Marciala era una especialista calmando motines, y aunque nunca antes había estado parada sobre un escenario, por lo menos tenía larga experiencia enfrentándose con jóvenes de escuelas marginales, donde las peleas a cuchillo eran cosa de todos los días.
En esas salas llenas hasta el tope con adolescentes rebeldes (en las llamadas "escuelas de alto riesgo") Marciala había aprendido a despertar el interés de los alumnos con muchas tretas. Les hablaba cosas divertidas y fingía que les estaba dando lo que ellos querían, mientras poco a poco iba haciendo que los estudiantes realizaran las tareas que ella les sugería.
No le costó nada hacer lo mismo con aquellas mujeres alborotadas, pues el público presente estaba en un estado de ánimo muy parecido al de cualquier adolescente porfiado: estaban con puras ganas de hacer desorden, deseosas de ver, hablar y pensar solamente en sexo... y decidas a enfrentarse contra cualquiera que representara la autoridad. Frente a unas mujeres como esas, Marciala se sintió tan cómoda como en su sala de clases y así pudo manejar la situación a su entera conveniencia.
―A ver, a ver, corazón mío... ―dijo dirigiéndose al DJ, cuando volvió a funcionar el micrófono―. Ahora que encendiste el audio... ¿Por qué no nos haces el favor completo y enciendes la luz?
Las mujeres aplaudieron encantadas, sin saber que esa era una de las tretas de Marciala para dominarlas mejor. Durante todo el evento habían estado con las luces apagadas en el sector destinado al público... y la oscuridad sólo servía para hacer que las mujeres se sintieran anónimas y se portaran peor.
Cuando el DJ iluminó todo el recinto, se acabó ese ambiente de locura desatada y las mujeres empezaron a verse las caras, estallando en carcajadas al notar lo despeinadas y sudorosas que estaban. Entonces comprendieron que se encontraban a la vista de sus pares y que ya no podían seguir haciendo cualquier cosa. Empezaron a sentir un poquito de vergüenza y Marciala se ganó un punto muy importante para controlarlas.
Luego, la decidida maestra de escuela atacó con su mejor arma, que era la habilidad de decir cosas graciosas y hacer que la gente riera, desechando la violencia y las ganas de pelear.
―Con la luz encendida es mucho más ricoooo... ―dijo con un tono malicioso que hizo sonreír a todas las mujeres que la escuchaban―. Yo no sé por qué a los hombres les gusta tanto la luz apagada. ¿Se han fijado en eso, chiquillas? Una se saca los bigotes, se depila las patas, se pinta la cara como si llevara estuco para verse bien... y el cabrón lo primero que hace es apagarte la luz... y te deja a oscuras. Así no se te ve nada de nada... puro te tocan, pero no te ven. Y ahí quedó perdido todo lo que te arreglaste... ¡Puta madre! A nosotras no nos gustan las cosas oscuras. ¿Cierto que no?
―Noooooo... ―respondió el público mansamente, y Marciala las recompensó subiendo el tono de sus palabras cómicas.
―Y a propósito de oscuro, chiquillas... ¿Ustedes saben cuál es la diferencia entre duro y oscuro? : Que lo oscuro dura toda la noche... ¿Y saben la diferencia entre lástima y lastima? El tamaño no más, chiquillas. El puro tamaño.
Dejó que las pocas que alcanzaron a entender la picardía se rieran con ganas, despertando la envidia de las que no habían entendido. Así todo el mundo quedó con deseos de escuchar algo gracioso y Marciala se lanzó a contar chistes cochinos como una metralleta que disparaba palabras en vez de balas:
―¿Y se saben el chiste del cocodrilo?...
El público, como es lógico, respondió que no y Marciala contó ese chiste y muchos más... Y así siguió diciendo un disparate tras otro, hasta que tuvo al público fascinado, riéndose a carcajadas y aplaudiendo como locas.
Todas pensaron que Marciala era una humorista profesional, contratada para amenizar el evento, y la aceptaron de muy buena gana.
Pero detrás del escenario, el diputado y sus ayudantes sabían que ellos no habían contratado a ninguna humorista y entendían que tenían que bajar a Marciala del escenario lo más pronto posible... ¿Pero cómo?
El problema era que la gente se enfurece mucho cuando alguien trata de hacer callar a los humoristas. En esos casos el público reclama con silbidos y gritos hasta que les permiten seguir escuchando a los artistas del humor.
Al hacerse pasar por humorista, Marciala les había dado jaque mate... Si la sacaban del escenario, las mujeres los iban a linchar a todos... y si no la sacaban luego, Marciala iba a convencer al público para que votaran en contra del aborto.
¡Tenían que hacer algo para detener a Marciala! ¿¿Pero qué??... ¿Quién podía salvar ahora la campaña electoral del diputado Torremora?
El diputado y sus asesores miraban a Marciala con la boca abierta, sorprendidos por la forma en que esa mujer había conquistado al público.
Pero el más sorprendido de todos era Jorge Pablo.
El muchacho miraba a Marciala y no podía creer lo que estaban viendo sus propios ojos. Al principio incluso creyó que estaba soñando, porque escuchó una voz que le era conocida y pensó que estaba alucinando... Pero no... Cuando la voz de Marciala continuó llegando a sus oídos, Jorge Pablo corrió a mirar por la cortina del escenario y comprendió que no se había equivocado... ¡Era la tía Marciala!... La misma profesora de religión que él había tenido cuando estaba en el colegio cristiano y que todavía recordaba muy bien, debido a cierto problema que esa mujer le había causado.
Jorge Pablo había querido mucho a su tía Marciala cuando estaba en ese colegio, pero ella lo había traicionado...
Jorge Pablo y sus compañeros de clase, junto con muchas de sus amigas, se reunían todos los recreos para hacer cierta travesura que estaba prohibida en el estricto colegio regido por severos valores cristianos donde estudiaban... La tía Marciala los había descubierto y como era tan conservadora no fue capaz de tolerar esa travesura, así es que los acusó con el director del establecimiento.
Ahora costaba creer que esa misma mujer, tan mojigata y tan infantil, estuviera en ese escenario soltando palabrotas como si tal cosa... y contando chistes groseros en un espectáculo de desnudos...
Jorge Pablo jamás habría imaginado que Marciala conociera ni la mitad de los chistes que estaba contando... ¡¡Eran unos chistes tan atrevidos que ni el mismo Jorge Pablo los había escuchado antes!!.
El muchacho se rió de buena gana con varias de esas historias picantes que contó la tía Marciala, pero lo que de verdad lo hizo reír a carcajadas fue imaginarse lo que dirían las señoras de la iglesia si pudieran ver a la tía Marciala parada allí, tal como él la estaba viendo ahora...
Y en ese momento se le ocurrió una idea genial que podía salvarles la noche.
En ese momento supo exactamente cómo hacer para que la tía Marciala soltara el micrófono y se bajara del escenario sin desatar la ira de las mujeres del público.
ESTÁS LEYENDO
Lo hombres valientes bailan desnudos.
HumorUna noche de parranda, licor y hermosos varones desnudistas... ¡Y todo gratis! Eso es lo que ofrece el honorable diputado Torremora para ganar los votos de las mujeres electoras de su provincia... Sólo que esta vez las mujeres del público se descont...