capitulo 19.

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—No es molestia. 

—Déjalo, el viaje me relajará.

—Si el tráfico de Sidney te parece relajante estás para que te aten —intentó bromear James —. Conduce con cuidado. El niño que llevas a bordo es mío.

—¿Cómo voy a olvidarlo? —murmuró Emma, irónica.

James se quedó mirando el auricular, preguntándose si debía insistir. Sonaba rara, como si le faltara el aliento.

Pero Elaine entró en su despacho en ese momento.

—Aquí está el informe del caso Dangar. Pero no le hará gracia que se lo des a Michael. Quiere que lo lleves tú personalmente.

James dejó escapar un suspiro.

—Lo llamaré mañana, a ver si puedo tranquilizarlo.

Elaine se cruzó de brazos.

—¿Estás diciéndome que no vas a representarlo?

—No es asunto tuyo.

—A ver si lo adivino... —los ojos azules de Elaine brillaban, malévolos.

—Si insistes...

—Como nunca antes te he visto pasarle un caso a nadie, supongo que es porque no quieres discutir con cierta persona. 

—Sigue.

—¿Esa persona es tu ex mujer?

—¿Por qué no te vas a casa y le preparas las zapatillas a tu marido, como toda buena esposa debería estar haciendo a estas horas?

Elaine soltó una carcajada.

—¿Eso es lo que esperas que haga Emma ahora que ha vuelto contigo?

—Me temo que Emma haría algo muy diferente con mis zapatillas. No creo que las pusiera donde yo quiero.

—Es muy simpática —dijo su secretaria—. No entiendo cómo se enamoró de ti.

—¿Qué quieres decir con eso?

Elaine cambió el peso del cuerpo al otro pie.

—Sigues enamorado de ella, ¿verdad?

James apartó la mirada.

—Te pago para que organices mi vida pública, no para que te metas en mi vida privada.

—No puedo organizar tu vida pública si tu vida privada es un desastre.

—Mi vida privada no es un desastre.

—¿Ah, no? —sonrió Elaine.

Pero antes de que James pudiera contestar, salió del despacho, dejándolo con una negativa en los labios.

Emma decidió en el último minuto pasar por la consulta del ginecólogo porque, aunque el dolor había desaparecido, estaba preocupada.

El doctor Green fue consolador, pero realista.

—Emma, un embarazo no va siempre como uno querría. Tienes buena salud, pero trabajas demasiadas horas, deberías descansar un poco más. Tienes la tensión alta y eso no es bueno para el niño. ¿Has pensado tomarte unas vacaciones? Un par de semanas sería estupendo.

—No sé...

—¿Y tu vida personal? Sé que la relación con el padre del niño es... complicada. ¿Has llegado a un acuerdo con él?

—Algo así —contestó Emma, preguntándose qué diría el médico si le contara el ultimátum de su ex marido.

Un ultimátum al que ella se había agarrado como a un salvavidas.

—Bueno, pues mi consejo es que te tomes un par de semanas libres. Ven a verme después y, si tu salud no ha mejorado, podrías considerar trabajar a tiempo parcial hasta que nazca el niño.

Emma salió de la consulta preguntándose cómo se había complicado tanto su vida en tan poco tiempo. Cuatro meses antes era una mujer soltera, una abogada dedicada por entero a su trabajo. Volver a ver a James lo había cambiado todo... lo había puesto todo patas arriba, más bien.

Sus aspiraciones profesionales habían quedado atrás para dejar sitio al niño. Su hijo, que era lo único importante en aquel momento.

James paseaba por el salón, con el cuello tenso de tanto mirar el reloj. ¿Dónde estaba?

La había llamado al móvil, pero estaba apagado. ¿Y si había tenido un accidente? Quizá estaba sangrando en alguna parte, sola...

La idea era tan insoportable que tuvo que pasarse una mano por la cara, como para borrar esa torturadora imagen.

Entonces se abrió la puerta y, sin pensar, se lanzó al pasillo como una fiera.

—¿Dónde demonios has estado?

Emma se echó hacia atrás, asustada.

—¿Se puede saber qué te pasa?

—Estaba preocupado. Perdona, no quería gritarte.

—Es que pasé por la consulta del ginecólogo.

—¿Por qué? ¿Te ha pasado algo?

—Me ha dado un dolor en la oficina...

—¿Dónde?

—Aquí —contestó ella, señalándose el abdomen. 

—¿El niño? —preguntó James.

—El niño está bien —le aseguró Emma —. Pero tengo que tomarme las cosas con calma, según el doctor Green.

—¿Por qué no te tumbas un rato? Yo te traeré la cena. El ama de llaves ha dejado algo en el horno, sólo tengo que calentarlo.

—Por favor, no te molestes. Me voy a la cama.

—Emma, tienes que comer. Y si el médico ha dicho que tienes que tomártelo con calma, debes hacerle caso. Estás agotada y eso no es bueno para el niño.

—Mira, esa charla ya me la ha dado el médico —replicó ella, irritada—. No necesito otra.

—¿Qué ha dicho el doctor Green?

Emma dejó escapar un suspiro mientras se sentaba en el sofá.

De nuevo la señora Maslow. TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora