Capítulo 5 - Detalles sospechosos

108 25 14
                                    

Lumière y Din Don le contaron al Doctor la historia de por qué el castillo estaba encantado.

Hacía años, una noche de tormenta, una anciana llegó hasta el castillo y pidió cobijo para pasar la noche. Como pago, le había ofrecido al amo una rosa, pero éste se negó debido al aspecto de la anciana. Ella volvió a insistir, recordándole que no se dejara engañar por las apariencias puesto que la belleza se encontraba en el interior. Él volvió a negarse y entonces la anciana se convirtió en una bella hechicera. Al ver esto, el amo intentó disculparse, pero era tarde, ella ya había visto que en el interior de su corazón no había amor. Como castigo, lanzó un hechizo sobre el castillo que convirtió al amo en una horrible bestia y también afectó al resto de las personas que allí vivían.

—¿Una hechicera? —intervino el Doctor.

—Así es —respondió Lumière.

—Qué extraño... Aunque cosas más raras se han visto —le contestó el Doctor mientras hacia un gesto de aprobación con la cabeza—. Entonces... ¿todos erais humanos?

—Todos y cada uno, monsieur.

—Eso es. Todos éramos humanos y ahora sólo somos objetos que cogen polvo —dijo Din Don abatido.

—Qué interesante... —murmuró el Doctor— ¿Y no hay ninguna forma de acabar con esa "maldición"?

Habegla hayla.

—¿Y a qué esperáis?

—No es tan fácil como parece.

—La única forma para acabar con la maldición es que el Amo sea capaz de amar a una mujer y ganarse su amor antes de que cumpla 21 años —aclaró Din Don—. ¡Y si no lo consigue seguiremos siendo así para siempre! —terminó con expresión desalentadora.

El Doctor arqueó una ceja de forma interrogante y miró a Lumière como si supiera qué era lo que él pensaba.

—Pero... a Bella no le afectó la maldición.

—Efectivamente, ella llegó al castillo más tarde.

—Y sigue aquí.

—Es usted rápido, Dogtor —le contestó este de forma cómplice.

Y mientras decían esto llegaron al pasillo al que se dirigían.

—Ya hemos llegado —anunció Din Don—. Doctor, como puede ver, este pasillo está decorado con esculturas de los anteriores amos del castillo.

El Doctor observó cómo las esculturas se sucedían a lo largo del pasillo.

—¡Vaya! Este pasillo hace honor al castillo, vasto y suntuoso como él mismo.

—Acompáñeme, por favor —Din Don se acercó hacia una de las estatuas—. Como puede ver, hay estatuas de diferentes estilos; renacentistas, barrocas, rococós, etc. Aunque si se ha fijado bien habrá visto que la mayoría del castillo es de estilo barroco.

—¡Oh! Sí, claro. Incluso me he fijado en que tenéis hasta elementos góticos, sobre todo en la fachada.

—¡Por fin alguien que sabe apreciar la belleza del castillo! Verá, Doctor, cuando recibimos algún invitado, yo soy el encargado de enseñarles el castillo explicándole un poco la historia de cada sala.

—Y ese es uno de los motivos de que apenas tengamos invitados.

—Cállate, Lumière. Como iba diciéndole...

—Creo que ya sé cuál es el problema de esta estatua —musitó el Doctor a la vez que observaba detenidamente la escultura.

—Se ha dado cuenta usted también, ¿verdad?

—Es extraño. ¿Se trata de alguna escultura ecléctica?

—Yo suelo decir siempre que si no es barroco, es barraca. Pero créame Doctor, esta escultura debería ser barroca, ¿comprende? ¡BA-RRO-CA con todas sus letras! —exclamó al borde del infarto.

—Eso quiere decir que alguien ha tenido que modificar la estatua. Es imposible que siendo barroca tenga esa postura y esa expresión en el rostro tan características del renacimiento.

—¿Está ugsted diciendo que Din Don tiene razón? —la voz de Lumière dejó ver un rastro de preocupación.

—¿Quién es ahora el loco, Lumière?

—¿Estás seguro de que nadie ha cambiado la estatua por otra diferente?

—Completamente Doctor. Además, en el castillo sólo estamos el servicio, que ni si quiera podríamos bajar la estatua de su pedestal, el Amo y Bella.

—El Amo no se había dado cuenta de los cambios de la escultura hasta que Din Don se lo dijo esta mañana. Y es casi imposible que Bella hubiera podido con la estatua ella sola.

—Supongo que ya sabéis que modificar la postura de una escultura de piedra como esta sin romperla es imposible.

—¿No puede haber sido un fantasma?

Pog favor, Din Don ¡sabes que eso es imposible!

—Bueno, no es que sea imposible... Digamos que es más bien improbable. ¿Hay alguna otra estatua a la que le haya pasado algo parecido?

—Sí —afirmó Din Don.

—¿Y le pasa lo mismo que a esta?

—Más o menos. ¿Quiere que se la muestre?

—Para eso me habéis llamado ¿no? Pero antes tengo que haceros otra pregunta ¿Desde cuándo habéis notado estos cambios en las estatuas?

—Pues... —Din Don vaciló un poco antes de contestar— Desde que Bella llegó al castillo.

Los ojos del Doctor se abrieron como platos al escuchar la respuesta. «Todo apunta que el motivo es ese, pero hay algo diferente. Algo que se me escapa» pensó para si mismo.

Din Don y Lumière llevaron al Doctor hacia el jardín. Mientras lo guiaban hacia la fuente principal Bella salió de la TARDIS y se cruzó con ellos.

—¡Doctor! Tengo algo que preguntarte. Vaya, veo que ya has conocido a Din Don y a Lumière.

—¡Bella! ¿Cómo no me lo habías dicho antes?

—Era una sorpresa, ya te dije que últimamente me había encontrado cosas muy extrañas —respondió entre risas—. ¿A que es increíble?

—¿Increíble? Lo increíble es que no me lo dijeras. Puede que haya encontrado la razón de cómo llegaste a la TARDIS. Aunque si te soy sincero, espero no tener razón, porque si la tengo es posible que todos los que estamos aquí estemos en peligro.

—¿En peligro? —la respuesta del Doctor pilló a Bella por sorpresa— Creo que no estamos hablando de lo mismo, yo me refería al hecho de que Din Don y Lumière sean un reloj y un candelabro. ¿Qué ha ocurrido?

—Bella. En el castillo hay estatuas que se mueven, o mejor dicho, que se han movido.

—¿Qué?

—¿No lo sabías?

—Pero eso es imposible ¿no? No tenía ni idea.

—Lo malo no es que haya estatuas que se muevan, sino que me temo que esas estatuas no son en realidad estatuas, sino otros seres que se hacen pasar por estatuas...

—¡Doctor! ¿Qué intentas decirme?

—Bella, creo que llegaste a la TARDIS debido a que un ángel lloroso te envió allí por algún motivo.


Susurros en piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora