Capítulo 12.

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El frío golpeaba contra sus rostros haciendo que los gestos de Jinyoung fueran dolorosos pero los de Jaebum aun más frios de lo que acostumbraba. Estaban bajo el umbral de aquella casa que seguro había sido comprado con tanto esfuerzo por la familia que acogía al "sol" del chico rudo que estaba parado sintiendo el frío calarle en los huesos; el hombre con el ojo morado llevo sus manos a su bolsillo, el viaje acá fue un martirio, Jaebum solo se la pasaba tensando su mandíbula pero no se atrevía a contestar ante las preguntas tímidas que le daba, fue entonces cando comprendió que era más difícil intentar sacarle palabras a él, ¿cómo era posible que jamás supo que su mejor amigo tenía un romance con un hombre? ¿era gay? ¿totalmente gay? Estaba hecho un lío, aun más por el hecho de que él tuvo la culpa de que ahora estuvieran parados frente a la puerta de esa casa sin tener respuesta al insistente timbre.

―Jaebum-ssi.

―¡Calla, Jinyoung! No ocupo que me atormentes más.

Fue demasiado ruda la forma en que le hablo pero siendo aquel chico se esperaba eso y otras cosas más, si su propia madre le hablaba así ¿por qué no su mejor amigo enojado? Pero siempre pensó que sería diferente, siempre lo entendía e intentaba ser paciente con él, ahora eso estaba en la basura. Estiro sus manos trémulas para tocar el hombro del ojihalcón quien simplemente quejo.

―¡Maldita sea! ¿Por qué no abre? ―piso el timbre por enésima vez haciendo que se irritara cada vez más, fue cuando Jinyoung entendió cuando le importaba aquel hombre.

La puerta se abrió después de diez minutos en los que la nariz del ojo morado estaba roja como la de Rodolfo el reno, los nudillos de Jaebum lastimados y el vaho siendo congelado por el propio frio que se vivía. La persona que atendió fue la misma que estuvo parada en aquel callejón después de ver el beso que hizo que su corazón se rompiera en dos, llevaba un pijama adorable color azul cielo con nubecitas alrededor, una bufanda (que Jaebum sabía porque la usaba) apretada a su cuello pero sus bellos ojos estaban apagados, siquiera se podía ver su aura y mucho menos la sonrisa que le caracterizaba como el mas brillante. Cuando los vio ahí se ahorro las ganas de cerrarles la puerta en la cara, quería volver a chillar, siempre tuvo la confianza en Im una que nadie le hacía dudar más cuando ese ojos de gato se dedicaba a hablar bien de su amigo que era totalmente heterosexual, claro, en aquellos tiempos.

―Youngjae...

―Olvidalo, Jaebum. ¿Puedes dejar de insistir tocando? Perturbas a la familia. ―aunque intento sonar indiferente no podía.

Jaebum codeo a Jinyoung quien observaba fijamente a Youngjae esperando a saber qué era lo que su amigo veía en él, era adorable, sus mejillas parecían apretujables pero su forma de ser no era el tipo perfecto para JB. ―Habla.

―¡Yooo... lo lamento! ―se inclinó en forma de disculpa.

Los ojos del halcón se enrojecieron, pero Jinyoung no continúo hablando.

Diablos, Park, dile que tú me besaste porque se te cruzo por la mente que yo no tuve ni si quiera consciencia de ello, simplemente salí al callejón para ver cómo estaba Jinyoung, este me creyó quien sabe quien y me beso. ¡No tienes porque desconfiar de la situación! Si hubiese querido a Jinyoung no te tendría a ti, joder, Youngjae estoy loco por ti y tú simplemente no te das cuenta de ello. ―estaba hecho un demonio exasperado de que la persona que amaba estaba frente a él viéndolo con ojos de tristeza, como si tuviera la culpa pero todo cambio cuando la puerta terminó de abrirse por completo.

Un chillido fue suficiente para llamar la atención de las tres personas con un dialogo convencional para ver a la figura de un hombre de alrededor de veinticuatro años con su cabello castaño claro cayendo por su frente húmedo puesto que acababa de tomar una ducha, era guapo, de los pies a la cabeza mostraba una fachada de encanto pero su palidez hizo que todos tragaran gordo, sus mejillas se hundían y dejaba marcada su perfecta mandíbula, Jinyoung cayó en cuenta que estaba más hundido de lo que creyó, que ese era el fin de su amistad peor aun que todo el mundo tuvo que ser él quien presenciara la charla que estaban teniendo. Mark Tuan estaba parado al lado de la puerta con su manzana de Adán a plena vista por su tragar gordo, parecía que divagaba entre las palabras que acaba de escuchar volviéndose turbio todo dentro de sí y sin pensarlo sonrió irónico.

―¿Besaste a Jaebum? ―aquella dulce voz que solía usar con él se acabo, se volvió grave teñida de una molestia increíble. Park quien jugueteaba con sus dedos dejo de hacerlo y abrió su boca para poder decir algo en objeción ante la acusación cierta que daba Mark pero este castaño no espero demasiado para confirmar con la mirada seria de Jaebum que eso era correcto, beso a ese bastardo y tuvo que agregar más enfado del que ya tenía a su lista hacia él.

Jinyoung se estaba atragantando con su propia saliva y su lengua revolviéndose sin ser capaz de argumentar algo, sentía un dolor terrible en el pecho que lo dejaba sin habla, ver a aquel chico con el que estuvo esa tarde ahí parado escuchando que en un arranque de dudas él hizo un acto infiel fue otra carga a sus hombros, ¿cuándo comenzaría a hacer las cosas bien? Pero estaba tan confundido que necesitaba encontrar la manera de orientarse por el camino correcto y lo hizo en ese instante confirmo que lo que sentía por Mark era más fuerte de lo que imagino, gustaba de un chico, gustaba de la forma en que le besaba y gustaba aun más como lo miraba, lo descubrió porque al besar a Jaebum solo sintió asco de sí y dolor por haber caído tan bajo, ahora tenía dos grandes problemas pero sentía culpa, molestia de que la persona que no deseaba lastimar lo estaba porque escucho todo.

¡Mark! ―pero su voz fue solo un zumbido para aquel castaño quien no se atrevió a verlo más.

Youngjae, vete a tu recamara no aceptes más visitas de ellos. ―ordenó de prisa y solo dejo su fragancia ahí.

El corazón se le partió, lo trato como si no fuera nada, como si ahora fuera un desconocido, ¿tanto mal hizo? ¿ahora lo odiaba? ¿por qué de todas las personas le podía que él lo ignorara así? Se atraganto con el pequeño nudo que se formo sin permiso en su garganta.

¡Mark! ―llamó una última vez su nombre pero ese castaño decidió tomar en cuenta que no existía más. Youngjae tuvo la idea de dar un paso hacia atrás, se avergonzó porque ahora causo dolor en la persona que le estaba apoyando.

El rostro de Jaebum ardía en llamas al escuchar aquellas palabras de Mark a quien no toleraba ni un poco y sin duda alguna el sentimiento era mutuo. La ira flotaba en el aire junto con la tensión y el dolor.

¡Youngjae! ¡No te atrevas a hacerle caso! ¿Quién demonios se cree ese cabrón para darte esas órdenes? ¡Vamos, por favor! ―suplicaba mientras que aquel castaño solo bajaba la mirada sintiendo peso encima.

Nada eso importo para el chico de ojo morado porque este se dio la vuelta atónito, los gestos de Mark se estaban tatuando en su memoria, ¿sanara pronto de su daño?, ¿no hablarían más? El dolor incrementaba y sus pasos se volvían lentos; otra vez no. Se sintió acorralado contra aquella pared y cuando volvió a abrir los ojos vio a aquellos rostros familiares que poco a poco conocía más, les dio la misma mirada de desinterés de siempre pero estos continuaron con su cantaleta sometiéndolo a un interrogatorio rudo, su cabeza golpeo la pared de ladrillo ya algo vieja volviendo todo un zumbido pero ni siquiera les presto atención estaba pensando en la palidez de Mark, en su forma de tratarlo, en el odio de los tres chicos presentes hacia él, rompió el contacto con la realidad cuando un puño firme dio contra su nariz dejándolo fuera de combate. Todo se oscureció, los truenos se adueñaron del silencio y las gotas comenzaron a caer.

"Tan débil como una mariquita..." la advertencia de que volverían una y otra vez hasta que la deuda quedara saldada se quedaba ahí mientras que los pasos firmes se alejaban. Esa noche bajo la tormentosa lluvia, Jinyoung descanso de su mente en el lodazal de los callejones de Seúl, tirado en el suelo como un muñeco de trapo al cual ya una niña no le encontró utilidad, soñando con un mundo mejor, nadie se apiado de él... y la noche lo envolvió tomándolo como su pertenencia nueva. 

The restaurant guy.Where stories live. Discover now