Capítulo 3: Estado vegetal (Parte 6)

180 4 0
                                    

Rápidamente cambié de estación a invierno para ir donde el Gran Hechicero y entregarle al fin los zapatos del bailarín. Me apresuré en entrar.

- ¡Señor! ¡Señor! ¡Tengo los zapatos! ¡Son muy bonitos! ¡Mire! - Dije totalmente entusiasmada.

- ¡Guau! ¡Lo hiciste! ¡Tienes un mecanismo extraordinario en tu cabeza! – Decía alabándome.

- ¡Gracias, señor! Ahora, ¡resolvamos el último! ¡Y así podré volver a casa! – Tenía demasiadas ganas de volver...

El último objeto que queda en la estrella dibujada en el suelo era una pluma. El hechicero empezó a hacer su magia y el objeto comenzó a levitar.

- Lo último... ¡Aire! Mmmm... Reconozco esta pluma... ¡Pertenece a Palontras! – Mencionaba concentrado.

- Sí... ¡Le vi muy herido! – Me entristecí un poco.

- Mmmm... Seguro que está bien... ¡Posee el agua rosa! ¡La que todo lo cura!

- ¡Sí! ¡Eso es cierto! Bueno... ¿Qué hacemos con la pluma? – Entusiasmada otra vez.

- Ve a visitar al viejo muñeco mecánico del valokas... Mi varita estará allí. Tengo... tengo que terminar mi ciencia conejil. ¡Creo que tengo la respuesta!

- Oh... ¡Vale, señor! ¡Recuperaré su varita!

He aquí otra misión...

Era hora de lidiar con ese gran muñeco gigante que había visto antes detrás del bar (aunque en la estación de invierno este no se encontraba, pero yo ya sabía el camino). Había un tronco con muchas palancas que controlaban los cuatro brazos del muñeco mecánico. Una de sus manos -la derecha superior- sostenía la varita que necesitaba, tenía que ingeniármelas para hacer que cada mano ayudara a que la varita estuviera a mi alcance.

Hecho esto, subí nuevamente por el camino hasta llegar a la cueva del hechicero y entregarle su varita.

- ¡Aquí está su varita, señor hechicero!

- ¡Oh! ¡Magnífico! ¡Espléndido! ¡Lo conseguiste! – Me alababa nuevamente.

- ¿De verdad? ¿Pero dónde están las piedras? ¿Me las presta? – Solo quería esas piedras... y volver a casa.

- ¡No puedo darte las piedras! ¡Estas piedras son muy, muy especiales! ¡Lo que puedo hacer es colocarlas en la cerradura de la puerta! ¡Pero tú! Tú eres la única que puede girar la llave y abrir la puerta.

- Oh... ¡Ya veo! ¡El rey me dijo que él me enseñaría dónde está la puerta!

- ¡Ah! Entonces tendremos que ir a hablar con él, ¿no crees?

- ¡Sí! ¡Al castillo! – Estaba tan cerca...

Fui al castillo para hablar donde el rey, pero no fue precisamente al rey a quien encontré sentado en su trono... Era una especie de 'yo' con los ojos cerrados y llorando sangre, sentada en un escalofriante trono hecho de manos y ojos, un vestido rosa como el de una reina, un peinado bien elegante adornado con una corona que portaba un tétrico cráneo y sosteniendo en mi mano derecha un cuchillo y en la izquierda una especie de muñeco del Sr. Medianoche...

- Todo está bien... - Me decía esta persona, abriendo sus ojos y mirándome. – Me siento como en el cielo...

- ¿Quién eres tú? ¡Deja en paz al Sr. Medianoche!

- ¿Está tu cabeza jugando contigo otra vez? ¿No te ves a ti misma en el espejo?

- ¡No soy tú! ¡No lo soy! ¡Deja marchar al Sr. Medianoche! ¡Ahora! – Grité exasperada.

Fran BowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora