Una de las cosas que caracterizaba la ciudad de Moltum era la irremediable ausencia de medios de entretenimiento.
El gimnasio era aburrido, el cine repetía las mismas películas, el centro comercial estaba decayendo y, no existía la política.
Durante muchos años el entretenimiento había pasado a un lado, siendo reemplazado por algo mucho más divertido y atrayente, la Diversidad Organizada. Tal vez no se podía definir de esa manera, pero sí que había sacado a las mujeres del aburrimiento profundo.
Sin embargo, ahora que las cosas habían cambiado, la realidad de la situación había golpeado a las mujeres de Moltum donde más les dolía, por lo que uno de los temas más tocados en las reuniones de la junta era la búsqueda de ideas para entretener a las mujeres.
Luego de reuniones y más reuniones las gobernadoras llegaron a una simple conclusión:
¿Por qué no hacer una gran fiesta...?
2 horas antes de la fiesta
—Tengo un 12. ¡¿Quién es talla 12?! —gritó una baja desde algún lugar de la tienda.
— ¡Yo soy talla 12! —gritaron dos chicas al unísono y como si se hubieran leído la mente comenzaron a correr en dirección a la baja.
La tienda de vestidos rojos no era ni de cerca un establecimiento con el espacio adecuado para la cantidad de clientes que recibía, por lo que mientras ambas chicas corrían como si sus vidas dependieran de ello, muchas mujeres salieron ligeramente perjudicadas.
A pesar de que la fiebre de rojo había desaparecido lentamente, las mujeres no podían negar ni ocultar el hecho de que el rojo era un color fantástico para cualquier ocasión, especialmente cuando se trataba de un vestido. No excusaba ni realmente lo explicaba, pero esta era la razón por la que una buena parte de la ciudad se encontraba en esa tienda en particular.
— ¡Lo tengo! —exclamó una alta llamada Luisa mientras sostenía el vestido rojo victoriosamente.
—Rayos. —pronunció Amelia, una delgada, segundos después con la respiración entrecortada.
Luisa se le quedó mirando por unos segundos y aunque sintió la necesidad de alardear, decidió darle un apretón en la mano.
—Buen trabajo. —le concedió Luisa con una sonrisa sincera, a lo cual Amelia chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—Claramente no fue lo suficientemente bueno. —puntualizó mientras señalaba el vestido en las manos de la alta.
—Te gané solo por unos segundos de diferencia, no es la gran cosa. —insistió Luisa.
Las altas no solían ser muy amigables con las demás chicas, y eso era algo que Luisa creía fervientemente tenían que cambiar, por lo que como la vida le había dado una segunda oportunidad, ella había decidido eliminar esa imagen de su persona.
Amelia, por el otro lado, todavía tenía en su cabeza una idea de cada grupo social que a veces no le favorecía demasiado, siendo ejemplo de esto la expresión confundida con la que se dirigió a la alta.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Amelia mientras reía. Esta vez fue el turno de Luisa de mostrarse confundida.
— ¿Nada...? —pronunció Luisa con la menor idea de lo que estaba pasando.
—Es extraño ver a una alta siendo agradable. —manifestó Amelia con un ápice de incomodidad y miró a su alrededor en busca de alguna distracción.
—Lo sé. —admitió Luisa luego de pensarlo por unos segundos—. También es extraño ver a una delgada haciendo comentarios así. —añadió con expresión pensativa.
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Resaltado © [COMPLETA]
FantasyUna gran ciudad en la que reinan los zapatos rojos entre los diferentes tipos de mujeres. Una chica que decide probar algo nuevo, algo más colorido y fuera de lo común. Y una especie de magia o fuerza sobrenatural deseando cambiar el estándar de lo...