Expediente 1: Samara Jones

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Watson tenía en sus manos aquel archivo llamado "Jones, Samara". Estaba sorprendido ante lo que veía y Mycroft solo sonreía con un increíble cinismo.

—¿Qué diablos...? ¿Cómo diablos lo...? —preguntó asombrado y sin terminar sus frases.

—Ábralo —ordenó. Sin dudarlo John le obedeció y con mucha desesperación abrió el archivo. Sacó demasiadas hojas junto a unas cuantas fotografías, las colocó sobre la mesita y comenzó a extenderlo como un completo demente—. Tranquilo Doctor, los papeles no se irán a ningún lado.

John alzó su mirada, le vio con grato asombro y Mycroft mantenía esa sonrisa y con su maldito descaro, dándose los aires de un ser todopoderoso. Típico en él.

—¿Qué es lo que sabes, Mycroft? —preguntó John al agachar su mirada ante todos los papeles y exploraba cuál tomar primero.

—En cuanto me mencionó el nombre de la pequeña, y que posee la misma cualidad que nos define a Sherlock y a mí, supe que era referente al asesinato de Northampton — Watson tomó una de las fotografías y visualizó a una hermosa mujer de larga cabellera castaña y ojos marrones. Eran similares a los de la pequeña Bell—. Probablemente Sherlock este como loco buscando información en los periódicos o con sus amigos de Scotland Yard, pero, respecto a ello, me temo que no encontrara nada.

—¿Por qué? —escudriñó extrañado al quitar sus ojos de la fotografía y posarlos en Mycroft.

—¡Oh, Doctor Watson! —Exclamó luego tomó su taza de té—. Espero y tenga tiempo para escuchar una pequeña historia.

Mientras tanto en el 221B de Baker Street, Sherlock salía de su habitación y caminó directo al living room

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Mientras tanto en el 221B de Baker Street, Sherlock salía de su habitación y caminó directo al living room. Al arribar y con una enorme sorpresa apreció a la niña quien estaba sentada en el suelo y con un montón de periódicos a su alrededor. Percibiendo la presencia del detective, Bell volteó y lo miró ahí, inmóvil, observando el caos en el que ella se encontraba. Sin nada más que hacer retomó la vista a los periódicos y continúo moviendo las hojas. Sherlock se acercó hacia donde estaba la pequeña y sin dejar de vigilarle.

—Creí que estabas con la señora Hudson —habló de repente. Ella movió la cabeza negando sus palabras—. ¿Qué haces? —cuestionó tan entrometido como molesto.

—Ayudo —respondió y aventó un periódico hacia Sherlock, este se hizo a un lado para esquivarlo y al caer el papel al suelo él suspiró amargamente.

—Tu ayuda sería buena, si dijeras con detalle que fue lo que paso —mencionó molesto, pero ella le ignoró y al darse cuenta, volvió a suspirar con esa amargura y rodó sus ojos.

Sherlock caminó hacia su tan amado sofá y distinguió que en el suelo estaban los archivos que Lestrade le había brindado un par de horas. Un tanto serio, Sherlock se agachó para tomarlos, poder leerlos y buscar más información con respecto al caso.

Teniendo todo en sus manos tomó asiento y en ello sacó del bolso de su pantalón su teléfono móvil. Notó si tenía algún tipo de mensaje, pero no había recibido nada. Algo desesperado marcó el número de John y escuchando el primer tono rápido cortó al buzón de voz. Al escuchar la tan estúpida grabación que tenía, Sherlock dejó el siguiente mensaje.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora