Para evitar morir aplastado, Jorge Pablo se puso en pie de un salto y miró en todas direcciones, buscando algo con qué defenderse.
A un costado del escenario, medio oculto por la cortina, descubrió el tubo rojo de un extintor. Corrió hacia él cuando ya un par de muchachas locas lo habían alcanzado, agarrándolo de los brazos. Jorge Pablo las arrastró con él, antes de ser alcanzado por otras. Tomó el extintor, lo activó y lanzó el chorro de espuma blanca sobre todas las mujeres que habían subido al escenario.
La estampida se detuvo y el público retrocedió gritando y riendo como si fuera la broma más divertida del mundo. Hubo chillidos histéricos, carcajadas, empujones... y las que estaban en el escenario saltaron sobre las espectadoras que se habían quedado abajo, para escapar del baño de espuma.
Con una nueva rociada del extintor, Jorge Pablo contuvo también a las muchachas que estaban en la punta del la pasarela. Ellas habían tratado de correr hacia él, pero las mismas mujeres que habían detenido a Zascha les habían impedido caminar por la pasarela. Ahora Jorge Pablo las llenó de espuma desde lejos y las obligó a bajarse de ahí, ganándose con eso la aprobación de las otras mujeres del público.
Un aplauso estruendoso sacudió el recinto de arriba abajo cuando Jorge Pablo quedó dueño del escenario otra vez, acompañado sólo por las dos muchachas que lo habían alcanzado primero y que no querían soltarlo por ningún motivo.
Jorge Pablo dejó el extintor en el suelo y fue a levantar el micrófono, llevando a las dos chiquillas pegadas a él. Conectó el audio y gritó furioso:
―¿Qué se han creído, las huevonas cabronas? ¿Creen que pueden hacer lo que quieran?
―Síííííííí... ―contestó el público burlonamente.
―Atrévanse a meterse conmigo y van a ver cómo les va ―advirtió Jorge Pablo, indicando el extintor que había quedado bien al alcance de su mano.
Luego tomó del brazo a una de las muchachas que lo acompañaban y la empujó con fuerza:
―¡Tú te vas! ―le gritó sin ninguna consideración y la muchacha bajó del escenario.
Su amiga trató de seguirla, antes que Jorge Pablo la empujara a ella también, pero el muchacho la detuvo tirando de su playera.
―¡Tú te quedas! ―le mandó con prepotencia―. Tú fuiste la primera en llegar y te toca bailar conmigo...
Le pidió al DJ que cambiara la música por algo lento y bailó con la muchacha, permitiendo que ella lo abrazara y lo tocara al principio. Luego comenzó a tocarla él a ella, con una sola mano para no soltar el micrófono que mantenía funcionando aún.
Las espectadoras aullaban de gusto, como si las estuviera tocando a todas juntas al tocar a una sola.
Jorge Pablo abrazó a la chica por la espalda, permaneciendo bien pegado a ella, y llevó la mano libre hacia delante... pasándola suavemente sobre los pechos de la muchacha, moviendo las caderas al ritmo de la música y manteniéndose estrechamente unidos...
Entonces el muchacho comenzó a repetir las palabras de la canción que estaban escuchando, con una voz profunda y sensual, acercando la boca al oído de ella como si le hablara en secreto, pero manteniendo el micrófono cerca para que las demás escucharan todo...
―Des-pa-cito... ―dijo como si estuviera terriblemente excitado.
Las espectadoras gritaron emocionadas, desesperadas, locas por ese juego excitante que estaban viendo de lejos, pero que disfrutaban como si fuera de cerca.
―Despacito... quiero respirar tu cuello despacito...deja que te diga cosas al oído... para que te acuerdes si no estás conmigo.
Otro feroz aullido del público acompañó esas palabras.
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Lo hombres valientes bailan desnudos.
HumorUna noche de parranda, licor y hermosos varones desnudistas... ¡Y todo gratis! Eso es lo que ofrece el honorable diputado Torremora para ganar los votos de las mujeres electoras de su provincia... Sólo que esta vez las mujeres del público se descont...