Quinto año sin ti.

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Me prometí a mí mismo a renunciar a Aaron cuando hallaran su cadáver. Solo en ese momento iba a renunciar al recuerdo de él y continuaría mi vida romántica, de lo contrario no podía hacerlo porque se sentiría como una traición, como si le pusiera los cuernos y esa sensación no me gustaba. La odiaba. Me repudiaba.

Siendo sinceros, esa era la opción más factible porque dentro de mí, quería sentir que posiblemente, Aaron podría estar con vida. Las posibilidades eran muy remotas, casi nulas, más cercanas a lo imposible pero no quería dejar de creer que él podría estar pensando en mí en ese mismo momento de la misma manera en la que yo lo estaba haciendo, era algo aterrador y me sacaba toda la mierda que tenía adentro pero esa gota de esperanza era lo único que me quedaba para no enloquecer.

La frase de: "La esperanza es lo último que muere" aplicaba en mi caso. ¿Qué habría hecho para merecer morir por esperanza? Era ridículo, ni que fuera parte de la desesperación; oh, perfecto, ahora tanta soledad me hacía relacionar todo con series animadas. Sí, a mis casi 30 años. Vale, me sentía un poco más viejo de lo que debería sentirme pero mi modo de reconfortarme a mi mismo es que bueno, Aaron ya tendría casi 37, de seguro hasta estaba canoso.

Canoso y con barbas blancas de Santa. Faltaba la parte de gordito.

No me di cuenta de que estaba llorando hasta que me pasé una mano por la cara al sentir mi cuerpo muy pesado. El sentimiento era muy pesado como para poder soportarlo, me sentía como un cangrejo, yendo para atrás aunque ni siquiera sabía si los cangrejos caminaban para atrás. Lo extrañaba demasiado, no había palabras para expresarlo, lo extrañaba tanto que podría considerarse apego pero es que era muy difícil sobrellevar todo esto con mi vida normal, tratando de lucir bien, de estar bien, de sonreír cada vez que alguien me lo pidiera, estaba cansado. Solo quería tirarme en el piso y dormir muchos días para no enterarme de nada y no tener que estar alerta de los noticieros.

Mi cabeza pitaba, mis nervios estaban en punta pero lograba poner una expresión de alguien normal, por más que las ojeras y las bolsas de mis ojos me delataran, probablemente había probado la mayoría de antidepresivos populares. Y no podía dormir.

Ahora más que nunca quería dormir, dejar de pensar, sumergirme en el mar y dejarme ir. Simplemente quería rendirme. ¿Cuál era el caso? Tenía muchos propósitos pero no tenía al compañero que siempre me animaba en mis fechorías y en mis ideas altruistas, el que se encargaba de consolarme en el servicio social.

Lo único que me lo impedía eran mis mascotas, ¿qué pasaría con ellas? No quería que la pasaran mal, quería que fueran felices, quería que inundaran la casa con meados en toda la casa, que disfrutaran y que fueran saludables, no los quería tristes y mucho menos (si se daba el caso) de que fueran Hachiko 2. Iba a revolverme en mi tumba y regresar como fantasma si es que eso pasaba, simplemente no podía, no quería, ni debería dejarlas. Era irresponsable, como si tomara la vida de dos animales como algo desechable y es que desde que pasaron a vivir bajo mi techo, eran parte de mi vida y no podían ser víctimas de mi egoísmo, simplemente no. No tenían que pagar mis pecados.

No podía hacerles eso.

Tenía que vivir por esas bolas de pelos.

"Hola" me dirigió la palabra el chico de las donas, metiéndose en mi camino. Me detuve en seco, algo incómodo porque no era muy agradable que un desconocido interrumpiera tu paz mental. "¿Quieres ir tomar un café?" Genio, el café más cercano se encontraba a 10 cuadras y no me quería arriesgar a que de repente le diera lo loco y me quisiera secuestrar.

"No, gracias" ¿En serio estaba tan desilusionado? Agh, que dolor de cabeza, ¿tenía cara de persona tierna y compasiva? No, todo lo contrario. No quería hacerme responsable por un chico de 20 años con toda la vida por delante.

Siete años sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora