Capítulo XI

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Luego de disfrutar del desayuno, nuestros aventureros se pusieron en camino. Magnus intentó vanamente en sonsacarle información a Sigurd, quien se rehusaba a decirle hacia dónde se estaban yendo. El explorador percibió una especie de temor en el dragón, pero prefirió no decir algo al respecto.

—Vamos, Sigurd. ¿Por qué no me dices a dónde nos estamos yendo? ¿A la cueva dónde hay muchos tesoros? —insistió Magnus, a quien le molestaba el secretismo con el que se manejaba el dragón.

Pero Sigurd no respondió. Temía que, de revelarle lo que iba a pasar a continuación, Magnus decidiera largarse. De por sí, ya estaba nervioso por lo que podría ocurrir. Todo era una simple corazonada. De vez en cuando, observaba a Magnus, pero continuaba manteniéndose en silencio. Se sentía bastante culpable, para ser sincero, pero debía mantenerse fuerte.

Esperaba que Tino hiciera lo mismo.

Como Magnus comenzó a aburrirse, decidió que era el mejor momento para ponerse a cantar ruidosamente, para intentar obtener una respuesta de Sigurd.

—Quizás me estás llevando al infierno mismo y por eso no me estás diciendo que te traes entre manos —Magnus bromeó, aunque al mismo tiempo estaba buscando una reacción del dragón.

Pero todo lo que consiguió fue una mirada asesina por parte de Sigurd.

Sin embargo, pese a su buen humor, Magnus comenzó a sentirse mal. Un fuerte dolor de cabeza le atacó y tuvo que detenerse repentinamente.

Dos alas rojas y fuego. Se escuchaban gritos por todas partes. Pudo ver a un par de dragones que volaban en circulos, pero no era capaz de moverse por más que lo intentara. Hacía muchísimo calor. Tanto que sentía que sus escamas se estaban derritiendo. Y el dolor era espantoso.

Sigurd se dio la vuelta de inmediato al no escuchar las pisadas de Magnus detrás de él. Se aproximó y le abrazó por la altura de la cintura, para que pudieran continuar con su camino.

—¿No crees que hace mucho calor, Sigurd? —Magnus inquirió. Se sentía como si estuviera atrapado en el Averno.

El dragón comenzaba a tener sus dudas. ¿Sería capaz de hacerle esto a un humano que sólo había sido amigable con él? Negó con la cabeza. Esto era por el bien de los cuatro, se dijo.

Había alguien más con él en aquella estrecha jaula. Otro dragón, quizás. El olor a escalas chamuscadas penetraba sus orificios nasales y empezaba a desesperarse. Necesitaba salir de ahí cuanto antes, pero le era imposible moverse. El fuego seguía devorando su piel. Dolía muchísimo.

—Siento que me estoy quemando, mierda —Magnus se apartó de Sigurd y arrojó su camisa hacia un lado. Miró sus brazos y estaban perfectamente bien. ¿Por qué, entonces, sentía como si estuviera siendo devorado por las llamas?

Sigurd pudo observar que el enorme tatuaje de la espalda de Magnus estaba brillando cada vez más. El escudo se había vuelto de un rojo sangre. La inscripción podía leerse perfectamente: "Llévame al lugar de mis orígenes y volveré a emerger una vez más"

—Sé que duele —Sigurd se acercó nuevamente a Magnus, quien estaba acurrucado cerca de un árbol:—Mírame, por favor —Se acuclilló frente a él y le agarró de las manos. Todo esto era su culpa. Lo mínimo que podía hacer era intentar aliviarle el dolor.

Magnus no conseguía comprender lo que ocurría. Sentía que estaba comenzando a recordar un evento que había ocurrido mucho, mucho tiempo atrás. Levantó la mirada y se apoyó en el hombro del otro. El dolor era insostenible.

—Estuve esperando por este momento desde hace siglos —Sigurd le susurró. No estaba seguro si Magnus le estaba prestando atención, pero valía la pena intentarlo:—Lo siento. No pensé que te traería tanto dolor. Ya vamos a llegar, Magnus. Lo importante es que ya estás despertando —murmuró.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now