Capítulo 22 Pequeña Princesa.

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Janine Hawking tenía en su poder una de las memorias de Samara Jones. Muchas teorías empezaron a formarse en la cabeza del detective, pero mientras la teoría indicada aparecía, él sabía que esto se volvía mucho más interesante de lo que ya era.

—¿Karina es la madre de Bell? —preguntó curiosa Janine al ver que el detective no hablaba, ni parpadeaba.

—¿Alguna vez conectaste la memoria? —cuestionó Sherlock, sin dejar de observar el objeto metálico.

—Si, pero pide una contraseña, y como has de suponer no me moleste en adivinarlo —Sherlock alzó su mirada hacía ella—. Estuve a punto de deshacerme de esto, pero tuve un presentimiento, y la guarde. Con esto veo que no estaba equivocada.

Sherlock Holmes observó a Janine. Ella tenía una media sonrisa adornándole su cara y si bien, conocía ese tipo de sonrisas, sabía que no era una buena señal.

—Janine, necesito esa memoria —demandó el detective. Ella arqueó su ceja mientras una de sus manos se acercaba la USB.

—No —respondió con una enorme sonrisa. Tomó la USB y se alzó de la silla, Sherlock le observó con mucho detalle.

—Ya veo —dijo sin dejar de analizarle—. Te estás vengando. Nada mal, pero me gustaría recordarte que eso es evidencia de un asesinato. Así que déjate de tus juegos infantiles y entrégame esa USB, Janine.

—No pienso dártela, Sherlock. No hasta que me pidas perdón.

Por un momento Sherlock miró pasmado a Janine hasta que se alzó de la silla mientras una sorna sonrisa aparecía.

—¿Pedirte perdón? —Cuestionó—. ¿Acaso estás olvidando con quién hablas, Hawking? —volteó a mirarle con aire déspota.

 ¿Acaso estás olvidando con quién hablas, Hawking? —volteó a mirarle con aire déspota

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—No, claro que no lo olvido. Pero si quieres esta USB, tendrás que hacerlo —mencionó apretando su puño frente a su rostro.

—Con eso no me intimidas, Janine. Al contrario, te vez ridícula.

—Pues me vea cómo me vea, no te la daré hasta que me pidas perdón.

En la sala de estar la pequeña miró todo con lujo de detalle. Sherlock y Janine se mataban con las miradas, cada quien torturaba a uno de la peor manera posible.

—No es nada complicado, Sherlock —continuó Janine mientras se cruzaba de brazos—. Solo di: Lo siento Janine por utilizarte.

El detective sonrió irónico. Las probabilidades de que Janine hiciera algo así eran altas, y si bien Sherlock había pensado en sacrificar algunas cosas, con tal de obtener información, lo haría sin dudas, pero no iba a hacer algo tan ridículo como pedir perdón y menos de algo que no sentía culpa alguna. Bell, quien seguía mirado todo el momento con un pánico terrible, se acercó ambos y sintiendo el tiritar de su mandíbula se aventuró a hablar.

—Señorita Janine —Ella y Sherlock le miraron—. ¿Podría dejar de lado sus problemas con Sherlock y darnos esa USB? Necesito que él descubra quien mato a mi mamá.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora