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Las nueve en punto de la mañana y se sentía un verdadero infierno, era uno de esos días que, si te quedabas quieto, podías escuchar los latidos de tu corazón, y el de los demás.

Papá y mamá habían salido de la ciudad el fin de semana, fueron a visitar a unos viejos amigos de la preparatoria, por lo tanto me encontraba sola.

O al menos eso creía.

Unos golpes provenientes de la puerta principal, retumbaron en toda la sala. Me acerqué a observar por el picaporte, y vi a James. No sé porque no me sorprendía el hecho de que fuera él quien se encontraba tras mi puerta.

- hola - dije abriendo la puerta - ¿qué haces aquí? - lo miré.

- pasaba por el vecindario - alzó los hombros - y me preguntaba si querías ir por un helado - sonrió.

- no creo que papá me deje ir - mentí.

- está bien - dijo - ¿dónde está? - entró a la casa - le diré si puedes salir conmigo.

- oh no - lo empujé hacia la puerta - no lo harás - estaba apunto de cerrar la puerta, pero la detuvo con su pie.

- dime que saldrás conmigo y no lo haré.

- voy por mi bolsa - dije. Soltó una risita.

En el camino hacia el centro de la ciudad, James iba contándome historias de cómo se había metido en problemas en más de una ocasión.

Cuando llegamos a una cafetería, se estacionó y bajamos del auto.

Gracias a Dios, la calefacción era fría y fresca, por lo cual no hacía calor ahí.

Después de que ordenáramos los helados, comenzamos a platicar de cosas sin importancia.

Tenía que admitir que me sentía bien con James, pero también sentía miedo de que algo pasara.

No quería caer por él, pero lo empezaba a hacer.

James Dean  ;  young james franco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora