Cuenta regresiva

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Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el buró a lado de su cama con el reloj despertador digital con la hora en números rojos que su somnolienta mente no alcanzaba a comprender, haciendo que parpadeara rápidamente un par de veces para tratar de despejar el cansancio que se cernía sobre él, quería dormir hasta el otro día pero su estómago le avisaba en gruñidos que eso no sería así hasta recibir su respectiva ración alimenticia.

Finalmente pudo ver bien los números que indicaban eran las siete de la mañana haciendo que se levantara de sobresalto gimiendo adolorido por su espalda lastimada, dándose cuenta que estaba boca abajo y su torso estaba completamente vendado por unas vendas que no recordaba haberse puesto por que hasta donde sabía, el había caído sobre la mesa de la sala rompiéndola en el proceso cuando Skulker vilmente lo atacara por la espalda, los fantasmas no conocían sobre el honor.

Como sea, se recargó en su codos y lentamente fue alzándose para levantarse con sumo cuidado, tratando de conectar sus ideas sin demasiado éxito, dándose media vuelta para acomodarse boca arriba, no recordaba nada más después de eso, todo era dolor sumido en la oscuridad de la inconsciencia, el único ser probable para curarlo así era Sam, pero era más que obvio que a pesar de contar con ciertos conocimientos, no sería capaz de hacerlo tan eficientemente, se trataba de una curación que incluso su mamá no habría podido hacer.

Además, ni siquiera se encontraba cerca cuando cayó, al igual que Tucker, lo que le dejaba a cierto mitad fantasma que residía con él por el momento, pero era ilógico, eran enemigos jurados desde que se conocieron al saber cual es el secreto del otro, o quizá así lo había intuido él, pero de todas maneras no era posible, ¿o sí? 

Esperen un momento, para ponerle las vendas era necesario quitarle la playera por lo que... ¡Estaba semidesnudo! Su castidad se había ido por el caño, bueno no, pero fue inevitable el sonrojo que ahora cubría sus mejillas al saber que Vlad le había visto en ese estado de vulnerabilidad y peor aun, de debilidad, apenas su espalda tocó la cabecera de la cama, ahogó un nuevo alarido de dolor.

La puerta abriéndose alertó sus sentidos, haciendo que dejara un momento sus cavilaciones y sus quejas para más tarde, observando a Vlad entrar, con una bandeja de madera donde tenía un desayuno delicioso y nutritivo, o al menos delicioso, su estómago una vez más reclamaba sus preciados alimentos haciendo que se avergonzara, se giró en la cama evitando recargar su espalda contra cualquier cosa que pudiera causarle más dolor, sentándose desconfiado y listo para entrar en acción de ser necesario, Vlad era demasiado voluble para su gusto o quizá solo fingía, quien sabe.

—Veo que ya despertaste—dijo de lo más casual, dejando la bandeja a un lado en el buró

— ¿Qué diablos haces en mi cuarto? —se quejó irguiéndose lo más que él dolor le permitía, evitando emitir queja sobre su condición

—Daniel, en verdad creía que eres más listo—cruzó los brazos alzando una ceja, señalando con la mirada el desayuno en el plato, parecía hecho por el mayor

—Me refiero al por qué de todo esto, tu me curaste ¿no? —lo observa asentir—y luego me traes el desayuno a la cama ¿no es eso raro?

—Te vi demasiado herido ayer, no soy tan malo como piensas—se encogió ligeramente de hombros—además, te he visto y apenas desayunas por las mañanas, ya ni siquiera nos encontramos en las demás comidas, solo te veo cuando llegas de cazar fantasmas—lo observó queriendo objetar algo, pero continuó—me encargaron tu bienestar, sí bien no puedo cuidarte como tal, al menos debería cerciorarme que llegues con bien a casa y ser capaz de proporcionarte ayuda cuando lo necesites.

—No es necesario, yo puedo cuidarme solo—exclamó a la defensiva

Una vez más un gruñido proveniente de su estómago se dejó escuchar, quitándole la seriedad a sus palabras que fingía entonar, por que la verdad era que sí necesitaba de él, al menos en esos momentos, solo necesitaba encontrar el equilibrio entre sus vidas y listo.

—Por supuesto Daniel, lo que tú digas....—rodó los ojos mientras se sentaba a la orilla de la cama, sin darle verdadera importancia a las palabras del muchacho— ¿aun duele mucho tu espalda?

—Mmm...—se tragó su orgullo dando un suspiro y entrecerrando los ojos—sí me recargo contra algo duele y sí me mantengo mucho tiempo erguido... también.

—Deberías descansar entonces... ¿me permites? —hizo un ademán con la mano, indicando así si lo podía revisar

Con un asentimiento de cabeza no muy seguro, le indicó que podía hacerlo, el mayor se acercó un poco más revisando visualmente su espada, sin querer tocarlo aunque tuvo que hacerlo, era necesario, palpó la zona haciendo que el más joven se quejara más no se apartó, hizo una mueca.

—Yo te recomendaría no esforzarte demasiado y ponerte este ungüento—sacó lo mencionado de un bolsillo de su elegante traje, poniéndolo a su lado—y qué comas lo que te acabo de traer, te dará energía.

—Lo dices como si los fantasmas no atacaran la ciudad todo el tiempo y por sí no te has dado cuenta, han aparecido por montones los últimos siete días—bufó, llevando las manos hacía sus negros cabellos y tirando de ellos algo desesperado—mi rendimiento ha bajado en la escuela, no puedo hacer mis tareas y duermo en clases por el agotamiento, tal vez si yo supiera como defender la ciudad mejor, sí tuviera nuevas habilidades o mejorara las que ya tengo, yo seguramente podría....—y guardó silencio

Estaba abriéndose con su archienemigo, le estaba contando sobre sus pesares pero es que ya no podía seguir así, necesitaba desahogarse y la única persona ahí presente era él, no podía culparse por eso, su cabeza era una maraña de pensamientos confusos que el agotamiento físico y mental usaba para hacerlo quedar en ridículo. 

En cuanto a Vlad, realmente estaba sorprendido, le estaba exigiendo demasiado al muchacho y sí seguía así, podría hasta matarlo, cosa que no quería por diversas razones, la más importante, por que era hijo de Maddie, ambos suspiraron al mismo tiempo por distintas circunstancias, pero se miraron con extrañeza ante ese gesto algo bizarro, le pasó la bandeja para que comiera, cosa que el joven hizo no muy convencido y mirándolo de reojo por sí cualquier mueca cruzara en el rostro del ajeno, avisándole de algún indicio que le dijera que algo estaba mal, quien ni siquiera supo por que se quedó y mucho menos, del por que al terminar de desayunar, al ver que Danny no podía ponerse el ungüento (después de quitarse las vendas, claro) se ofreció a ayudarle.

Su relación con el muchacho estaba avanzando de una forma que no esperaba en lo más mínimo, quizá ponerlo al límite de sus capacidades estaba funcionando mejor de lo esperado.

Y lo que venía...

Daños colaterales o cómo Vlad obtiene lo que quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora