Cuarto año sin ti.

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De alguna manera, estaba logrando ser feliz. Lloraba en escasas ocasiones, tres o cuatro veces al mes, a veces cuando  mis necesidades se sobreponían a pensamientos cercanos a la agonía de necesitarlo a mi lado abrazándome, de necesitar amarlo como debía ser, de volver a sentir esa energía rejuvenecedora de amarlo aún cuando había pasado tanto tiempo, realmente añoraba sentir la calidez en caricias gentiles bajo las sábanas color crema; sentía esa necesidad por él, de escucharlo, de olerlo, de tocarlo, de verlo, de saborearlo, de inimaginables cosas que solo nosotros dos sabíamos hacer. Juntos. Sólo nosotros dos. ¿Acaso era tan malo?

El mundo no había dejado de girar mientras yo me sumía en una depresión. Y no tenía que desperdiciar el tiempo del cual probablemente Aaron no contaba.

Eso es lo que me prometí cuando se cumplieron cuatro años sin él.

Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo porque, bueno, no es fácil tratar de ponerte en pie tras estar estancado tanto tiempo en un solo punto,

Empecé a socializar más y a invertir tiempo en problemáticas que parecían tener una causa perdida. Uno de ellos era al mismo colectivo al que pertenecía, el LGBT; yo me consideraba como una persona bisexual que solía practicar sexo seguro con su pareja pero me sorprendió cuando entre todas mis investigaciones antropológicas de campo, se estuvo dando la situación de pensar que no había personas bisexuales, que solo eran personas motivadas por el sexo y la experimentación.

Empecé a socializar con otras personas, tratando de ver qué pasaba, también acudí a ex-soldados del ejército que se les dio baja deshonrosa por situaciones derivadas de su homosexualidad, como si la masculinidad derivara de un sólo eslabón. Temí por Aaron, realmente nunca le había preguntado cómo lo sobrellevaba en el tiempo que estuvo sirviendo como médico de combate en Iraq, nunca había visto una herida superficial en su rostro pero sabía que personas que querían sacar a relucir su testosterona, eran un poco más “avispadas” en donde podrían dejar heridas.

Mis aportaciones me estaban llevando cada vez más y más arriba, realmente estaba haciendo un cambio en el bufete y no sólo era algo así, sentía que le estaba dando aprovechamiento a la ausencia de Aaron, de mi pareja, estaba haciendo algo por él. Y mientras pensaba en aquello, hice amistades que no podrían ser reemplazadas nunca más y podrían ser las mejores en mi vida por sus ideales alejados del androcentrismo, era realmente difícil que discrepáramos en alguna situación con el bufete, me sentí como una persona mejorada y de provecho al punto en el que ya no solo lo estaba haciendo por el amor de mi vida, lo estaba haciendo por mí y para aprovechar mi propio tiempo de vida.

Y solo le podía agradecer a él.

Eran un millón de cosas en las cuales había estado estado pensando todo este tiempo, probablemente todas relacionadas a Aaron pero tenía que rezar y tener fe en que no haya padecido de dolor, porque a estas alturas era imposible de que estuviera vivo. Lo sentía dentro de mí, había momentos en los que sentía un dolor inexplicable y por alguna razón, los relacionaba con el dolor que podría estar pasando Aaron, no quería que fuera su dolor.

“No me lo tomes a mal pero odio el vómito y si vomitas encima de mí, te pegaré con tu vómito.”

Me empecé a reír, acariciando mi panza que seguía haciendo ruidos extraños parecidos a gases, sentía el culo caliente y hasta me ardía de tanta diarrea. Uh, estaba hecho un asco.

“¿No quieres tener sexo ahora mismo?” Me burlé, alzando las cejas simultáneamente con picardía. Él hizo un gesto de asco, sacudiendo la cabeza, tal vez estaba conteniendo las ganas de pegarme. Iba a decir algo más pero mi estómago empezó a doler muchísimo y me doblé en posición fetal, tratando de calmar mi angustia.

Siete años sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora