2. Yo lo amo

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Kagome

Tres años después

Miro todo aburrida, mi vida ha cambiado tanto, aquí no soy la sofisticada Kagome Higurashi, solo una delincuente más en todo este lugar. Estoy sentada en lo que llamo mi cama mientras leo un libro que me prestó una de las chicas de guardia.

—Kagome—levanto la vista del libro y la enfoco en mi compañera de celda.

—¿Sucede algo?—pregunto mirándola, o más bien inspeccionándola. Este lugar es peligroso, cualquier paso en falso y mueres o te matan.

—El director de aquí quiere hablar conmigo—murmura nerviosa—¿y si me quieren transferir a otro lugar?—murmura con miedo.

—Calma Ayame, todo estará bien—ella asiente y me abraza.

Ayame ha sido la única amiga que he logrado hacer en este maldito lugar. Fue encerada en este lugar por querer sacar adelante a su familia y el que es un padre para ella. Su abuelo. Resulta que vendió su cuerpo a un gran empresario, pero el dinero que ganaría no sería suficiente para darles de comer y le robó. Él la encerró en este lugar por cinco años. Ya lleva cuatro, espero que pronto salga, aunque perderé a mi única compañía aquí.

—También me llamó a mí—le digo para que se tranquilice.

—Nosotras no hemos hecho nada—murmura con miedo.

—Y por eso no tenemos nada que temer—ella asiente tranquila.

—Higurashi tienes visita—asiento y me ponen las esposas para llevarme a la sala de las visitas.

Me siento esperando a Miroku, el único al cual le permito venir. Sango se enteró, pero la llame y la amenacé con no venir, al igual que a Koga. Shippo no sabe nada, aunque creo que siente que lo abandoné.

—Pero la perra volvió a donde pertenece... A la perrera—levanto la cabeza encontrándome con la odiosa de Kikyo.

—¿Enserio?, ya me extrañabas lo suficiente que vienes a darme una vueltecita—le muestro una sonrisa sarcástica y ella me mira mal.

—No cariño, lo que pasa es que como no venía nadie pensé; la pobre perra se sentirá callejera ya que no tiene familia, entonces como soy tan humilde vine hacerle visita—la fusilo con la mirada queriendo callarla y dejar de escuchar su voz chillona.

—¿A qué viniste Kikyo?—pregunto tratando de que se largue por fin.

—Vine a mostrarte el hermoso anillo de compromiso que me dio Inuyasha—escondo la sorpresa y el pinchazo en mi pecho que sus palabras causan y me quedo en silencio para luego soltar una carcajada. Ella me mira desconcertada ya que al parecer esperaba que llorará como una Magdalena.

—¿A eso viniste?—pregunto entre risas.

—¿A qué más?—niego con la cabeza.

—¿No sabes moverte bien que tuviste que esperar tres largos años para que el odio que siente Inuyasha por mi crezca y poder metértele por los ojos?—pregunto entre risas. Risas falsas que solo yo conozco—¿cuánto tiempo duré yo para que me lo pida?—pregunto y ella de queda en silencio—¿uno o dos meses?—la veo soltar chipas del enojo que trae consigo—me das tanta lástima Kikyo. Inuyasha te dejó por mí y aun así estas como perra faldera detrás de su dinero—ella me mira querido matarme.

—Yo lo amo—me dice segura de sus palabras.

—Tanto como amaste a tu hermano y luego de robarle su dinero lo dejaste en un orfanato?—ella guarda silencio—creo que te acusaré y así me acompañas los años que me faltan por estar aquí—ella me mira horrorizada.

Por tu perdón InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora