C. 10: Oportunidad.

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Dama Negra

— Qué lástima, su alteza. Perdió su oportunidad —lamentó mientras contenía su risa e intentaba sonar lastimera—. O más bien, debería llamarte niña tierra ¿no?

Es una pena. Realmente lo es. Que dolor, qué lástima, pero ella no merece vivir. Su majestad el rey, no es justo que su hija le haya traicionado. Por eso he decidido reemplazarla. Sí, una niña buena que obedezca mis órdenes, eso será conveniente. Sólo estoy a un paso de mi objetivo, Lei merece lo peor. Es una malagradecida; ¿cómo se atreve a hacerles eso? Ellos no tienen la culpa, ella sí. Por eso tendré que hacer un intercambio. No voy a permitir que nadie sufra más.

— Malagradecida... —dijo arrastrando cada letra de la palabra.

Lei Rah

La pausada voz de esta retorcida mujer me atemoriza cada vez más. Sus intenciones están llenas de todo menos pureza, ¿cómo puede ser que mis padres confiasen en ella? No lo entiendo, pero cada vez estoy más convencida de que ella decía la verdad con respecto a una "reina" Asméredid. La realidad me golpeó como un gigantesco martillo al momento en que terminó la frase. Soy mi propia enemiga.

Me siento terrible. Aún no termino de creerlo, he traicionado a mi propia familia, mi linaje real. Soy una malagradecida, ella tiene toda la razón en eso. Desde que nací, me inculcaron el peso que simbolizaba ser la heredera al trono, parece que fue en vano.

Es una responsabilidad que a no cualquier Rozielle se le es asignada. Pero tú eres especial, Lei Rah. La sangre azul corre por tus venas. Eres, nuestra futura reina —sentenciaba mi madre en una de mis tantas lecciones de aprendizaje—. Espero que seas una mujer bondadosa, y gobiernes con orden, paz y justicia. Demuéstrale a tu padre que nosotras también estamos preparadas para asumir un rol tan importante como ese.

Mi madre siempre ha sufrido en silencio el hecho de que la mujer no tiene un papel importante en éste territorio. Incluso ella, siendo la esposa del rey sólo se limita a sonreír y saludar, nada más que eso. Por tal razón, siempre quiso tener a una niña –en esta ocasión yo– como única heredera, para así poder marcar la diferencia, y, su deseo se cumplió. Fui la única hija que pudieron tener, cosa que a mi padre no le agradó en lo absoluto. Tiempo más tarde maduré, los maestros veían en mí un gran potencial casi superior a él, por lo que empezó a tomarme afecto. Actualmente, como ya poseo la edad mínima para gobernar, fui nombrada virreina de estas tierras, debido a mi gran capacidad temprana. Por eso, especialmente mi progenitora, se siente orgullosa de todo lo que he logrado. Ahora, no tengo cómo explicarle con palabras idóneas que, la he defraudado. Mis hechos significativos se ven totalmente opacados por mi traición. Soy la niña tierra, y nadie podrá cambiar eso, no importa lo que haga o diga para enmendarlo. Ya no tengo oportunidad, he de ser una desertora. Cuando vi por primera vez a mis invitadas, sentí una extraña sensación de familiaridad, como si desde siempre nos conociéramos. Se veían distintas al resto de los de su especie, cosa que me atrajo aún más. Sus maneras de actuar, ellas mismas... me trajeron una extraña sensación nostálgica a la que ignoré por bastante tiempo, hasta ahora. Seguramente ni siquiera estaban perdidas, ¿Por qué vinieron de tan lejos a buscarme? Tal vez sea una de ellas. Puede que igualmente son como yo, una vil traicionera. Soy una de ellas.

— Quiero morir... —susurré mientras mis luchaba por contener mis sentimientos—. He deshonrado a mi familia.

— Tus deseos son órdenes —respondió la dama negra mientras su sonrisa se empezaba a notar, y alzaba unas tijeras que habían estado todo éste tiempo ocultas.

Me lo merezco.

Mizu

Mis ojos se abrieron inconscientemente. Es como si alguien me estuviese llamando a gritos, ese alguien me necesita. Puedo sentir la desesperanza haciéndose presente. Al parecer la situación es grave. ¿Qué sucede? Me percaté de que ya no estaba inmóvil y podía controlar mi cuerpo con facilidad. Me incorporé lo más pronto que pude procurando no caer en el intento debido a que estaba sumamente mareada. En un intento por caminar, me di cuenta de que ya no estaba más en tierra. Esto es el fondo del mar, y todo lo que me rodea es oscuridad. Debido a que puedo nadar aquí, no necesito las enredaderas que se apoderan de mis piernas, y la nube ya no será de ayuda, pues estoy en el agua. Me siento aliviada debido a que puedo al fin estar en casa, que no tengo más preocupaciones momentáneamente.

The Fifth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora