Lightwood&Herondale

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Me observo al espejo una vez mas, dudoso. Suspiro y bajo también mis pantalones, quedandome únicamente en boxers frente al espejo de cuerpo entero. Repaso mis músculos con las yemas de los dedos, negando con la cabeza y volviendo a vestirme antes de dejarme caer frente al ordenador.

Mis dedos se deslizan rápidamente sobre las teclas. Se perfectamente lo que estoy buscando. No es la primera vez que acabo en la misma página. De hecho la he estado mirando durante semanas. No es una decisión fácil. Me muerdo el nudillo, mi mano fuertemente cerrada en un puño. Lightwood&Herondale, una de las empresas mas importantes del país. No es el trabajo al que nadie querría aspirar, pero al menos tienen una reputación excelente. 

Mi cursor pasea tres veces ante el botón antes de que sin querer pensarlo mas, le doy a enviar. Mis padres se han sacrificado toda la vida por mi, llegados a esta situación, es mi deber como hijo devolverles el favor.

Mi móvil vibra sobre la mesa, un número desconocido brillando en la pantalla. Me muerdo el labio y descuelgo, llevándomelo a la oreja. -¿Magnus Bane? - Suspiro, concertando una cita para el día siguiente en el edificio de Lightwood&Herondale. Por lo menos son eficaces y rápidos.

Dejo mi móvil de nuevo sobre mi escritorio al tiempo que apago el ordenador, dejando mi habitación y mi casa para caminar tres manzanas directo a la floristería con la que mi familia a duras penas se sostenía y que ahora nos esta chupando la sangre a base de deudas.

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-Oh si cariño... me gusta como te mueves. - Sonrío, acariciando los costados del muchacho, tonificados pero sin llegar a marcar nada. Es agradable, pero nada del otro mundo. Supongo que podría ser accesible para la mayoría de la gente. Lo cual no le va a gustar, pero tiene que haber de todo y todo el que trabaja aquí lo sabe.

Me aparto de él, pasándole un consolador de tamaño considerable. -Sigue tu mismo. - lo observo desde la distancia, valorando sus gestos, su rostro, los sonidos que salen de su garganta. Ruedo los ojos ante la escena. Se le nota que esta intentando impresionarme. Me cansan este tipo de personajes.

Salgo de la habitación abrochándome los pantalones, haciéndole un gesto a mi socio y amigo Jace. -Otro para la gama baja. Es mono... pero no tiene nada especial.- Me encojo de hombros, poniéndome de nuevo la americana. -Le ofrecemos un contrato estándar y si no le gusta... bueno, ya sabe donde está la puerta.

Nuestro negocio es muy sencillo. Desde la última revolución hay un nuevo sistema de clases a nivel mundial. La mayor parte del mundo vive ajena a ella, simplemente siguiendo con sus vidas normales...pero ahora lo que antiguamente se conocía como prostitución es un organizado sistema de amos y esclavos. Lightwood&Herondale proporciona esclavos a múltiples amos con mayor o menor nivel adquisitivo, ya sea de modo definitivo o en un alquiler que puede variar de unas pocas horas a un año, tras la clausura del cual podría optarse a una compra del esclavo.

No cualquiera puede ser un amo, pero cualquiera puede ser un esclavo. Personas con un fuerte sentido de la sumisión, personas que simplemente saben que necesitan de alguien que les mantenga y cuide siendo conscientes de las condiciones y unas terceras personas que simplemente necesitan el dinero que podamos ofrecerles por su vida.

Nosotros tenemos tres tipos de esclavos. El chico al que acabo de follarme es claramente un clase C. Se le nota forzado a la hora de tener relaciones, no tiene un cuerpo especialmente bonito ni un carácter atractivo. Es un esclavo al que cualquiera puede aspirar: chavales jóvenes que quieren un poco de sexo, ancianos medio seniles que solo quieren un rato de diversión viendo masturbación en directo o incluso de vez en cuando algún vagabundo que ha conseguido amontonar un puñado de monedas. A veces incluso algunas muchachas hartas de buscar su amor verdadero que simplemente aprovechan nuestros servicios para tener un novio ficticio.

La clase B es algo mas selecta. Los chicos son mas atractivos, tienen una personalidad electrizante y por supuesto, son mucho mas profesionales. Los formamos mas activamente para amoldarse al perfil de cada contratante, dándoles exactamente lo que necesitan. Actuando de la forma que se espera. También suelen estar mejor dotados e incluso a veces se les proporcionan ciertas sustancias estimulantes para poder ofrecer un mejor servicio al cliente.

Y luego tenemos la afamada clase A. Esclavos dignos de aparecer en una portada de revista. Guapos, educados, pulcros y perfectamente formados. Pueden ser desde un potro salvaje hasta un dulce gatito domado en la cama. Son los mas solicitados y también los mas difíciles de encontrar. Nuestra empresa tiene a los mejores profesores dedicados a formar y educar a estos esclavos. Enseñándoles todo sobre el sexo, los modales, la moda... e incluso a veces creamos una personalidad acorde al cliente si nos pide al esclavo con suficiente antelación. Pocas veces creamos contratos de año completo en la clase A. Lo mas común es que los clientes prueben al esclavo entre tres días y una semana... o directamente si este es lo suficientemente atractivo para ellos lo comprarán.

-¿Alec? El señor Morgenstern ha vuelto a llamar. El estúpido de Jonathan ha vuelto a cansarse de su esclavo. - Bufo negando con la cabeza. Le hemos proporcionado de por vida varios esclavos de clase B y algunos de clase A, pero ese chico siempre acaba cansándose de sus esclavos. Tiene suerte de que su padre tenga tanto dinero, pues lo que tiene en casa puede considerarse ya un harén. -No vamos a proporcionarle otro esclavo, Jace. Si vuelve a llamar pídele el triple de lo que valga cualquiera de los que pida.

Termino de acomodarme la corbata, repasando mi pelo en el espejo al tiempo que veo al muchacho salir medio desnudo de la habitación donde acabo de follarmelo. Es la única forma de probar realmente el material por el que vamos a pagar. Jace es mas propenso a probar esclavos, sobretodo a las mujeres, pero me gusta hacerlo yo mismo cuando veo algo interesante. Este muchacho es una clara muestra de que a veces también me equivoco.

 -Eh Alec... hay otro mas. Tengo que salir temprano hoy, ¿recuerdas? El cumpleaños de Leyre. - Suspiro y ruedo los ojos, girándome hacia él. -¿En serio? Espero que por lo menos valga la pena. Dos C en una sola tarde pueden hacerme perder la paciencia. - Veo su sonrisa brabucona y me dan ganas de pegarle un puñetazo. - Lárgate ya Jace, antes de que me arrepienta.

Me siento en el mullido sillón de orejas que hay tras el escritorio. Una de las pocas excentricidades de Jace que realmente me agradan. Llevo el telefonillo a mi oreja. - Aline, por favor... deja pasar al chico. - Cuelgo y al instante siguiente vuelvo a levantar el teléfono, llamándola de nuevo. - Y vete a casa, anda, no queremos hacer esperar a Helen, ¿eh? Yo terminaré esto. - Oigo su agradecimiento por el telefonillo y cuando deja pasar al chico la brillante sonrisa que me lanza es todo el agradecimiento que necesito. De todas formas, a mi nadie me espera en casa. No me importa perder unos minutos de mas, y menos siendo que Aline lo tiene todo tan organizado.

En cuanto la muchacha se va centro mi atención en el chico que se ha quedado ahí parado. - Acércate anda, nadie muerde aquí. - Me incorporo un poco, observándolo detenidamente. Así a primera vista no parece nada fuera de lo normal. Me atrevería a decir que es un chico de pueblo, bastante sencillo y vulgar. Conforme se acerca puedo verlo mejor, detectando una mandíbula que podría resultar muy atractiva con un poco de vello facial, unos labios definitivamente interesantes y unos ojos bonitos y cálidos. Lo que es seguro es que necesita un buen arreglo de pelo. Nunca he vendido un hombre desaliñado, y esta no será la primera vez.

Espero hasta que se sienta frente a mi para bajar la mirada al pequeño informe que Jace seguro ha visto ya. - Magnus Bane, ¿es así? - Tal y como pensaba... Kansas. De ahí nunca sale nada bueno. - Bienvenido...soy Alec Lightwood, quien te evaluará. - Dos cursos en la universidad de Yale y talento para crear ramos de flores. Ruedo los ojos mentalmente. Oh si, interesantísimo.

Por supuesto, no todas las personas que quieren que las compremos consiguen que lo hagamos. Algunos no sirven ni para la clase C. Veremos que puede darnos este Magnus Bane.

The heart never liesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora