cuarenta y dos

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うちは サスケ
blind: capítulo cuarenta y dos
«tratos de aire»








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siete de julio








Lleva la mano hacia su nariz y la cubre con disimulo, pues el olor de las mazmorras es fuerte, nauseabundo y, por lo mismo, asfixiante. Los vellos se le erizan bajo sus prendas y siente que una fibra endeble de sí no ha olvidado completamente su encierro postguerra, lo que le hace admitir sin vergüenza alguna que estar ahí se siente vagamente familiar, así que no lo amilana. De hecho, pocas cosas lo arredran, pero es un alivio poder decir a sus anchas y largas que su pasado presidiario no es parte de esa pequeña lista.

Hay unos cuantos ANBU por los pasadizos haciéndose los desentendidos para no trabajar como es debido, otros están caminando en parejas y algunos dormitan esperando a que el reloj cambie para poder tomar su turno correspondiente. Se siente algo húmedo estar ahí y la poca ventilación ayuda a que ese lugar se sienta extrañamente sofocante, mas eso a los guardias parece no importarle y, como los condenados no tienen permitido quejarse con absolutamente nadie, no hay un cambio a la vista. El suelo está anegado de un líquido que seguramente no es agua y sus pasos retumban a pesar de eso, provocando a la vez que los convictos lo vean con asombro porque, en definitiva, el que esté ahí por esos lugares no es nada común para la fecha. Sasuke está lejos de discutir con gente que cree inferior, así que solo los ignora sin más óbices de por medio. Generalmente las visitas son guiadas, pero Konohamaru dio un especial pase desautorizado por asiduidad y supuesta lealtad a la aldea, por lo que ahora puede ir hacia la habitación más alejada de ese lugar y encontrarse con Akemi, a quien visita regularmente cuando va a Konoha por el caso de Sarada.

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