c i n c o

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Había pasado más de una hora desde que los padres habían salido a averiguar lo que provocaba aquel grandioso atasco.

Veían como de vez en cuando salían algunos infectados del bosque que rodeaba la carretera y corrían hacia las personas que se hallaban fuera de sus vehículos.

Muchos conseguían darse cuenta a tiempo y encerrarse dentro de sus coches, pero otros no, y acababan siendo devorados.

Ya veían como la gente conducía en la otra dirección, intentando salir de ese sitio lo antes posible.

   —Tenemos que irnos, papá y mamá no van a volver —afirmó Alex seriamente.

   —¡¿Estás mal de la cabeza?! ¿Cómo vamos a irnos? —gritó Angela.

   —An, tiene razón. Antes de irse dijeron que nos fuéramos si tardaban mucho en volver o era un caso extremo. Están ocurriendo las dos opciones. Ha pasado más de una hora y esto se está llenando de infectados.

   —Convendría que nos fuéramos antes de que se les ocurra la misma idea a toda esta gente —propuso Alex.

   —Llegas tarde —Dani señaló a unos cuantos coches que daban la vuelta para volver por la misma carretera.

   —Démonos prisa —Alex quitó el freno de mano y agarró el volante.

Dieron la vuelta y condujeron sin rumbo esperando ver una salida hacia un lugar lejos de allí.

Ya se habían alejado unos cuantos kilómetros.

—¿Vamos a ir a Washington? —espetó Dani.

—¿Te has dejado algo ahí acaso? —vaciló Alex.

   —No imbécil, nos pilla muy lejos de aquí —contestó con el ceño fruncido.

   —Alex, hazle caso, no tenemos otra opción.

   —Está bien, pero antes de partir hacia ahí necesitamos descansar un poco. Al menos la noche de hoy.

Vieron un desnivel que les sacaba unos metros de la carretera y decidió aparcar el coche ahí.

   —Nos quedaremos esta noche a dormir y mañana temprano emprenderemos hacia Washington.

Apagó el motor y las luces del coche y se desabrocharon los cinturones.

   —Vale, ¿alguno de vosotros no tiene sueño? —preguntó a sus hermanos.

   —Yo me caigo de sueño —bostezó Angela.

   —Yo igual —dijo Dani.

   —Pensaba que alguno de vosotros no querría dormir. Aunque de todas formas alguien no debe hacerlo, Dani, te ha tocado.

   —¿Qué? —preguntó confuso —¿Por qué no podría dormir?

   —Alguien tiene que hacer guardia —contestó.

   —¿Y por qué yo? ¿Por qué no An? —se quejó.

   —Propongo una cosa —dijo Alex —votemos. ¿Quién vota que se quede An? —Dani levanto una mano —¿Quién vota que se quede Dani? —él y Angela levantaron la mano.

   —Lo siento hermano, te quedas despierto —rió Angela.

   —¿Pero por qué se supone que debo quedarme despierto? —cada vez estaba más confundido.

   —Tienes que hacer guardia, por si vienen muchos infectados o si alguien intenta entrar —Alex se puso serio —lo digo muy enserio, no debes dormirte.

Mientras hablaban, Angela había colocado las alfombras del suelo en las ventanillas del coche.

   —¿Pero qué haces? —interrogó Dani.

   —Es para que no nos vean, gilipollas.

   —Pero si no pasa nadie por aquí a estas horas —continuó Dani.

   —Personas no, pero sí que pasan caminantes.

   —¿Y qué pasa si nos ven? —preguntó.

   —¡Pues qué querrán venir a matarnos! —exclamó Angela.

Ellos sólo asintieron y le imitaron con las ventanas restantes. Después, procedieron a echar hacia atrás los asientos de delante para poder tumbarse.

Angela pasó al asiento del copiloto y se tumbó hasta quedarse dormida. Alex le imitó. El único que estaba despierto era Dani. Estaba en la parte de atrás, en el asiento del medio.

Se había puesto los auriculares al máximo y sonaba la canción From the inside de Linkin Park.

Era de sus grupos favoritos y lamentó no haber ido a alguno de sus conciertos antes de que muriera el vocalista años atrás, pero claro, por ese entonces él era demasiado joven y aún no los conocía.

Pensó en lo limitadas que serían sus vidas a partir de ese momento. No habían sido conscientes de lo que pasaba.

Sus vidas iban a cambiar drásticamente y no podrían estar tranquilos nunca más.

Pensó en sus padres. Intentaba evadirlos obligándose a pensar que estarían a salvo, vivos. Dejó de engañarse y echó a llorar. Sabía que no habrían podido sobrevivir de ninguna manera. Cesó el llanto para no despertar a sus hermanos pero fue tarde.

   —¿Qué ocurre hermanito? —le preguntó Angela girando levemente la cabeza.

   —Nada, solo pensaba en papá y mamá.

   —Es bueno llorar, y más cuando es necesario —se giró de nuevo y volvió a dormirse.

   —An —la llamó, pero estaba profundamente dormida —te quiero hermanita.

Continuará...

Apocalipsis 202Donde viven las historias. Descúbrelo ahora