Capítulo VI

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Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

VI

Sigurd estaba intrigado. ¿Cómo era posible que un ser viviente pudiera ser tan fascinante e irritante al mismo tiempo? Estaba a punto de caerse al suelo ya que Magnus estaba usando casi toda la cama para sí mismo.

—¿Podrías dejarme dormir? —Sigurd le rogó pero Magnus estaba profundamente dormido.

Sus ronquidos también le estaban poniendo nervioso.

—Cuando vivía en la cueva, no tenía que lidiar con esto —murmuró para sí mismo.

Pero no iba a permitir que Magnus se saliera con la suya. Esa cama debía ser compartida así que Sigurd empujó al explorador de tal manera que éste cayó al suelo.

—¿Qué demonios? —Magnus sacudió la cabeza y miró por todas partes antes de encontrarse con la mirada del dragón.

—Estás usando toda la cama así que te di una pequeña lección —Sigurd ni siquiera se molestó en disimular lo que había hecho. La cara roja del muchacho le causó cierta gracia.

Magnus se rascó la nuca. Se preguntaba si Berwald estaba teniendo la misma suerte o simplemente le había tocado el dragón malhumorado.

—¿Acaso todos los dragones son así de resentidos? —Sacudió la cabeza y regresó a la cama.

Sigurd estuvo a punto de explicar que había conocido a un par de dragones que no eran así, pero aquello era una herida abierta y no quería hablar de algo tan íntimo con Magnus.

—¿Realmente quieres ver cuáles son mis límites? —Sigurd estaba jugando nada más pero quería ver si podía asustarlo. De esa manera, quizás sería un poco más respetuoso.

Pero en lugar de mostrar miedo, Magnus se recostó y le dio la espalda.

—No en este momento. ¡Tal vez en la mañana! —exclamó antes de bostezar. Francamente ni siquiera había entendido la pregunta del otro.

—Espero que estés preparado —Sigurd hizo un ligero puchero. Estaba decepcionado con la reacción de su compañero.

Al cabo de un rato, Sigurd se puso de pie y miró por la ventana. Contempló el cielo con la esperanza de ver lo que tanto tiempo había estado esperando. Aunque, de todas maneras, sabía que eso no iba a suceder. Ni esa noche, ni la siguiente.

Se dio la vuelta y sus ojos se posaron sobre la espalda desnuda de Magnus. Ahí fue cuando se percató del extraño tatuaje y en tan solo un instante, ya estaba sentado sobre la cama, acariciando aquella zona del cuerpo del otro. Las palabras estaban en un idioma que ya se había extinguido mucho tiempo atrás.

—Oye, ¿dónde te hiciste esto? —Sigurd no dejaba de contemplar el escudo rojo que se hallaba allí. Era de un rojo que casi irritaba a la vista. No le importaba demasiado que el otro estaba intentando descansar.

—No lo sé. ¿Acaso importa? —preguntó con desgano el otro. Estaba tan agotado que le daba igual que Sigurd le estuviera tocando de esa manera.

—Sí, sí importa —Sigurd no daba crédito a lo que estaba viendo. No había manera de que Magnus pudiera saber lo que estaba inscripto sobre su espalda. Era muy fascinante.

—¿Podemos discutirlo en la mañana? —le sugirió éste. Realmente estaba demasiado agotado como para mantener una conversación en aquel momento.

Sigurd decidió callarse. Por el tono de voz del otro, se dio cuenta de que estaba molestando. Dejó de tocarle, se recostó e intentó dormir. Aunque ese tatuaje no salía de su cabeza. Debía hablar con Tino cuanto antes.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now