Al pasar unas cuantas horas todas las mujeres se encontraban en sus respectivos hogares utilizando vestidos y camuflas rojas, algunas tenían dibujos en estas, mientras que otras preferían no opacar el hermoso rojo con dibujos coloridos.
En el grupo de las gruesas había comenzado a brotar el mal olor causado por el sudor, luego de la gala habían decidido comenzar a hacer sus ejercicios diarios, sentían que debían aprovechar cada segundo para poder conseguir la figura perfecta que tanto deseaban. Básicamente el objetivo de todas y cada una de ellas era algún día pertenecer al grupo de las delgadas, o al menos llegar a tener sus espléndidas y bien cuidadas figuras.
Lamentablemente este sueño era olvidado a la hora de comer, porque, aunque el gobierno les diera un ejemplo de la cantidad de comida que debía contener un plato, éstas lo ignoraban y se servían grandes porciones de comida, sin pensar en lo que traería luego: quejas e inseguridades.
— ¿Compraste las pastillas? —preguntó en un susurro una gruesa llamada Catalina, era una de las más voluminosas entre el grupo, y por lo tanto, la que más trataba de buscar los medios para adelgazar.
—No me lo preguntes de esa forma, sentí que te referías a una especie de droga. —le regañó Katy, ésta tenía sus anchas piernas descansando sobre la meseta de la cocina mientras trataba de sacar la tableta de pastillas.
—Tan solo di que sí. —espetó Catalina, también llamada Cata, coincidiendo con su profesión de catadora de vinos.
—Pues sí, aquí tienes, recuerda leer las advert... —las palabras de Katy quedaron en el aire ya que Catalina salió corriendo tan pronto esta le entregó la tableta de pastillas, ignorando por completo su recomendación. Katy se encogió de hombros y soltó una risita, ya después vería las consecuencias cuando apareciera con la cara hinchada, sentía que debía ir a decirle pero decidió no hacerlo.
En la casa de las delgadas Chris estaba sentada en el rústico suelo mientras apoyaba la cabeza en la orilla de la cama, a pesar de la resaca no podía dejar de pensar en cómo conseguiría dinero para pagar el autobús que le dejaría en un punto cercano al almacén, según Angelo quedaba en un lugar apartado de la ciudad, casi llegando a los bordes.
La ciudad estaba rodeada por granjas inmensas donde criaban todo tipo de animales, los cuales eran utilizados para la creación de alimentos artificiales. Se les introducía químicos a través de la comida e incluso del agua que se les propiciaba, así estos podían ser digeridos por las mujeres sin causar que engordasen más de lo debido, aunque si exageraban su consumo podía traer el efecto contrario, todo estaba perfectamente preparado para que se mantuvieran siempre en la línea. Además, el cuero de los animales también era utilizado para la fabricación de los zapatos rojos, junto con otros tipos de prendas que podían encontrar en las grandes tiendas.
—Chris Chris, ¿dónde estás? —gritaron tres chicas al unísono mientras le propinaban suaves golpecitos a la puerta. Ella rodó los ojos y luego de pensarlo varias veces se levantó.
—Aquí estoy, chicas. —respondió mientras giraba con lentitud el pomo de la puerta, las chicas rápidamente se adentraron a su habitación y se sentaron en su cama.
— ¿Qué estabas haciendo? —preguntó Graciela, la más joven del grupo después de Chris.
—Solo pensando un poco. —forzó una sonrisa mientras miraba hacia abajo.
—Te perdiste la pelea entre Marissa y Carmen, al parecer una le robó el vestido a la otra pero no se sabe quién exactamente. —contó esta vez Yari mientras se acomodaba en la cama, a su lado Jordan rodó los ojos.
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Resaltado © [COMPLETA]
FantasíaUna gran ciudad en la que reinan los zapatos rojos entre los diferentes tipos de mujeres. Una chica que decide probar algo nuevo, algo más colorido y fuera de lo común. Y una especie de magia o fuerza sobrenatural deseando cambiar el estándar de lo...