Esta es una historia que comencé como parodia y es una, de hecho.
La empecé porque desde hace un tiempo que no me divierto demasiado al escribir, así que quise hacer algo tonto, sin mucha profundidad.
Esta historia la pueden encontrar en ao3 pero en inglés al igual que en tumblr.
Mucho, mucho tiempo atrás, humanos y dragones convivían juntos. Nadie sabía con exactitud de dónde provenían dichos animales. Algunos mencionaban que eran regalos de los mismísimos dioses . Otros que ya existían mucho antes de que la humanidad apareciera.
La gente solía dar regalos a los dragones de vez en cuando para que los mismos los protegieran de los malos espíritus y por un largo tiempo, aquel intercambió funcionó.
En aquel reino en particular, existían cuatro dragones. Dos de gran tamaño y otros dos más pequeños pero igual de feroces. Mientras que unos eran más amistosos que otros, los cuatro no dudaban en ayudar a la gente en caso de necesidad.
Un enorme dragón de escamas escarlatas vivía en el sur del reino. Era uno de los más gentiles de entre su especie, pese a su apariencia casi demoníaca. Dos cuernos a los lados de la cabeza y unos ojos azules imponentes caracterizaban su rostro. Cada vez que hacía una aparición, era imposible que pasara desapercibido y al animal le agradaba tener esa atención.
Su compañero era de un color azul marino de menor tamaño. Tenía una pequeña cruz cerca de uno de sus cuernos y constantemente insistía al dragón más grande para que se apartara de los humanos, pues tenía el gran temor de que algo le sucediera. Este animal, además, se decía que tenía poderes mágicos.
Los pobladores de aquella región solían rezar e invocar al dragón rojo en momento de crisis y eran escasas las ocasiones en las que éste ignoraba su petición.
Mientras tanto, en el norte dominaba un dragón de color dorado. Algunos pobladores incluso decían que el animal estaba hecho de oro. Aunque su carácter era casi contrario al del dragón rojo, éste también acudía a la ayuda de quien fuera que lo necesitara.
Su acompañante era un pequeño dragón de color celeste. Solía acompañar al otro en sus incursiones, aunque a una distancia prudencial pues sentía el mismo temor que el compañero del dragón rojo.
Las leyendas antiguas también decían que dichos animales traían prosperidad y fertilidad a las tierras, por los que las personas no dudaban en realizar sacrificios en honor a los animales. Aquellos festivales solían durar días y días, antes de comenzar la cosecha, con el objetivo de que los dragones se acordaran de ellos.
Sin embargo, un día un hechicero negro hizo su aparición. Con el uso de su magia, convenció a los dos líderes del reino que si llegaban a matar a los dos dragones dominantes, ellos se convertirían en semi-dioses y que la abundancia sería aún mayor de la que ya disfrutaban.
De ese modo, ejércitos se formaron y la armonía se había roto para siempre, sin que ninguno de los dragones realmente sospechara de lo que estaba ocurriendo.
El hechicero negro aprovechó la buena voluntad de los animales y con el empleo de magia y de las armas de los hombres, consiguió atrapar a los dos dragones más grandes. Los mismos no intentaron escapar en aquel momento pues pensaron que se trataba de un gran malentendido.
Los dos más pequeños escaparon por un pelo. Ambos buscaron la manera de rescatar al rojo y al dorado sin mucho éxito.
Los animales atrapados intentaron negociar su escape. Estaban confundidos por la situación pues nunca habían dañado a ningún ser humano. ¿Qué podrían querer aquellas extrañas personas de ellos que no pudieran brindarles por las buenas?
Pero al hechicero no le interesaba en lo absoluto lo que aquellos animales tenían qué decir. Quería matarlos para poder usar sus escamas y sangre.
Ninguno de los dragones realmente quería luchar contra los humanos. Podían derrotarlos con facilidad y matarlos a todos. Pero el resultado sería fatal y ninguno podría volver a salir de las cuevas donde habitaban la mayoría del tiempo.
Al percatarse de que su destino estaba sellado, ambos dragones pidieron que las vidas de los otros dos dragones más pequeños fueran perdonadas.
El dragón dorado miró hacia al cielo, esperando no ver la figura de su compañero. Él no tenía la forma de abrir sus alas o de mover su cola en aquella jaula en la cual se encontraba atrapado.
—Si nos matas, traerás la devastación a estas tierras —El animal advirtió a la masa de gente que estaban ahí para presenciar la ejecución de los dragones.
Pero nadie escuchó aquella amenaza. Estaban convencidos de lo que estaban haciendo era para el bienestar general.
Como sólo existía un tipo de metal muy raro que podía matar a los dragones, el hechicero optó por lo siguiente... Matar al fuego con fuego.
El dragón azul quiso intervenir pero los rugidos del rojo le impidió que se acercara. Quería desobedecer por completo sus órdenes, pero era algo que no estaba en su naturaleza.
El rojo no quería que su compañero de toda la vida sufriera el mismo destino que él, por lo que sus rugidos fueron aún más fuertes para escarmentarlo.
—¡Prométeme que me esperarás! —Se escuchó decir a una potente voz:—¡Y que pase lo que pase, no vas a matar a nadie! —Los gritos del animal eran cada vez más fuerte conforme el fuego comenzaba a devorar su piel.
—¡Esperaré hasta la eternidad! —El dragón azul no quería apartarse y al mismo tiempo, no podía ver el macabro espectáculo que estaba siendo llevado a cabo.
Al mismo tiempo, el otro dragón dorado veía a su compañero a punto de perder la compostura. Sabía que no podía desperdiciar lo que le quedaba de vida y no quería el otro hiciera una estupidez que podría costarle todo.
—Vete. Vete ya —Le suplicó:—Volveré algún día pero tú tienes que irte ahora —Comenzaba a sofocarse y el olor a las escamas chamuscadas ya podía sentirse.
—¡No puedo permitir esto! —El otro dragón estaba impacientándose. Sin embargo, al contemplar al otro, no podía simplemente dejar de escucharle. Alzó vuelo y empezó a escupir fuego a todas direcciones, procurando que las llamas no fueran al suelo.
—Regresaré —le prometió antes de desviar su mirada.
Al notar que las llamas los estaban consumiendo lentamente, los dos animales enjaulados decidieron hacer tanto barbullo como les fuera posible. La humanidad los había traicionado, por lo que al menos iban a dejar su huella en la historia de todos los que se encontraban presentes.
Tiempo después, tal y como el dragón dorado había mencionado, la devastación y el sufrimiento cayó sobre los pobladores de aquel reino. Los cultivos se echaron a perder y la hambruna dejó miles de víctimas a su paso.
Los dos líderes murieron en combate sin poder ver su sueño hecho realidad y el hechicero simplemente desapareció.
Se dice además de que durante años y años después de la matanza de aquellos dragones, se podía escuchar un lamento triste que provenían de las montañas aledañas. A veces, bolas de fuego se podían ver en el cielo sin saber realmente su causa.
Magnus recordó aquella leyenda al verse frente a frente a aquella enorme bestia que parecía ansiosa por devorarlo.
—¿Y ahora qué? —le preguntó Berwald, su compañero de aventura.
—Bueno, ahora esperemos que no tenga demasiado apetito —murmuró nervioso sin apartar la mirada del animal.
Los capítulos van a ser cortos porque quiero terminar esta historia este año. Una meta loca, i know. (?)
¡Gracias por leer!
YOU ARE READING
El dragón y yo [DenNor/SuFin]
Fanfiction[PARODIA] [FANTASÍA MEDIEVAL] Magnus y Berwald son dos jóvenes que buscan la aventura de su vida. Por supuesto, hasta que se encontraron cara a cara frente a un dragón. Pero el destino les deparaba algo más que un simple encuentro. Créditos de la p...