C18: ¿Te conozco?

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Mizu

Presiento que la perseverancia de Maya la llevará a hacer algo asombroso. Es decir, fuimos transportados aquí, junto a la susodicha en medio de verde musgo y, además, con ella dentro de un círculo. Éste lugar en blanco, me parece familiar y creo que no deberíamos quedarnos por más tiempo. Debo de admitir que al principio estuve escéptica con lo relacionado a su éxito en la misión de encontrar a la o el último de nosotras, ya que temía por ella, su seguridad; pues, en la tierra del fuego tienden a ser muy agresivos, ah, y sin olvidar la inhumana temperatura que tendría que soportar. Olvide que no estamos hablando de cualquier Eireles, hablamos de la persona que incluso me ayudó a superar algunas de mis debilidades, y, tomar el valor suficiente como para que yo convenciese a un miembro de la realeza, de, buscar a una reina que posiblemente le arrebate su estatus. Por eso y más, luego de un largo momento de desesperación e intentando vanamente despertarla, mi amuleto emitió un sonido que al parecer sólo yo oí; y una sensación aliviadora hizo acto de presencia en mí. Justo ahora presiento, que, está a punto de lograr sus objetivos.

Quisiera saber cómo es... —Pensaba mientras traté de imaginar a la dama del fuego, o, incluso el caballero.

Decido alejarme un poco, para pensar bien las cosas, olvidando el escenario de incertidumbre en el que nos encontramos. Ignorando cualquier rastro de enojo por parte de alguno, me paseo por el sitio, mientras observo con calma que la fuente de agua proveniente de mi nube, se está agotando. En un momento así hubiere entrado en pánico, pero mi querida amiga me enseñó –de la manera más dura posible– que, las cosas no cambiarán si pierdo la calma. Lo mejor para mí en esta ocasión es mantenerme neutral, sabiendo que podrá haber una "cura" para éste problema. Opto por quedarme quieta, ya que tal vez así desperdicie menos agua; y retorno con mis pensares. Concluyo que Maya fue en busca de la –o el– cuarta, ya que todo esto sucedió desde que la misma hubo de tomar la iniciativa de salvarle. Sí. Después de todo, nos hemos encontrado las unas a las otras en medio de situaciones peligrosas o críticas, por lo que no me sorprende que estuviese en tal estado de fragilidad. En seguida y sin esperarlo, algo choca en mi mente. Hay, un detalle, una cosa que he estado ignorando durante un tiempo. Más bien, a alguien: y está actuando sospechoso.

Élesis.

Aunque, tal vez por mi desesperación no lo haya notado antes de ser transportados a éste sitio, ahora con la mente despejada distingo que hay algo extraño en su actuar. No está preocupado, siquiera tiene esa característica mirada de relajación –sin contar que no está cerca de Lei–, más bien, parece sentirse incómodo con todo lo sucedido, un aspecto que a mi criterio es muy desconcertante. ¿Cómo pone esa cara al observar a Maya específicamente, si hacen apenas unos días era lindo con ella? No sé si deba, pero lo haré. Debo preguntarle qué le sucede, ya que después de todo su expresión es bastante explícita, aunque la princesa lo esté ignorando a causa de Maya, puede que lo hubiera percibido antes. Así que sin pensarlo dos veces y haciendo caso omiso a mi ya-no-tan-obvia timidez, me aproximo hacia el mismo que, aparenta perdido mientras mira a nuestra amiga en vez de ayudarla, algo que alimenta mi coraje y ganas de encararlo con la misma cortesía que él utiliza. Llamo su atención, y el drama que jamás esperé empezar, empieza.

— ¿Por qué tu actitud hacia ella, mi amiga, cambió tan paulatinamente? —Pregunté sin más, señalando a la misma.

Lei Rah

Verdades. Esas cosas que debes afrontar cada día de la vida. No sé cómo expresarlo, pero, no ha de ser agradable tener que afrontar una situación en la que una confesión de por medio sea la solución más viable. Lo mismo me pasó a mí, mientras intentaba hacer reaccionar a Maya. Por un lado, me sentía totalmente responsable de su estado, y, por otro, sentía que algo no cuadraba. Es decir, Mizu, en un momento indeterminado, empezó a mostrarse desinteresada por ayudarme a insertar el antídoto en los labios de la joven. Además, mientras yo estoy sintiendo un infinito sentir de culpa –gracias a todo en absoluto que pasó con nuestra Maya–, ella parece estar gozando de una tranquilidad única, incluso, atreviéndose a pasearse por el lugar como si fuere una atracción turística. La ignoro por unos momentos, ya que mientras más me acerco a la de cabellos blancos, más lejos parece estar. Es como si, ella no quisiera tomar el remedio que tanto me costó elaborar con mi pelo y unas gotas del agua de la Mérilis despistada de Mizu. Enojada estoy, sí, pero no dejaré que aquella emoción ciegue mi acto casi desesperado por curarla. Y sí que es difícil; acabo de notar que mi Élesis ni siquiera hace un intento por simular preocupación o ayudarme. Parece estar más ocupado en la laboriosa tarea de verme actuar. Siento que nadie me está ayudando.

The Fifth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora