Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al asesino mencionar el nombre de Sherlock Holmes. Gracias a ello, emprende su búsqueda para resolver el homicidio de su madre. Isabelle entra...
—¿Ya un año? —preguntó Sherlock fingiendo curiosidad. Bell cabeceó rápidamente—. ¿Segura que un año?
—¡Si Sherlock! —Exclamó—. Ya se cumplirá un año desde que llegue a Baker Street.
—Imposible —continuó el detective mientras tomaba su violín—, llegaste hace un par de semanas.
La niña frunció el ceño y se cruzó de brazos. Ya no se veía tan contenta como hace unos momentos.
—¡Ya será un año!
—El tiempo no va así de rápido. Llegaste hace unas semanas, estoy muy seguro de ello.
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Bell suspiró mientras tomaba asiento en el sillón de John. Sherlock siguió a la niña con la mirada pero en el fondo lo sabía, pronto Isabelle cumpliría el año viviendo con él en Baker Street y eso también significaba otra cosa: un año sin resolver el caso Jones. El audaz Sherlock Holmes no podía creer que el tiempo fuera tan veloz, ya que, hace unas semanas estaba seguro de tener pistas concretas respecto al caso y se sentía a pocos pasos de resolver quien había matado a Samara, que relación había con los Moran y que tanto se involucraba su hermano en ello, pero, todas esas oportunidades se habían esfumado por nuevas incógnitas. Ahora, ya pronto se cumpliría un año desde que la niña llegó a las puertas del 221B de Baker Street.
—Un año... —susurró.
La pequeña frunció el ceño ante las débiles palabras del detective y este, preocupado por ser escuchado, observó a la niña con esa clásica mirada que le caracterizaba ser un hombre serio y sin paciencia.
—¿Qué pasa? —preguntó la niña.
Sherlock negó y dejó que sus dedos se balancearan en las cuerdas del violín, generando un suave tono.
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Las delicadas notas flotaban por todo el living room y deleitaba, como siempre, los oídos de la niña. Isabelle adoraba cada vez que Sherlock tocaba el violín, era de las mayores cosas que amaba en 221B y él lo sabía. De vez en cuando, el detective se tomaba un tiempo y complacía el silencioso capricho de la niña tocando alguna que otra pieza musical.