Una tarde de invierno el cabello castaño de un chico bastante peculiar, golpeaba su frente en un constante vaivén, los ojos del chico se encontraban en un estado llorosos gracias al frío viento que dominaba a la capital de Corea del Sur, Seúl, pero se negaba a usar la protección del casco, ya que la adrenalina era la única porción que obtenía para sentirse libre.
Los pensamientos del castaño solían regresar constantemente al pasado mientras tomaba la dura decisión que lo mejor sería poner de por medio cientos de miles de kilómetros para escapar de su pasado. De su hogar. Y hoy, era uno de esos días.
No importaba el tiempo que haya pasado, no importaba a que velocidad fuera en su NCR M16, jamás era suficiente para poder escapar de aquel eterno tormento que rondaba en su mente. Castigándolo y torturándolo una y otra vez, incluso en sus sueños más profundos que terminaban en pesadillas.
El rugido de su motocicleta llamo la atención de varios vecinos del barrio Bukchon, en su humilde opinión no era el mejor lugar que él hubiera elegido para vivir, pero servía lo suficiente para pasar desapercibido ante las miradas curiosas y mantener el perfil bajo, al menos hasta que supiera que hacer consigo mismo. Al estar frente a su hogar, su vista jugaba de lado a lado, preguntándose si de ser necesario los callejones servirían para poder perder a alguien si comenzaban a perseguirlo.
Optando por abandonar su cálido y seguro hogar, siguió su camino en línea recta. Ignoro el frio que estaba calando hasta sus huesos al menos eso amortiguaría todo lo que llevaba dentro. Era mejor que mantenerse encerrado, sintiéndose aislado de todo mundo como si fuera culpable de algo.
Pero tampoco era un santo.
En las afueras del barrio Bukchon, solo se escuchaba el lejano ruido de los autos y gritos de la gente. Desde lo más alto del barrio, la paz que tanto había anhelado durante tanto tiempo, por fin comenzaba a colarse por su piel, una media sonrisa vacilo sobre sus labios, pero por desgracia no duro demasiado gracias a la vibración de su teléfono y su pequeño mundo de paz se esfumo como por arte de magia.
Sus pies lo siguieron guiando hasta que se sintió entumido, su boca se sentía tan seca que ni la misma saliva ayudaba a tragar las reservas de agua, había llegado hasta una zona que para él había sido desconocida hasta ahora, interesado en la deteriorada arquitectura de las casas siguió caminado decidido a conocer más. Ahí los niños no jugaban alegremente, ni había personas caminando felizmente, parecía una pequeña colonia fantasma, a lo lejos dos hombres se encontraban en estado de ebriedad dudoso.
Evita los problemas, se recordó a sí mismo. Giro sobre sus talones y siguió por otro callejón, se había prometido no meterse en problemas, pero nadie dijo que no exploraría lugares como esos. Se sentía como un niño pequeño haciendo travesuras.
—Apuesto que tus padres pensaran dos veces antes de decir que no tienen dinero para pagar, ¿No lo crees pequeña basura? —El murmullo se escuchaba desde atrás de una casa deteriorada, donde la pintura estaba rasgada y en total suciedad, los árboles que un día podrían haber dado frutos y un poco de sombra, ahora estaban marchitos e incluso algunos talados, la casa estaba en total desprotección, sin embargo tendrías que pensar dos veces antes de siquiera pensar en acercarte demasiado a ese oscuro lugar, un pequeño cachorro lloriqueaba desde la parte de enfrente. Más allá del cachorro, lo que más llamo su atención era la sangre derramada por un pequeño sendero de flores secas, su instinto de supervivencia y advertencia se activaron.
"Da la vuelta y vete, llama a la policía y deja que se encarguen", su instinto racional quería negociar con él, pero sus piernas estaban dispuestas a descubrir que estaba pasando. Una voz débil y llena de dolor lo hizo estremecer. De nuevo tuvo que barrer con la vista el lugar antes de encontrar un báculo. Su siguiente misión era encontrar un lugar para ocultarse, los arbustos sirvieron de un perfecto camuflaje y así poder ver más clara la escena.
Tres hombres se encontraban alrededor de un bulto tembloroso, no necesitaba acercarse más para saber que sangraba no solo desde sus labios, su ojo estaban tan hinchado que dudaba que pudiera ver durante un par de semanas. El chico parecía tan pequeño en medio de esos tres hombres, dispuestos a seguir torturándolo por una deuda que ni siquiera le pertenecía. Llenándose de valor que no sentía y negándose a quedarse más tiempo escondido dio un paso adelante, después otro, de lo contrario se hubiera quedado escondido horrorizándose por tal escena.
—Pasaba por aquí y no pude evitar ignorar esto, ¿Está todo bien, caballeros? —Su coreano no era el mejor aun, el báculo picaba su espalda, pero una conversación formal no parecía poder calmar a los hombres, el plan A era hablar calmadamente, negociar y con un golpe de suerte podría sacar al chico de ahí, por supuesto, existía el plan B, el cual consistía en correr y así dejarle el camino libre, el plan B siempre era el que terminaba funcionando. Se convenció en que el chico entendería la situación y escaparía antes de que ambos estuvieran en el suelo rogando por su perdón.
—¿Te perdiste niño bonito?
—No perteneces aquí —Bramo el más grande, una gran cicatriz recorría su rostro de lado a lado, haciendo las facciones del hombre más toscas, pero no era solo eso, si no los grandes brazos que posiblemente eran más grandes que su propia cabeza, sin duda era eso lo que más había llamado la atención del castaño. Los otros dos no tenían nada relevante, nada excepto la mirada de odio. No en definitiva no pertenecía ahí y todavía se estaba debatiendo el porqué hizo tal cosa cuando llevaba todas las de perder. Por primera vez se detuvo a mirar al chico en el suelo, quien lo miraba sin expresión alguna con uno de sus ojos. "No ha sido nada salvarte el culo, niño ha sido todo un placer". Se dijo para si mismo.
La fuerza que saco para blandir el báculo y golpear la cabeza del hombre de la cicatriz aun era desconocida para él, pero tan pronto como lo hizo sus piernas se impulsaron por el mismo camino que lo llevo ahí, los otros dos le pisaban los talones en segundos, agradeció los callejones que ayudaban a ser un laberinto en su escape. Rogo en silencio que el chico captara con rapidez lo sucedido. Finalmente las artes marciales sirvieron después de años de haberlas tomado.
Incluso después de llegar al barrio Bukchon, podía sentir la presencia de esos dos detrás de él. No importaba hacia donde mirara, parecía haberlos perdido en algún tramo entre la mitad de camino, pero no paro hasta estar encerrado en su hogar, sin respiración y su frente perlada en sudor. Retrocedió tembloroso de la puerta. Por la ventana pudo divisar a los hombres buscando con cautela por los callejones más bajos, por instinto doblo sus rodillas hasta quedar lejos de la vista de posibles mirones.
Esa tarde estuvo seguro de algo y lo supo desde el primer momento en que vio su rostro, alguien como el chico en el suelo, sería difícil de olvidar fácilmente.
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The restaurant guy.
Novela JuvenilMe da igual. Que estés presente o ausente. Te necesito. Sólo te amo.