Capítulo 4 - Busca y hallarás

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Tras tomar una muestra de la sustancia que habían descubierto, Bella y el Doctor regresaron a la TARDIS.

-Y dime, Doctor, ¿cómo vas a analizar esa sustancia?

-Oh, la TARDIS puede hacerlo.

-Quieres decir, que aparte de ser una máquina que viaja por el tiempo y por el espacio... ¿es también una especie de laboratorio?

-Bueno, se podría decir que gracias a la cantidad inmensa de información que contiene en su interior, puede ser capaz de identificar a qué pertenece esta sustancia, sea lo que sea -y mientras decía esto, introducía la muestra recogida en una de las cavidades de la consola de la TARDIS.

El Doctor tocó un par de botones y se dirigió hacia la pantalla.

-¿Información? ¿Como si fuera una enciclopedia que viaja por el tiempo y por el espacio?

-Es la segunda vez que comparas a la TARDIS con un libro, ¿tanto te gustan?

-¿Los libros? ¡Me encantan!

-¿Y la buena?

-Ven, te la enseñaré.

El Doctor condujo a Bella a través de diferentes pasillos de la TARDIS hasta que llegaron a una gran sala, decorada en tonos cálidos, en la que la vista no alcanzaba a ver el final de las hileras de estanterías que se agolpaban en su interior.

-¡Bienvenida a la biblioteca de la TARDIS!

-Es... -Bella no tenía palabras para describirla- ¡me encanta! Es incluso más grande que la del castillo. ¿Puedo dar una vuelta?

-¡Claro! ¿De qué sirve una biblioteca sin nadie que lea sus libros?

-¡Muchas gracias Doctor!

-Antes de nada, debo avisarte. No leas todo lo que encuentres. Recuerda que el sueño de la razón produce monstruos.

-¿Qué quieres decir?

-Si llegaras a encontrarte con un pedestal sobre el que destaca un libro, por favor, hazme caso -el rostro del Doctor se endureció-, no lo leas.

-¿Por qué no?

-Porque tienes otros miles de libros muchos más interesantes que ese. Prométemelo.

-Está bien, te lo prometo - y dicho esto Bella se adentró hacia el interior de la biblioteca.

El Doctor se quedó unos segundos observando por dónde se había marchado Bella, preguntándose si hacía bien dejándola deambular sola por las inmediaciones de la biblioteca.

La preocupación del Doctor respecto a lo que Bella pudiera encontrar entre aquellos libros desapareció rápidamente al recordar el motivo por el que estaba allí. Era muy extraño que Bella hubiera podido llegar hasta la TARDIS de la forma en la que lo hizo, y la única pista que tenía, por el momento, era la sustancia que estaba siendo analizada, pero eso no era suficiente, necesitaba conseguir todos los datos posibles para llegar hasta el final del asunto. Siendo consciente de que en la TARDIS no encontraría más datos hasta que obtuviera los resultados del análisis decidió ir a investigar por el castillo.

Tras atravesar el trecho de jardín que separaba la TARDIS del castillo, el Doctor decidió empezar su investigación por el principio, y para ello se dirigió a la puerta principal del castillo. Llegó hasta la puerta exterior y una vez allí se detuvo a observar cada uno de los detalles existentes. Frente a él se alzaba un imponente castillo en el que no había ninguna esquina, vano o resalte que no tuviera algún motivo decorativo; gárgolas, dragones, demonios y otras criaturas mitológicas talladas en piedra decoraban el exterior del castillo, lo que le daba un aspecto más tétrico que pomposo. Por el contrario, la majestuosidad del castillo desparecía al observar el estado en el que se encontraba el pequeño espacio que separaba la puerta principal de la verja exterior del castillo. Parecía como si las plantas hubieran tomado el control y la vida del lugar; rastrojos y plantas mal cuidadas decoraban los bajos de árboles secos y raquíticos a la vez que enredaderas secas se extendían por toda la planta baja del castillo. «Es como si la naturaleza muerta intentase alcanzar la cima del castillo dónde sólo hay decoración pétrea» pensó el Doctor ante dicha estampa.

Susurros en piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora