Había pasado una tormentosa noche intentando olvidar a aquellos hombres y como se cernían sobre el pobre chico, golpeando una y otra vez su cuerpo, temía de cierta manera que estuvieran asechando la seguridad de su hogar, pero algo más pasaba por su cabeza y se quedaba ahí como si quisiera recordarle su heroico gesto que debió haber evitado, salía de un problema para caer en otro, la sangre llamaba al mismo peligro pero ahora solo estaba seguro de algo: Que todo estaba peor que antes.
Intentó conciliar su mente en la clase que tomaba a la última hora pero no fue capaz si quiera de dejar de pensar en aquel ojo morado que parecía de sapo. Sin previo aviso sacudió su cabeza diciéndose a si mismo que estaba demasiado tonto para continuar pensando en aquel suceso pero su mente intentaba recordar con fuerza los hechos . La imagen quedo grabada en su mente y por si fuera poco esta no se desprendía fácilmente. Tal vez porque no supo si corrió o se quedo ahí, era como una pequeña criatura enroscada protegiéndose más de sí que de los demás.Abandono el aula sin mirar a nadie, pero nadie lo miraba, era como una sombra en aquellos grandes pasillos y no esperaba atención, la universidad era distinta a lo que se planteaba en la secundaria, tu ibas por tu cuenta y estabas solo, era difícil conservar amigos o hacerlos, aunque al castaño de aquellos rasgados no le interesaban en lo absoluto hacerlos, estaba bien por su cuenta y punto. No daría más explicaciones como la que pedían sus padres cada vez que se dignaba a contestar sus llamadas, "¿A quién carajos le importaba si salía con amigos o no?" Aunque nunca les falto al respeto a sus padres así que sus únicas palabras eran: "Estoy bien así mamá."
El sol cayó rápido pero su mente seguía aferrada a ese chico que de gracia y guapura no tenía nada, ni si quiera lo había visto bien incluso cuando su ojo libre lo miro como si existiera un vacío en él, nada de angustia, como si tuviera que vivir porque no podía morir. Sin miedo. Y algo le atrajo de ello. El tiempo era interminable, debió callar a su mente en el momento adecuado pero nada la hacía detenerse, el silencio era como si le llamara a seguir creando tantas cosas que se ahogaba en ellas y su única solución siempre fue pasear, cogió las mismas llaves de aquella motocicleta que le pertenecía, subió a esta sintiéndose libre de nuevo y el acelerador fue su amigo, frío. El aire se estampaba contra su rostro e insaciable quería llenarse de más libertad, sólo había zumbidos, solo había franjas de luces borrosas y corrió llevándose con el viento su despreocupado destino.
Volvió a casa bañado de su propio dolor y miseria, incluso aún había un cargo más que darle, vergüenza, su cuerpo nunca cumplió con las funciones que quería que cumpliera, como si se desconectara de lo que realmente es para quedar siendo alguien inservible. Deseaba esconderse en el único lugar que lo mantenía a salvo, por una vez en su vida quería ser recibido con tranquilidad, pero últimamente era recibido por gritos y hoy no fue la excepción, "¿Otra pelea?" "¿Qué demonios te cruza por la cabeza Jinyoung?" "¿Es esto divertido para ti?" "¿Quieres matar a tus padres?" "¿Quieres que a tu madre le de un infarto?", estaba cansado de ser el de los problemas, pero su boca se negaba a articular palabra alguna, no se atrevió a decir siquiera que los problemas fueron ocasionados por su falta de pago, bien decían que jamás debias meterte con un usurero pues era como venderle el alma al diablo, comienza con todo de color de rosas, pero no te das cuenta que todo es un engaño, ¿Quién confía del dios de las mentiras?
Volvió a aislarse en su cuarto y se sentó a contemplar sus manos. Por primera vez en su vida no pensó en los tres hombres que le tuvieron acorralado en aquel lugar lúgubre, al contrario, su mente se enfoco en aquel chico que estaba parado haciéndose el héroe, esa fue la primera sonrisa que mostro aquella noche después de volver a los mismos problemas, una mezcla de ironía, como si se burlara de la persona dispuesta a ayudarle aunque se sintió más mal que bien de hacerlo, fue la única persona capaz de salvarlo en su desgracia, de escuchar sus gritos internos y aun así sentía pena de que hubiese perdido el tiempo con alguien como él.
Esa noche no se atrevió a dormir, no podía dejar de pensar en aquellos ojos marrones que parecían haberle querido decir algo, como si se burlaran de él, como si fuese lo contrario a sus acciones, o simplemente estaba creyendo que el mundo iba contra de él.
El desayuno estuvo frío y silencioso. Sus amigos siendo ajenos a sus problemas, se limitaron a saludarlo con la mano haciendo que sucumbiera en sus pensamientos más de lo usual, hasta que Jaebum lo hizo salir de estos con un golpe en el hombro, su mano siempre fue dura, alzó su mirada como si estuviera temeroso pero en realidad estaba cansado y la montura de sus lentes dañaban el arco de su nariz.
―¡Demonios! ¿Te apalearon? ―Ese chico era guapo. No, más que ello, siempre con altivez, con sus ojos llenos de alguna pasión que no sabía definir, parecía esculpido por los mismos ángeles, su mentón era su atractivo o quizá aquellos ojos que te miraban como si no fueras nada pero Jinyoung sabía que él podía ser algo.
Llevaban alrededor de cinco años de conocerse, fue casualmente cuando el chico decidió ir formalmente a pedir trabajo en el restaurante de la familia, como siempre fue bienvenido aunque según la madre de Jinyoung tenía finta de maleante, el hijo de esa mujer no lo comprobó, era demasiado amigable y se proponía a escucharte si era lo que querías pero tampoco opinaba jamás demasiado. Era la clase de amigo que no le preguntaba el "¿Cómo estás?" pero tampoco lo dejaba sin escuchar. Y ante las chicas era el chico insensible que querían como novio.
Jinyoung se limitó a mostrar una sonrisa de lo más tranquila pero Jaebum en ese instante correspondió a que estaban de luto alzando sus delgadas cejas y dejándose caer en el mismo asiento de hace dos semanas.
―Ah, ya veo. ―se limitó a decir antes de comprobar que tuviera todo consigo y volvió la mirada al patético de Jinyoung o eso repetía cada que lo miraba de esa forma, regularmente, una vez al mes. El silencio seguía siendo amigo de ambos. ―De nuevo los problemas... No lo entiendo, tus padres nos pagan bien, ¿Pero no pueden pagar una deuda insignificante?. ―Esa fue la única charla que tuvieron antes de que las cosas se tensaran dejando en el olvido siquiera que eran compañeros de clase. Tal vez por eso eran amigos, porque uno no se metía en la vida del otro tan a fondo como para hacerlo exasperar, pero uno estaba dispuesto a ayudar al otro.
Esa tarde, arrastrando sus pies, tuvo que volver al trabajo de siempre en aquel restaurante donde los fideos se comían calientes y eran atractivos según algunos compañeros de la universidad, la receta de la familia Park era lo que hacía único al Ramen de pollo pero en su opinión no tenía nada de espectacular.
En algún momento de esa noche, en algún segundo entre las 8 o 9, por esa fracción de segundo, sus miradas volvieron a encontrarse, todo el mundo desapareció y solo existían ellos dos, no hubo necesidad de parpadear ni comprobar quienes eran, porque se conectaron, ambos lo sabían, se conectaron ambos por esa fracción de segundo, ninguno parecía dispuesto a ceder y dejar de retarse, pero finalmente, rompiendo ese momento donde solo habían existido ellos dos, el chico con un ojo morado se apartó, otro cliente más que sentiría lástima por él. No necesitaba eso.
Su nuca se erizaba al pasar cerca de aquel chico, pero se negó a acercarse lo suficiente para escuchar su voz, no había lugar para otra persona en su lista semanal para burlas hacia Jinyoung.
El castaño se quedó casi hasta la hora de cerrar, mirando fijamente al chico con discreción, finalmente se dio por vencido, a punto algo en una servilleta de papel antes de lanzar un par de monedas a la mesa y salir de ahí, el rugido de su NCR M16 lo hizo sonreír, el viento frío de esa noche golpeo sus mejillas. El viaje a casa fue lento, su cuerpo se sentía tenso pero su mente era ajena a esa sensación, pues él aún se sentía fresco en la calidez del restaurante que había abandonado, sus pensamientos le pertenecían a ese chico, de nuevo.
El único ojo con el que veía desde la noche anterior leyó dos palabras solamente, vaciló un momento antes de recoger la servilleta y por instinto doblarla y guardarla en su bolsillo. Dos simples palabras que lo hicieron dudar, dos simples palabras que significan peligro.
"Mark Tuan".
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The restaurant guy.
Fiksi RemajaMe da igual. Que estés presente o ausente. Te necesito. Sólo te amo.