan de mí.

El público encontró graciosa esa actitud tan vanidosa y le respondió con un grito burlón:

―Uuuuuuuuh...

―La neta, huevonas de mierda ―gritó Jorge Pablo por el micrófono―. Todas las viejas se van de espalda cuando me ven de nuevo... ¿Y saben por qué?... Porque yo soy malo... porque conmigo se portan bien o les saco la cresta a todas ustedes.

―Chaaaaa... ―respondieron las espectadoras con ese conocido grito de incredulidad... y después rieron.

Detrás del escenario, el diputado Torremora se puso blanco como cera de vela al escuchar lo que Jorge Pablo estaba diciendo. Desafiar al público de esa manera era demasiado arriesgado. Algunas veces esa forma de hacerse el malo resultaba bien y la gente se reía en lugar de enojarse... pero si el público no lo aceptaba... ¿Y si las mujeres presentes decidían ponerse a pelear con Jorge Pablo en lugar de reírse?

Por fortuna, las espectadoras lo aceptaron bastante bien y comenzaron a seguirle la corriente a Jorge Pablo. Gritaron haciéndole burla y reclamando juguetonamente, pero no lo atacaron. Querían verlo bailar y querían que siguiera haciéndose el malo, porque los personajes malos siempre le gustan a la gente cuando son divertidos. Y Jorge Pablo se veía tan delicioso sobre el escenario, tan atractivo con su pelo rubio, sus ojos verdes y su cuerpo joven... sin su camisa, con los pies descalzos y haciéndose el enojado como un niñito fanfarrón, creyendo que podía ganarle a todas ellas...

―¿Querían ver veinte huevones bailando, las viejas calientes? ―preguntó Jorge Pablo.

―Sííííííííííí... ―respondieron las mujeres del público entusiasmadas.

―Se van a quedar con las ganas, ¿me escucharon?... Porque yo le pegué a todos esos mamones y los mandé para afuera.

El público respondió con varios gritos que lanzaron las más atrevidas desde diferentes puntos del local:

―Ya, seguro.

―Él no más...

―Estoy que te creo...

―Jura.

―Yo, no más... ―respondió Jorge Pablo desafiante―. Yo las quiero tener para mí solo... Me las quiero tirar tranquilo... Me las puedo a todas si se ponen en fila y vienen de a una...

―Chaaaaa... ―volvieron a gritar las espectadoras, encantadas con este nuevo personaje que parecía ser una mezcla de humorista y desnudista.

Y mientras él hablaba, el diputado Torremora mandó que subieran unos cuantos asistentes al escenario y bajaran a Marciala, aprovechando que la maestra todavía estaba desmayada.

Lo hombres valientes bailan desnudos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora