¿Que me estas haciendo?

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–¡Feliz cumpleaños! –exclama Javier abrazándome sorpresivamente por la espalda.

–Gracias –respondo sin emoción–. Me puedes dar café por favor, aún siento que duermo.

–Hace un día hermoso mi diosa. ¡Anímate!, hoy es tu día de días y deberías estar feliz.

–Me pondré muy feliz cuando me traigas ese café.

Javier es mi asistente desde hace seis años. Coincidimos en una materia de la universidad y desde el primer momento hicimos buena liga. Desde entonces, es mi estilista, maquillista asesor de imagen y asistente. No puedo decir que sea "mi mejor amiga", ya que de esas no tengo. Además, le pago y donde hay pago no hay amistad.

Sale de la oficina y, casi en un pestañeo, regresa con una gran taza de café y un gigantesco ramo de rosas. No sé qué me anima más, si el olor del café o lo que voy a decirle sobre las rosas.

–No me mires así. Sé que no te gustan las flores, pero las compré para animar este aburrido espacio –me dice con una mano en su cadera y mostrando con la otra el lugar.

–Javier, las flores son para los enamorados, los muertos y los enfermos y no estoy en ninguna de esas situaciones. Es un detalle hermoso, pero muy básico.

–Este es apenas mi primer regalo Jessica. Me aseguraré de que esta noche, en tu fiesta, recibas una sorpresa especial.

–No sé si emocionarme o preocuparme... –digo tras un sorbo de café.

–Siendo sincero creo que deberías relajarte. Mira que no todos los días se cumplen veinticuatro.

–A ver Javier, siéntate que quiero comentarte algo –le digo cortando el tema y me obedece al instante, como perrito entrenado–. La fiesta es algo muy íntimo, como acordamos.

–Sí, solo tu familia y amigas.

–Prefiero que canceles con las chicas. No me apetece ver tanta gente hoy. Ah, y por favor, la próxima vez, antes de planificar cualquier evento en el que yo esté involucrada, consúltame sobre invitar a todo el mundo.

–Si te pido permiso vas a decir que no –responde entornando los ojos con exageración.

«Qué bien me conoce», pienso y le hago ademán de que se retire.

Me pierdo en un dulce y fuerte sorbo de café. Me agrada esa sensación cálida y húmeda entre mis labios. El timbre del teléfono rompe mi deleite. Lo levanto tres timbrazos después.

–Dime que se te antoja para la fiesta. ¿Alguna bebida, música o petición particular...? –pregunta Javier con voz cantarina.

–Si, deseo que la suspendas y mejor me consigas a alguien con quien me pueda dar placer.

–Ok. Cancelar la fiesta no es problema, pero ¿quién se lo dice a doña Marina?

Expiro con exasperación mientras resignándome a que mi placer tendrá que esperar.

–Jess, ¿qué le diremos a la abuela? –insiste Javier.

–Olvida lo que te dije. Prefiero unas pocas horas de tortura familiar y no meses de cantaleta de la abuela.

Siento que el día transcurre más lento de lo normal o quizás es mi urgencia por tocarme lo que retrasa el reloj. Mientras tanto, me gratifico ignorando las llamadas de personas que intentan felicitarme y expresarme sus deseos hipócritas. Al final de la tarde, me marcho a mi casa con la intención de descansar antes de la fiesta y porque no, gratificarme un poco. Después de todo, es mi cumpleaños.

Por fin en mi cama. El contacto de esta fina y fría sábana de seda hace que se me erice la piel. Deslizo mis dedos sobre mi ropa interior. Hago a un lado el borde izquierdo y me aventuro por los labios interiores. Me acerco despacito al clítoris y... De repente, me sobresalto con el impertinente toque de la puerta, que luego se abre muy despacio. Es Javier.

Dos Locas Enamoradas Vol. I JessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora