c a t o r c e

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Después cenar, Oliver se dispuso a anunciar las dos personas que se quedarían por la noche a vigilar los alrededores. 

   —¿Pero qué vigilamos exactamente? —preguntó Angela antes de dejarle hablar.

   —Guapa, estamos en un apocalipsis —sus palabras parecían discriminatorias pero su tono era dulce. —Es común encontrar a algún infectado por la zona, o pueden pasar patrullas, incluso gente que quiera entrar en la casa.

La chica asintió y Oliver hizo ademán de retomar su discurso. Anunció que los guardias nocturnos serían él y Roger.

   —Déjame hacer el turno a mí de nuevo —interrumpió Alex.

Todos se giraron hacia Alex con cara de sorpresa, era raro que alguien quisiese hacer ese trabajo y tener que permanecer en vela toda la noche.

   —¿Por qué debería hacerlo Alexander? Es la primera vez que alguien se ofrece a realizar el turno nocturno —rió a continuación.

   —No duermo mucho por la noche, prefiero hacer algo útil y dejarle a alguien descansar en mi lugar.

Era la primera vez que Alex se mostraba amable y respetuoso públicamente, y sus hermanos se dieron cuenta, a lo que se dedicaron una mirada extraña. Oliver le dijo algo como "Está bien" y tras un rato, la gente se fue yendo a dormir.

Angela continuaba pensando que algo raro pasaba con Alex desde que habían llegado a esa casa, no sabía si tenía que ver con Oliver, pero estaba dispuesta a descubrirlo. Se fue a su habitación seguido de Dani. Habían cedido una de las habitaciones a los tres hermanos aunque Alex aún no había dormido ahí. Se dispuso a compartir la cama con Dani, no quería dormir en el suelo entre cogines. No conseguía conciliar el sueño, quizá le vinieron a la cabeza bastantes cosas. Sus padres, lo bien que había planificado su vida antes de que ocurriera todo y lo mal que estaban saliendo las cosas. Siempre había sido muy optimista, por lo que no tardó en dirigir sus pensamientos en otra dirección. Paró a pensar en uno de los chicos del grupo, Sam. Tenía el pelo negro y ojos igual de oscuros. Solía tener una expresión seria o de enfadado, como las que pone su hermano. Pero algo había en él que le atraía. Había estado callado las últimas horas y creyó haberle escuchado hablar sólo en dos ocasiones desde que llegaron a la casa. En algún momento dejó de darle vueltas, se había quedado dormida.

En el exterior de la casa hacía bastante frío, mucho más que el día anterior, cuando ni siquiera habían necesitado chaquetas. Pasaron varios minutos desde que hubieron salido Roger y Alex. Ninguno había dicho una sola palabra hasta que Roger decidió romper el hielo.

   —¿Por qué has querido quedarte fuera esta noche?

   —No te ofendas, no es por que me apetezca pasar tiempo contigo pero...

   —Vaya, que amable —dijo Roger con algo de picardía.

   —Tenemos que hablar. De lo que ha pasado en el supermercado y...

   —No hay nada que hablar, sé que no quieres ninguna relación y que tu corazón es de tu chica. Ya te he dicho que me la puto suda. Estaba caliente y tú también, nos lo hemos pasado bien, eso es lo importante —sonrió con más intensidad.

   —Aparte... Nada de esto debe salir a la luz, te agradecería que no dijeras a nadie lo que ha pasado —Alex estaba cada vez más serio y no bromeaba.

   —¿Por qué? ¿Tienes miedo a que te juzguen porque se la metes a tíos?

   —No me van los tíos.

   —Pues después de lo de antes yo no estaría tan seguro... —sonrió a medias el mayor.

   —Te he dicho que ni se te ocurra contarlo, punto.

Roger no tuvo tiempo para contestar, porque veía a unos metros como un infectado caminaba hacia ellos. Alex se dispuso a cargar el arma mientras se levantaba de los escalones del porche, pero el otro le detuvo con el brazo.

   —¿Qué haces tío? —se quejó Alex.

Roger se puso los dedos en los labios a modo de hacer ver que necesitaban silencio, pero ya era demasiado tarde. El infectado se detuvo durante un segundo, y instantáneamente empezó a correr hacia ellos. Cuando el alto quiso apuntar hacia el medio-muerto, un cuchillo volador se le incrustó en la frente, haciendo que el cadáver desfalleciera totalmente.

   —Imbécil, ¿quieres que nos maten?

   —¿Qué? ¿Cómo has hecho eso? —Alex estaba más confundido a cada segundo que pasaba.

   —Haz puto silencio y te lo explicaré. Siéntate. Y deja que lo haga todo yo, no te ofendas pero eres bastante inútil en lo que armas respecta.

   —¿Qué coño sabes? Sé disparar gilipollas.

   —¿Ah sí? —añadió el bajo acercándose a él con tono de burla, —pues dime de qué coño te sirve un arma de fuego en un campo de batalla en el que el ruido atrae a tu enemigo. Pareciera que nunca has visto una película de zombis. Maldito crío.

   —Y entonces ¿por qué todos lleváis pistolas?

   —En caso de emergencia, si no hay más remedio. Tienes que hacer el menor ruido posible. Escúchame —continuó algo más apacible, —te habrás dado cuenta que el muerto estaba muy tranquilo, tan solo caminaba. Eso es porque está ciego, ni siquiera nos había visto.

   —Espera ¿qué? —Alex tenía un tono más agresivo.

   —Lo que oyes, a los días de infectarse, algunas partes de sus cuerpos se van descomponiendo, o simplemente deformándose. Por lo que hemos podido comprobar, los ojos son de las primeras cosas que pierden, y por eso, su oído se desarrolla de forma masiva y los hace ansiar más su presa, cómo puros depredadores.

   —Por eso...

   —Por eso cuando has cargado el arma y has hablado tan fuerte ha venido corriendo a por nosotros, debes tener más cuidado.

Roger había puesto su mano sobre la de Alex para quitarle el arma, a lo que el otro respondió con un quejido y una mueca extraña. Alex se preguntaba que era lo que hacía y por qué le había quitado el arma.

Continuará...

Apocalipsis 202Donde viven las historias. Descúbrelo ahora