Capítulo 8

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-¿No puedes darme las jodidas gracias y ya está?- contesta por fin después de unos segundos de incómodo silencio.

¿Darte las gracias? O sí, gracias por perseguirme con el coche a las dos de la mañana como un psicópata.

-Yo no te obligué a venir, estás aquí porque quieres, no te voy a dar las gracias. Además, me estabas persiguiendo con el coche, por tu culpa me metí en aquel callejón.- veo como aprieta sus manos en el volante, todos sus nudillos se vuelven blancos por un momento.

El coche para en seco y él se inclina hacia mí invadiendo todo mi espacio personal. Consigo oler su perfume de aquí, huele bien.

-Escúchame bien, yo no vine aquí a recogerte ni mucho menos, pasaba por aquí y vi como ese borracho te estaba siguiendo y no sé porque puta razón decidí ser bueno y avisarte pero tú te fuiste corriendo como una gilipollas.-empieza a decir casi gritándome en la cara, está enfadado.- Solo estas en mi coche ahora mismo porque una pequeña parte de mí, la parte buena, ha sentido pena en dejarte ahí fuera en el puto frío, así que podrías mostrarte agradecida o solo callarte la puta boca a menos que prefieras irte andando.

Uou, ha conseguido asustarme de verdad, me siento como un perrito arrinconado.

Él sigue cerca mirándome fijamente a los ojos. Yo no contesto, lo último que quiero es ir andando.

Él relaja el gesto y se pone otra vez como antes. El coche arranca y ninguno de los dos dice una palabra hasta llegar a nuestro edificio.

Él aparca y los dos subimos al ascensor.

- Gracias.-digo por fin casi susurrando. Me cuesta admitir que este gilipollas tenía razón.

- Me debes una.-dice y salimos del ascensor en dirección a nuestros respectivos apartamentos.

Yo solo giro los ojos y abro la puerta para entrar a mi apartamento. Él hace lo mismo.

- Adiós Scott-digo mirando como pelea con las llaves para abrir su puerta.

-Miller- contesta ingresando en su apartamento.

Las chicas están dormidas, como yo previa. Ingreso en mi habitación y me dejo caer en la cama sin ni siquiera descalzarme me quedo dormida en el acto.

Empieza a hacer calor, creo que incluso estoy sudando. La luz del día entra por la ventana y cuando me voy a mover descubro dos cuerpos pesados a mi lado, con las piernas encima de mí y rodeándome con los brazos. Kelly y Naomi.

Me intento mover pero ellas me tienen atrapada con sus piernas.

- Buenos días bella durmiente.-dice Kelly apartándose de mí cuando me ve despierta.

- ¿Qué hacéis en mi cama?-pregunto con la voz grave.

- No, soy yo la que haré preguntas aquí.-dice Naomi quien estaba haciéndose la dormida a mi otro lado.- Ayer llegaste a casa bien tarde, ¿Nos vas a decir con quién estabas?.

Mierda. Ellas no pueden saber lo de ayer. Si se lo cuento, tendré que hablarlas del escondite, sí, así lo llamo yo.

- Estaba con Kenai.-digo con toda la naturalidad del mundo y hundiendo la cara en mi almohada. Odio las mentiras, pero es cuestión de vida o muerte.

Las dos sueltan una sonora carcajada mientras se levantan de mi cama y se van de mi habitación.

- ¡Lo sabía! Me debes una cena.-dice Kelly a Naomi la cual pone los ojos en blanco.

Me levanto y voy directa a la ducha. Me visto y me seco el pelo. Hoy iré a comer a casa de mis padres, por ver a Maggie más que nada.

Salgo de mi apartamento y miro a la puerta de Dylan. ¿Qué hacia él a las dos de mañana en aquella parte de la ciudad? Este chico es todo un misterio.

The Last StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora