treinta y cinco

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うちは サスケ
blind, capítulo treinta y cinco
«toma y da; agradece y maldice»








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nueve de julio








Si el río suena es porque piedras trae. Es un refrán popular, casi cierto la mayoría de veces. Aunque, la verdad, Akemi solo lo está recordando por relacionarlo al estridente sonido de las olas rompiéndose justo frente a sí. El aroma a mar siempre ha logrado tranquilizarla, ahora mucho más que nunca porque está calmando con suma eficiencia sus ensimismamientos largos, esos que traen consigo y entre sus escombros la añoranza de las fechas comunes, esas que son incluso mucho más nocivas que las especiales. El amanecer, como siempre, se está mostrando etéreo con su auténtica gama de colores, por lo que no se siente incómoda cuando siente las ráfagas de bruces ni tampoco cuando tiene los pies anegados en agua salada, pues todo sigue igual de sosegado dentro de sí que prefiere ignorar lo de más y centrarse en ella.

No realmente.

Kai, quien es su único amigo vivo hasta el momento, la atisba con cuidado e ignora sus pequeñas muecas que hace al llorar. Akemi siempre ha sido una verdadera lacrimosa, de pies a cabeza, pero aun así la ama profundamente y una característica particular como lo es expresar sus sentimientos no va a contradecir lo que han construido juntos. Por supuesto, no se refiere a un sentido romántico, pues eso sería ofender a Dan, quien verdaderamente sí la amó y vaya que lo hizo profundamente, debido a que prefirió quemarse vivo antes de decir algo sobre ellos y, por ende, de todo el plan que armaron varios años atrás.

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