Parte 5: Mujeres amotinadas.

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(Dedicado a Etsuko por ser mi mejor amiga en el Tag... y por ayudarme mucho con cierto problema)

Las muchachas que estaban subidas en el extremo final de la pasarela gritaron y se alborotaron, tendiendo sus brazos con desesperación y llamando a Zascha con insistencia, mientras el bailarín se les acercaba con cautela y hasta con cierto temor. Zascha pensó que de todas maneras podía bailar entre ellas, dejando que el público viera cómo las muchachas lo abrazaban y lo tocaban por todos lados... pero calculó mal y ni siquiera fue capaz de llegar hasta el final de la pasarela. Las mujeres que estaban a los costados lo agarraron de las piernas y tiraron de sus pantalones, impidiéndole avanzar. La ropa de los desnudistas está especialmente diseñada para que ellos puedan arrancársela a tirones, en un movimiento rápido que suelta los broches que sujetan la tela. Y eso fue justamente lo que pasó con el pantalón de Zascha, sólo que esta vez la prenda fue arrancada por las mismas espectadoras y el pantalón desapareció entre el público, donde las mujeres comenzaron a disputárselo rabiosamente, tironeando la tela hasta hacerla jirones.

Zascha quedó vestido únicamente con la prenda interior, que era una tanga negra y brillante, suficientemente grande como para tapar toda la parte delantera, pero hecha a propósito para dejar las nalgas al aire, cubiertas por un delgado cordón de trapo negro que en realidad no tapaba nada.

Eso terminó de trastornar a las mujeres del público, que trataron de empujar al bailarín hacia ellas, tal como habían empujado a la primera muchacha que subió a la pasarela. Zascha retrocedió abriéndose paso bruscamente, porque se había asustado de verdad y estaba empezando a entender que corría peligro de terminar igual como habían terminado sus pantalones... despedazado.

Con un rugido de furia, el público exigió que Zascha volviera a ponerse al alcance de sus garras, pero el bailarín no fue tan tonto como para hacerles caso. Continuó bailando sólo en la parte central del escenario, donde ninguna espectadora podía alcanzarlo. El público terminó por conformarse con verlo de lejos, pero de ninguna manera querían conformarse con verlo todavía vestido, aunque sólo llevara encima ese mísero taparrabo negro que era la pequeña tanga. La voz de las mujeres se elevó como un solo grito potente y repetido una y otra vez, donde todas juntas pedían al mismo tiempo:

―¡En pelo-ta! ¡En pelo-ta!

Pero había un pequeño detalle que nadie se había molestado en explicarle a las espectadoras: ese no era un espectáculo de desnudo completo, como los que se hacen en los locales nocturnos, sino que los bailarines tenían órdenes estrictas de no sacarse la ropa interior para no mostrar nada que las menores de edad no pudieran ver.

De acuerdo con eso, Zascha terminó su baile y salió del escenario todavía con la tanga puesta, cosa que no le gustó para nada a las mujeres que llenaban el local. Comenzó una silbatina que parecía el principio de un huracán, al mismo tiempo que esa masa de gente apretujada pateaba el suelo con fuerza, produciendo una vibración que sacudía el recinto de arriba abajo y amenazaba con derrumbar toda la estructura.

Se paró la música, se encendieron las luces fijas del escenario, aunque el sector destinado al público quedó todavía oscuro, y el joven animador salió micrófono en mano para tratar de dar explicaciones:

―Por favor, señoras, entiendan... ―tartamudeó temblando de miedo frente al público enfurecido, que rugía exigiendo que Zascha volviera y se desnudara entero―. La ley no permite mostrar desnudos completos a esta hora... y mucho menos frente a las menores de edad.

Pero las mujeres presentes, y especialmente las menores de edad, no quisieron escucharlo. Muchas estaban ahí porque esa era la única oportunidad que tendrían de ver algo como eso en toda su vida. Había montones de dueñas de casa que no podían salir de parranda todos los sábados, como lo hacían las muchachas jóvenes, y abuelas que jamás se atreverían a entrar en los locales nocturnos por temor a que se rieran de ellas. Además, las menores de edad tenían prohibido asistir a ese tipo de espectáculos y esperar hasta ser adultas para ver algo tan tentador les parecía el colmo. Les habían hablado de libertad y de la importancia de exigir sus derechos... y ahora les salían con que había que ser obedientes y conformarse con lo poco que querían mostrarles.

El público no quiso aceptar esa restricción y el animador no fue capaz de hacerlas entender razones. No supo cómo ganarse al público y en menos de un minuto las mujeres lo obligaron a salir del escenario, arrojándole una lluvia de papeles arrugados, vasos plásticos y unos cuantos jirones del pantalón de Zascha, al mismo tiempo que gritaban todas a una sola voz:

―¡In-jus-ticia! ¡In-jus-ticia!

Jorge Pablo estaba mirando todo eso desde atrás de la cortina y consideró que ya era tiempo de que el Jefe de Campaña hiciera algo para controlar la situación. Bajó del escenario y corrió a llamar a los encargados de dirigir el evento, pero no pudo encontrar a ninguno... porque todos estaban afuera y habían dejado el gimnasio solo...

Los encargados del evento habían salido a despedir al diputado Torremora y en ese momento crítico se encontraban en el estacionamiento. El gran político iba caminando hacia su Mercedes, mientras su chofer sostenía la puerta del vehículo para dejarlo entrar. Y todos sus colaboradores estaban allí, preocupados solamente de felicitarlo y pedirle que se acordara de ellos a la hora de repartir cargos públicos.

¡Jorge Pablo sintió que lo invadía el pánico! ¡¡Tenían un feroz motín a bordo y no había nadie dirigiendo el buque!!


Lo hombres valientes bailan desnudos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora