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Las personas que se hallaban ya en la casa se fueron presentando, y lo único con lo que se quedaron los hermanos fueron con algún que otro nombre suelto, sin acordarse del todo de la cara de su propietario. Eran siete, y con ellos diez. Mike ya se había unido al grupo de nuevo, y había sellado la puerta de varias formas diferentes al entrar. Se habían percatado tiempo atrás de que Mike era el único en el grupo que debía tener más de cuarenta años, el resto aparentaba menos de veinticinco, incluso había algunos que parecían adolescentes.

   —Bienvenidos al grupo —sonrió Oliver. —Ahora os explicaré las normas y los turnos que solemos hacer. —Continuó tras una pausa demasiado larga —vale, para empezar armas de fuego descargadas —miró a la que tenía Alex aún sobre sus manos.

Este la descargó y se la metió entre los pantalones sin decir nada.

   —Continúo —siguió Oliver. —Nada de peleas entre vosotros, nada de armar demasiado jaleo y nada de paseos nocturnos que impliquen poner en riesgo la seguridad de la casa. Los únicos que deben estar en la puerta de noche son los guardias nocturnos que rotan todas las noches, que hoy vais a ser: tú, cariño —señaló a Alex con una sonrisa —y tú, Caitlyn —señaló a una chica mulata de ojos verdes y pelo increíblemente largo. 

La chica le dedicó una sonrisa sincera a Alex que él no le devolvió y que se disipó al pasar unos segundos. Parecía muy joven, de la edad de Alex, incluso menor.

El grupo permaneció en un círculo, como si fuera una asamblea, mientras los chicos hablaban entre ellos y de vez en cuando se alzaba alguien sobre todos con un "Shhht". Los hermanos estuvieron hablando con Oliver durante bastante rato, sin dejar de hacer preguntas.

   —Todos los que estáis aquí, ¿sois de la UI? —preguntó al fin Angela, deseándolo desde que había entrado en la casa.

   —La mayoría, a Cait la encontramos sola, tiene tu edad, Alex, y también está Josh. Es el primo de Sam, y es algo más joven que el resto del grupo —tantos nombres empezaban a confundirlos. 

   —¿Puedes volver a repetir todos los nombres en alto para que no parezca que sale uno nuevo cada vez? —confesó Dani algo agobiado.

   —Vale —rió Oliver. Levantó el dedo para ir señalando a las personas de la sala. —Ese es Sam y su primo Josh está ahí —les señaló. —Allí están Michi y Caitlyn y detrás está Roger con Mike.

   —Gracias —le dijo algo aliviado.

   —No hay de qué chaval —le dedicó una sonrisa.

   —Es Dani, y no soy tan chaval —le recriminó algo tenso.

Oliver le soltó un "está bien" y le ofreció la mano. Dani se la apretó y relajó su expresión. Siempre había guardado un poco de respeto a la gente que acababa de conocer, no podía fiarse de cualquier persona, y menos en este nuevo mundo, dónde todo era más que impredecible.

Antes de que oscureciera, se les ofreció una lata de legumbres en conserva a cada uno, y los hermanos, que llevaban varios días comiendo lo mínimo, lo engulleron como si fuera un manjar. Antes de que Alex tuviera que hacer de "guardia nocturno" con la chica que parecía llamarse Caitlyn, Angela le apartó del grupo para hablar con él.

   —¿Qué pasa? —preguntó confundido al ver la cara traviesa de su hermana.

   —¿Teníais algo, verdad?

   —¿Quién? ¿Qué? —volvió a preguntar algo nervioso.

   —Oliver y tú... ¿estabais liados? —dijo alzando la voz.

   —Cállate —le susurró tras un "shht" —¡Claro que no! ¿Qué te hace pensar que soy maricón?

   —Es por cómo te habla, ¡por dios te llama cariño! Además estabas con Edward —dijo como si fuera evidente.

   —Yo nunca estuve con Edward, era mi mejor amigo —dijo a la defensiva. —Olvidaos de él, está muerto.

Sin mirarle a la cara, se alejó de Angela para volver al grupo, arrepentido de haber mantenido esa conversación. Solo quería olvidarse de Edward, sin embargo le resultaba casi imposible si sus hermanos lo mencionaban a cada rato.

Estuvo callado la gran parte de tiempo antes de tener que salir afuera con la chica nueva. Cogió su escopeta y salió para sentarse en el porche a esperar. Se puso a pensar en como había cambiado su vida desde el holocausto. Antes era un chico relativamente normal, feliz, que tenía una vida sana y no demasiados problemas. Cómo su vida se había ido a la mierda en unos pocos días era de las cosas en las que no podía dejar de pensar. Tras unos minutos lamentándose empezó a tomarse las cosas con algo más de filosofía. Se paró a pensar en que habían pasado bastantes días desde la última vez que había echado un polvo, y la verdad es que lo estaba notando. 

La puerta de la casa desvió su atención en el frente y vio como Caitlyn bajaba algunos peldaños para sentarse junto a él.

   —Hola —dijo la chica.

Tenía una mirada preciosa. Sus ojos verdes eran de un tono muy claro, que le recordaba levemente a uno de los lagos en los que acostumbraba a ir cuando veraneaba en Arizona.

   —Hola —contestó él forzando una sonrisa que pareció salirle bastante bien.

   —Tienes una sonrisa muy bonita... Alexander es tu nombre ¿no?

   —Sí, gracias —es lo único que consiguió decir, no estaba demasiado acostumbrado a recibir buenas críticas, le venía de nuevo.

   —Es una mierda todo esto. Me refiero a perderlo todo. No sé tu caso pero yo he perdido a toda mi familia, todas mis pertenencias, y desde luego todas mis oportunidades para ir a la universidad —emitió una leve sonrisa, aunque Alex advirtió que no era una del todo sincera.

   —Siento algo parecido. Aún me cuesta tragarlo todo —confiesa sin dejar de mirar al frente, donde los árboles tapan la mayoría de su visión.

   —Perdí a mi novia —dijo ella mirando también al frente tras una breve pausa —tuve que matarla con mis propias manos —Alex se estremeció al ver que se le quebraba la voz. —¿Tenías a alguien especial?

Alex permaneció callado e inmóvil durante unos segundos con las manos en los bolsillos hasta que se dignó a hablar.

   —Algo así —se le dibujó una sonrisa en la cara y no trató de ocultarla.

   —¿Lo llevas bien? Podríamos hablar del tema juntos, a mí no me vendría nada mal.

   —Está bien.

Alex accedió y ambos cruzaron una mirada de complicidad antes de sonreír a la vez. Mutuamente, creían que hubiera una conexión que les unía, y cada minuto que pasaba, creían llevarse mejor con el otro. 

Continuará...

Apocalipsis 202Donde viven las historias. Descúbrelo ahora