BLIND | SASUKE

uno

うちは サスケ
blind, capítulo uno  
«rastros de una lluvia ácida»

veinte de octubre

Antes de ser vedada, la noticia alcanzó a esparcirse por una gran parte de la aldea. Empezó como un rumor y luego tomó tanto peso que obligó a las autoridades a salir a declarar lo contrario. La supuesta pérdida, como todo lo mediático, dividió a Konoha. Nada estuvo tranquilo hasta dos horas después, cuando el Hokage salió a desmentir absolutamente todo y pidió respeto hacia la persona de quien se hablaba: Uchiha Sasuke. Aunque se quiso aplacar el miedo en la población, la pólvora ya había sido esparcida y esperaba a arder. Se intentó, por supuesto, manejar lo mejor posible el asunto e incluso se habló de maquillar un poco la verdad, pero nada de eso sirvió ante la filtración de una foto de Sasuke sin vendas, mostrando el vacío de sus cuencas y la ausencia de su mayor arma: sus ojos.

Natsuki, quien reposa perezosamente en la sala de descanso perteneciente al Hospital de Konoha, tuerce los labios con disconformidad. «No me estás diciendo más de lo que ya se sabe... —le susurra a la revista extranjera, como si esta fuera capaz de escucharla y, sobre todo, de disculparla por la poca información que le ofrece—, tampoco tenía tantas esperanzas...».

—Eso es todo lo que debería saberse. —Alguien le toca el hombro y luego le señala la revista—. ¿De dónde sacaste esto? Si alguien más te ve con eso, lo más seguro es que...

—Pero tengo suerte de que solo mi novio me haya visto, ¿no? —Natsuki se lo piensa durante un segundo, luego accede. Ve, en completo silencio, cómo es que la revista arde con un sencillo jutsu—. ¿Qué te trae por aquí, Takedo? Pensé que sabías que el acceso a esta parte del hospital es solo para miembros especiales.

Takedo solo atina quedarse en silencio y la ignora por el momento, puesto que tiene mejores cosas de las cuales hablar y una reprimenda sobre códigos hospitalarios no está en sus planes. Es por esa misma razón que no pide permiso y se posa a su lado, tomando una de sus manos y apretándola con fuerza, como queriendo transmitir su amor hacia ella con tan solo ese pequeño gesto. Al instante, la percibe algo incómoda, pero supone de todo menos que él es el causante.

—Cariño, tengo buenas noticias para nosotros —expresa, llevando el dorso ajeno hacia sus labios y dejando un corto beso sonoro—. Nos costará un poco, pero sé que después de esto podremos casarnos e irnos a vivir juntos.

Las cejas de Natsuki se alzan, dubitativa y con real interés. Toma un suspiro largo y asiente débilmente, diciéndole con ello que tiene su completa atención por el momento. Takedo no pierde más el tiempo: saca una caja de su chaleco táctico y se la pasa. Ella reconoce al instante que se trata de té negro traído especialmente de Suna, su favorito. Entonces, casi sin pensárselo dos veces, sabe que está frente a una ocasión especial.

—Me salió un trabajo estable en la Arena —confiesa Takedo, ensanchando su sonrisa—. ¿No te parece eso maravilloso, cariño? No solo podremos irnos hacia Suna, sino que tendremos una oportunidad de escribir una nueva historia fuera de esta aldea donde nada nunca pasa.

—Eso explica el dispendioso té negro traído de Suna... —murmura en respuesta. No lo venden en Konoha y, si lo hacen, es demasiado caro, debido a que los mercaderes no tienen una mayor oferta en el producto. Incluso en su misma tierra es demasiado costoso, puesto que la Arena está llena de eso: arena. Es casi un milagro poder sembrar algo de ahí que no se seque con el tiempo, por lo que, en pocas palabras: el té negro es un lujo que solo unos cuantos pueden pagar. Después, como empujada, regresa al tema inicial—: ¿Irnos a Suna...? Pero, Takedo... yo no quiero irme a Suna...