veintinueve

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うちは サスケ
blind, capítulo veintinueve
«deseo concedido»








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tres de julio








Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Sí, está seguro. Han sido nueve punzadas en treinta segundos, dieciocho en un minuto y, si los cálculos no le fallan, mil ochenta en una hora. Aunque procura mantenerse sosegado ante el frío que colisiona contra su espalda descubierta, es incapaz de hacerlo porque ha perdido la práctica de mantenerse sigiloso como un shinobi normal, pues ha estado deshabilitado un poco menos de un año gracias a la ceguera. Sasuke, quien tiene vendas sobre sus cuencas vacías, busca algo de calor en esa gélida celda. No sabe cómo es que ha llegado hasta ahí: lo último que evoca es que estuvo en su patio conversando con Natsuki y, ahora, sencillamente espera por algo o alguien como los días anteriores. No le cuesta mucho reconocer que está confundido porque, después de todo ese tiempo encerrado, nadie ha venido a hablarle ni mucho menos a cuidarlo, limitándose a dormirlo de la misma manera que hicieron para raptarlo de su residencia.

Bajo sí, tiene un lecho de cemento que pretende ser suave como una cama, aunque falla en el intento porque está demasiado frío, mas no tanto como el ambiente. Su mano palpa con cuidado la textura y busca con ansias la misma frazada que ellos colocaron días atrás, pero se hunde en decepción cuando no la halla y sabe en el momento que es solamente él contra el frío, otra noche más. Suelta un vago suspiro y, cuando las vendas empiezan a picar más de lo que suele hacer en días comunes, lleva su única mano hacia las telas y, en un intento de acomodarlas, se las arranca sin cuidado. Ese vendaje en definitiva fue nuevo, pues la manera en cómo fue sujetado es distinta a la que hacía Natsuki o él mismo, por lo que se puede sentir mucho más tranquilo cuando comprende con eso que, al menos, ellos tuvieron la decencia de cambiarle las gasas para que sus heridas cerradas respiren con mucha más tranquilidad y no se ensucien.

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