Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al asesino mencionar el nombre de Sherlock Holmes. Gracias a ello, emprende su búsqueda para resolver el homicidio de su madre. Isabelle entra...
—Creo que te estas volviendo algo paranoico, Sherlock —confesó John, observando a su amigo. El detective se encontraba sentado en su sofá con sus manos juntas y colocadas a su mentón.
—No me estoy volviendo paranoico, John —respondió molesto—. Se lo que vi.
—¿Cómo en Northampton?
Sherlock se extrañó.
—¿Northampton?
—Sí. ¿Recuerdas al niño en la bicicleta? ¿El que quiera un autógrafo?—John alzó sus cejas mientras Sherlock fruncía en ceño—. A eso me refiero.
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—No soy ningún paranoico. Anoche alguien nos seguía, y si nos hubiéramos quedado más tiempo, estoy seguro, que algo nada agradable hubiera pasado.
—O puedes decir que tranquilizante tu culpa llevando a Bell al London Eye, te desesperaste e inventaste una excusa. Cosa que estaría muy mal.
Sherlock suspiró amargamente mientras bajaba sus brazos y observó a John.
—En primera, no tranquilice ninguna culpa. Yo le prometí a la niña en llevarla al London Eye, así que aproveche el momento y cumplí mi promesa. Segunda, no estoy inventando nada, se lo que vi, un hombre en un abrigo caoba y actitud sospechosa, vigilándonos.
John suspiró.
—Sherlock... ¿Sabes? Entiendo que puedas estar estresado...
—¿Estresado? —interrumpió mientras dejaba caer sus manos en los descansabrazos.
—Sí, estresado. Este caso de Bell, los demás casos que llegan por la gente, Scotland Yard, el hecho de Moriarty... Puede que el estrés se te acumulará y es comprensible.
—¿Buscas justificar la paranoia? —cuestionó molesto.
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—Sherlock...
—Paranoia... ¿En serio, John? —Preguntó molesto—. Estoy seguro de lo que vi y de ahora en adelante tendré que cuidarme las espaldas, mejor que antes.
