Tercer año sin ti.

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“Jude, mírame. Mírame”

Sus manos tocaron mi piel empapada de lágrimas, él trataba de que lo viera pero yo no podía hacerlo, tenía tanto dolor dentro de mi que sentía que en cada bocanada se partía mi corazón en trozos más diminutos que un átomo.

“Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí, no estás solo, escucha mi voz, oh, mi beau Jude” Me aferré a su chaqueta, arrugándola con mis dedos mientras mi boca mordía su camisa, la saliva se deslizaba por mis comisuras y es que era imposible para mi mantener la compostura. “Yo estoy contigo, siempre, para ti, por ti”

“M-Mi…” La voz no salía más allá de mi garganta, se había ofuscado y una nueva tunda de sollozos inundó la camisa de Aaron.

“Lo sé, pequeño” Me sobó la espalda, su toque era reconfortante, era mi analgésico perfecto. Él siempre estaba ahí, aún sin que yo lo pidiera, manteniéndose a mi lado, listo para cuando yo necesitara a alguien. “Lo sé” Trató de calmarme, resultando en un éxito eminente.

“Mi hermano…” sollocé en su cuello. Me había llevado el puño por instinto a los labios, era una costumbre de pequeño que pensé haber dejado pero ahí estaba, tan presente como el dolor de haber perdido a mi hermano. Aquel que me había apoyado durante mi salida del armario, cuando supe que me gustaba Aaron, cuando estuve a punto de tirar la toalla con él, en todo.

Ah, con esto ni me había dado cuenta que se cumplían 6 años sin mi hermano, me disculpaba con todos los dioses existentes en el planeta por olvidar mi compromiso con los muertos.

En realidad, no lo había olvidado, era una forma de alejar más dolor del necesario de mi ser, no tenía alma para resistir otro golpe. Era como cuando los glóbulos blancos están tan bajos que cualquier cosa te podría matar, así me sentía.

Quería alejarme del cementerio, no quería pensar en tener que volver ahí por dos razones en vez de una, me resistía al pensamiento con todas mis fuerzas, era suficiente con el juego del sufrimiento.

Tal vez no estaba listo para ello aunque deseara que mi Aaron estuviera muerto.

“¿Sabes por qué eres irresistible?”

Me atoré con los panditas. Eso me había pillado realmente desprevenido, maldito loco provocador de infartos.

“Porque soy 'hermoso’, supongo” Aaron chistó, destapando sus fideos instantáneos con lentitud como si yo tuviera el tiempo de dignarme a ver como se enamoraba de esos fideos.

“No, hermoso lo eres naturalmente, aunque no me gustó el tono con el que lo dijiste, ¿sabes? No tiene ningún chiste si no piensas en ti al decir esas palabras” Traté de refutar pero él colocó su dedo en mis labios, obligándome a callar. “Eres irresistible por el tan solo hecho de hablar, tienes un acento británico tan jodidamente irresistible, del mismo modo en que eres irresistible al humedecer tus labios o tragar saliva cuando te pongo nervioso, me encanta el modo en el que bates tus pestañas para tratar de conseguir lo que quieres, como frunces tu nariz cuando estás feliz, me encanta que tú marca de nacimiento pequeñita por tu frente se mueva cada vez que sonríes, me vuelve loco. Oh, me enloqueces, Jude Willighaghen.”

¿Qué carajos? Ni yo sabía que hacía esas cosas. ¿Acaso se la pasaba estudiándome? Maldito acosador, pervertido, depravado…

“Me es irresistible el hecho que no te percates de esos detalles que me vuelven insano.”

Quise llorar.

Bueno, el verbo “quise” estaba equivocado puesto que ya había comenzado a llorar sobre la tumba de mi hermano, parecía no tener control sobre mis lágrimas pero pedía una tregua con el mundo y dejar de sentirme tan atrapado como en una resonancia magnética. Quería dejar de oír el martirio de mi corazón.


Siete años sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora