10:22 pm.
Sus ojos buscaban la realidad, necesitaba verlo una vez más, ¿por qué no aparecía? El aire se le estaba escapando y el dolor de su costado era aun más grande que el de sus extremos, su cabeza daba vueltas y la movilidad de sus dedos era nula, sus ojos pesaban y sus labios estaban entre abiertos.
Demacrado.
La sangre corría por su sien mientras que su pierna se encontraba triturada. Nada dolía más que su pecho, su corazón latía con tanta dificultad y no sabía si era por dolor natural o la partida de la persona que le volvió a cambiar. Aquella que le hizo feliz incluso cuando le ignoraba, que sus miradas eran tan tranquilas, incluso ese color de ojos tan normal se volvió único, las arrugas que formaban, su sonrisa tan particular. Necesitaba verlo una última vez, eso nada más.
Las sirenas le mantenían al tanto de la realidad y la figura de una chica blanquecina con unos ojos rasgados pero de buen tamaño le juzgaban, veía sus labios moverse pero los ignoraba porque nada entraba en su cabeza, solo rondaba una cosa.
El nombre de él.
Lo repitió con la fuerza que le restaba más de dos veces, débil, casi un mascullo que hizo a la joven acercarse a escuchar mejor. Frunció el ceño pero enseguida tomo el celular del chico desvalido.
"Soporte un poco más, ya vienen a ayudarlo."
[...]
―Me duele la cabeza.
―Toma. No seas tan torpe, deja de andar en las calles solo, ¿sabes que te pudo haber pasado algo peor cierto?
―¿Qué es peor qué esto?, ¿ser robado por un vagabundo?, ¿violado?
Esa persona carecía sentido común de gracia, y aun así creía que era alguien divertido.
―Sí, y que dejaras de ser virgen y que te pegaran alguna infección sexual. Eso o morirte.
La paciencia de su amigo era casi nula y las venas que se marcaban en su rostro daban a entender lo enfadado que estaba.
―Hubiera querido morir... eso... es mejor que esto.
Y esas palabras fueron suficientes para que la conversación real empezara, hace tiempo no mencionaba esas palabra, no por su boca quizá en su mente un par de veces pero creía que todo iba bien, que no había más tristezas, que la sonrisa que le veía sería duradera y ahora se encontraba viéndolo tan pálido, con sus manos temblando, con sus ojos llenos de lagrimas nuevamente y cabizbajo. Algo sucedió.
―¿Y ahora por qué tus tendencias suicidas?
―Créeme que todo es mejor muerto. La felicidad se alcanza cuando estás en ese cajón, no hay nadie que te moleste... que te lastime... que no te ame... que te diga que hacer o que no hacer, que te juzgue, no hay nadie que te mire como si fueras poca cosa, eres tú y tu paz.
Era un hilo de voz que se rompió al final como también la atmosfera tensa gracias a el sonido del celular, cuando el castaño lo tomo entre sus manos jugó con la pantalla hasta que la realidad lo golpeo, las letras marcadas en esa pantalla no esperaba que aparecieran hasta después pero hizo que su corazón se agitara con la necesidad de atender... lo corrió para declinar la llamada y negó remarcándose las palabras que antes dijo en su cabeza.
[...]
La chica vio al pobre hombre con un ápice de esperanza en sus ojos dormilones. Sintió que algo le golpeo el estomago porque nadie atendía y al contrario la llamada era desviada.
YOU ARE READING
The restaurant guy.
JugendliteraturMe da igual. Que estés presente o ausente. Te necesito. Sólo te amo.