Capítulo 3 - Descubrimientos inesperados

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—Ya hemos llegado. Después de ti —el Doctor abrió la puerta e hizo un gesto con la mano para que Bella pasara.

Bella salió de la TARDIS y apareció en el jardín del castillo. No podía creer que hasta hacía un segundo, tras esas puertas se encontrase el espacio; todo aquello le parecía magia. Al comprobar que estaba en casa, se giró para darle las gracias al Doctor y fue entonces cuando vio lo que era en realidad la TARDIS. Una pequeña caja azul en la que era imposible que cupiese todo lo que ella acaba de ver en su interior. Comenzó a dar vueltas alrededor de la cabina para comprobar con sus ojos y sus manos que se trataba de verdad de una caja azul de madera que no medía más de un metro por cada una de sus cuatro caras.

—Es... —dijo acercándose al Doctor.

—¿Si? —preguntó él levantando una ceja.

—¡Es como un libro!

—Si... ¡¿Qué?! —exclamó el Doctor sorprendido.

—¡Claro! ¡Es más grande por dentro!

—¿Ah, sí? ¿Qué te hace pensar eso? —respondió sarcásticamente.

—Pero ¿cómo? ¿cómo puede ser más grande por dentro? ¿cómo puede viajar por el tiempo?

—Fácil. Tecnología de los Señores del Tiempo.

—Señores del Tiempo. Es la segunda vez que los nombras. ¿Qué son? ¿Alguna especie de sociedad científica?

—Somos extraterrestres, Bella.

—¿Extraterrestres? ¿Quieres decir que vivís en otro planeta?

—Sí, aunque no exactamente... —la mirada del Doctor se volvió seria y fría— Vivíamos en Gallifrey, pero ya no. Soy el último de los Señores del Tiempo. Pero eso ahora no importa —dijo cambiando la expresión de su cara.

—Pero entonces... ¿quieres decir que hay vida en otros planetas? —a Bella se le iluminó el rostro al contemplar tal posibilidad.

—Dejemos las preguntas para más tarde, ahora tenemos otro misterio que resolver ¿recuerdas?

—¡Ah! Tienes razón. Te llevaré a la biblioteca.

Bella condujo al Doctor a través del castillo hasta llegar a la biblioteca, donde se encontraron con Bestia.

—¡Bella! ¿Dónde te habías metido? No te encontraba... —Bestia reparó entonces en que Bella no estaba sola— ¡¿Quién eres?! ¡¿Has venido a por ella?! —dijo dirigiéndose al Doctor.

—¡Hola! Soy el Doctor. Y no. En realidad he venido a traerla de vuelta.

—¿Traerla de vuelta? —el Doctor asintió con la cabeza.

—Dice la verdad. Verás, cuando he ido a buscar algún libro que pudiera ayudarnos ha ocurrido algo... extraño —dijo Bella en un tono reconciliador.

—¡¿Algo extraño?!

—Algo me ha empujado, me he caído al suelo y al levantarme ya no estaba en la biblioteca.

—Ah, claro. Ahora entiendo que hayas llamado a un Doctor. ¿Te has hecho daño? ¿Te encuentras bien?

—Sí, no ha sido nada. ¿Vienes con nosotros? Vamos a investigar qué es lo que pudo ocurrir.

—No, tengo que averiguar qué es lo que trama Din Don. Doctor, si necesita cualquier cosa, vendas, apósitos, lo que sea, puede pedírnoslas a mí o a mi mayordomo —y diciendo esto, Bestia se marchó.

—¡Vaya! ¡Esto no me lo esperaba! Menuda bestia.

—¡Eh! ¡Tampoco te pases!

—Lo que no me ha quedado claro es qué especie es.

—Es humano —le contestó Bella tajantemente.

—Ya... humano. ¿A esto te referías con lo de cosas extrañas?

—Todavía no has visto nada.

Mientras tanto, se dirigieron a la sección de la segunda planta donde Bella había desaparecido. Al llegar allí todo parecía estar en orden, salvo por algunos tomos desordenados que había sobre una mesa central.

—Todo está igual que antes de desaparecer... es como si no hubiera pasado nada.

El Doctor se colocó sus gafas, sacó su destornillador sónico y apunto con él a diferentes puntos de la sala mientras lo observaba detenidamente.

—Doctor, ¿qué es ese artilugio? —preguntó Bella señalando al destornillador sónico— ¿una especie de varita mágica?

—¿Una varita mágica? Te aseguro que si yo fuera un mago con una varita mágica no te gustaría verlo —dijo mientras le guiñaba un ojo a Bella—. Es un destornillador sónico.

—Déjame adivinarlo, ¿tecnología de los Señores del Tiempo?

—Vaya, aprendes rápido —dijo el Doctor con una sonrisa—. Oh... qué interesante...

—¿Qué es interesante? ¿Has encontrado algo?

—Más de lo que parece. Verás, aunque a simple vista no podemos ver nada, esta sala contiene una especie de energía residual.

—¿Energía residual? ¿A qué te refieres?

—Es como cuando tiras una piedra al agua y aparecen unas ondas alrededor que se van expandiendo cada vez más lejos y con menos intensidad. Esas ondas apenas visibles, son las que hay aquí.

—No entiendo a qué te refieres.

—Alguien (o algo), se encargó de conseguir la energía necesaria para mandarte hasta la TARDIS. Tú serías la piedra, y la energía residual serían las ondas más alejadas.

—Vale, creo que empiezo a entenderlo... ¿pero quién ha podido hacer algo así?

—ESA es la pregunta. No voy a parar hasta averiguarlo.

El Doctor siguió analizando todos los rincones con el destornillador sónico, mientras que Bella se dedicó a recolocar los libros que se encontraban sobre la mesa.

—Doctor... —Bella se agachó cerca de la estantería— ¿has visto esto? —dijo señalando el suelo.

A los pies de la estantería había una fina capa de lo que parecía ser una especie de polvo grisáceo que se extendía de forma irregular por el suelo.

—¿Y esto? —el Doctor pasó un dedo por encima de aquello y se lo llevó a la boca— Mmm... Bella, dime que esto ya estaba aquí antes de que aparecieras en la TARDIS.

—No, no estaba.

—Por casualidad... ¿tenéis muchos elementos de piedra en el castillo?

—¡Claro! Te recuerdo que estamos en un castillo. Hay miles de detalles decorativos hechos en piedra. ¿Por qué lo preguntas?

—Bella, ese polvo que, según tú antes no estaba, sólo ha podido aparecer cuando algo (o alguien) te ha mandado a la TARDIS. ¿Y sabes qué es lo peor? Se trata de polvo de piedra.

—¿Y eso es malo, Doctor?

—Peor que malo, aunque creo que hay algo que se me escapa... Deberíamos volver a la TARDIS para analizar esto más a fondo. 

Susurros en piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora