Capítulo 2 - Preguntas sin respuestas

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Bestia siguió a Din Don a través del castillo, pasaron las escaleras y llegaron hasta el pasillo principal de la primera planta. Este pasillo se encargaba de conectar dos de las alas principales, atravesando el castillo de lado a lado. Tenía unas dimensiones colosales y una gran decoración entre la que destacaba la gran sucesión de estatuas que se extendían a lo largo de él. Estas estatuas estaban talladas en piedra, medían tres metros de alto y se encontraban colocadas sobre grandes pedestales, en los que venía indicado el nombre y una breve biografía de la persona a la que representaban; que en su mayoría eran los anteriores dueños del castillo.

Al adentrarse en el pasillo se encontraron con Lumière, que los estaba esperando.

-Amo, disculpe a mi queguido Din Don, yo le he dicho que no hacía falta molestagle pero él se ha empeñado...

-¡Es un asunto de vital importancia! ¡El amo debe saberlo cuanto antes!

-¿Qué es lo que tengo que saber?

-Amo, venga conmigo -Din Don se aproximó a una de las estatuas-. Mire, ¿no nota nada extraño?

-Din Don, no hay nada egstraño, ¡está todo en tu cabeza!

-Lumière, si quieres ver algo extraño en una cabeza deberías mirarte en un espejo.

-Lo único que noto es que se me está acabando la paciencia. Decidme de una vez qué es lo que pasa -les espetó Bestia-. Sólo veo una estatua.

-Amo, ¡me sorprende que sea usted quien diga eso! -Bestia le lanzó una mirada asesina- Fíjese bien, Amo. Esta estatua es de estilo barroco, como puede ver en los detalles y pliegues de su ropa. Debemos señalar que lo que destaca...

-Ve al grano -lo cortó Bestia.

-Alguien ha cambiado la posición de la estatua -Lumière se echó a reír-. Ya te lo he explicado mil veces -dijo dirigiéndose a Lumiére-, ¡no te rías! ¡Es un asunto muy serio!

-Amo, como ve, no hay nada de qué preocupagse.

-Din Don, ¿me estás tomando el pelo? -el aludido se echó a temblar-. ¡Es una estatua! ¡¿Cómo va a cambiar alguien la posición de una estatua de piedra sin romperla?! -dijo con un tono que oscilaba entre la indignación y el enfado.

-Pero Amo, es porque usted me ha dicho que fuera al grano. Sabe que si alguien conoce todos los rincones de este castillo, ese soy yo, y le digo que esta estatua no debería estar así.

-¿Y cómo debería estar entonces?

-En una posición como el resto de las estatuas barrocas. Si se fija, la ropa tiene gran cantidad de pliegues y detalles, pero la postura del cuerpo parece renacentista, no representa su movimiento característico y su cara no muestra ninguna expresión.

-¿Has movido tú la estatua?

-¡Lo está viendo con sus propios ojos! ¿Cómo podría haberla movido yo?

-Tienes razón, ni tú ni nadie del servicio podría haberlo hecho. Dime Din Don, ¿la he movido yo?

-Por supuesto que no, Amo. ¿O sí? -preguntó con miedo.

-Si no habéis sido vosotros, ni he sido yo... ¿la ha movido Bella?

-Eh... ¡no! ¡Por supuesto que no! Pero Amo, si me lo permite... creo que desde que Bella llegó están pasando...-no se atrevía a terminar la frase- cosas raras en el castillo.

Susurros en piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora