Capítulo 16 Criptografía Simétrica

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—¡Señora Hudson! —gritó Isabelle mientras bajaba de un taxi. La señora Hudson estaba fuera del 221B mirando como la pequeña y Sherlock llegaban del hospital.

—¡Bell, Sherlock! Me alegro que llegaran. ¿Cómo están Mary, John y la bebé?

—Están muy bien señora Hudson —respondió emocionada la niña—. ¡La bebé es hermosa!

—¿De verdad Bell? —Preguntó con una gran sonrisa—. ¿Cómo es la bebita?

—Es así de pequeña —respondió, mientras juntaba sus manos. Sherlock se colocó a su lado y la observó—, tiene bien abiertos los ojos; son como los ojos del tío John. Y tiene, tiene el cabello rubio... ¡Señora Hudson, es una bebé hermosa!

—¡Todo un angelito! —exclamó alegre.

—¡Todo un angelito! —exclamó alegre

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La felicidad era inevitable. Bell no paró de parlotear y la señora Hudson la escuchaba muy atenta, en cambio, Sherlock les observaba con una disimulada sonrisa. Al estar dentro de casa, la señora Hudson calmó un poco la felicidad de la niña y miró a Sherlock.

—Querido, anoche que llegué, encontré varias cosas tiradas en los escalones. Las recogí y las deje en tu mesa.

—Gracias señora Hudson —contestó un poco cansado. Se notaba que necesitaba descansar pero era probable que no lo hiciera. Bell dio un enorme bostezo, toda la energía que usó para contarle a la señora Hudson sobre la pequeña Watson se había agotado.

—Sera mejor que vayan a dormir, en sus caras puedo ver la desvelada de anoche.

—Estamos bien... —habló la pequeña para ser interrumpida por un gran bostezo.

—No Bell, no lo están. Váyanse a dormir, recuperen las energías que las necesitarán para más tarde.

Sherlock y Bell miraron con sus ceños fruncidos a la señora Hudson y ella les dio la señal que subieran los escalones. Sin nada más que decir ambos obedecieron y subieron rumbo al apartamento.

Al llegar al living room, Sherlock posó sus ojos sobre la mesa y observó lo que habían sustraído de la antigua casa de Bell. La niña, con su tan natural curiosidad, se acercó a la mesa contemplando todo, hasta que, distinguió algo familiar.

—¿Señor conejo? —se preguntó sorprendida, mientras tomaba su peluche. Momentos después de apreciarlo, movió su cabeza con Sherlock y notó como le examinaba—. ¿Cómo conseguiste al señor conejo?

El detective no respondió. Una delgada sonrisa se dibujó en sus labios y dio la media vuelta para escapar de la maravillada mirada de la pequeña.

 Una delgada sonrisa se dibujó en sus labios y dio la media vuelta para escapar de la maravillada mirada de la pequeña

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora