Capítulo IX

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Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

El vuelo fue extremadamente incómodo tanto para dragones como para los dos humanos.

Para sorpresa de Magnus y Berwald, los dragones comenzaron a separarse lentamente. El primero se dio cuenta que repentinamente existía una gran distancia entre él y su amigo, lo cual le alarmó.

—¡Oye! ¿Qué se supone qué está pasando? —preguntó a los gritos, mientras que se aferraba a las escamas de la espalda del animal.

Sin embargo, Sigurd no le respondió.

Magnus, entonces, pensó en preguntárselo a Tino. No obstante, a esas alturas, Tino y Berwald estaban a una distancia mucho mayor y estaba seguro de que Tino no iba a poder escucharle. El hombre estaba desconcertado. ¿Acaso les habían tendido una trampa?

No le quedó de otra más que esperar hasta que aterrizaran.

—Aférrate a mi cuello con fuerza —Le pidió la criatura mientras que lentamente ya iba descendiendo.

—¡Ahora sí me hablas! —Magnus se quejó pero hizo caso al dragón y se sujetó del mismo.

El aterrizaje fue bastante duro, lo suficiente como para que Magnus creyese que en cualquier momento iba a caerse de la espalda del otro. Cuando el dragón finalmente se detuvo, el muchacho se quedó un largo rato ahí, tratando de olvidar el susto que acababa de tener.

—Ya te puedes bajar —Sigurd le indicó mientras que se acostaba al suelo, aguardando que el explorador pisara tierra.

Magnus salió corriendo y se aferró a un árbol por unos cuantos minutos. No le había desagradado del todo el vuelo, pero agradecía finalmente poder pisar tierra firme.

Sigurd aprovechó la oportunidad para transformarse nuevamente en humano. Una enorme polvareda surgió y Magnus comenzó a toser. El dragón, en cambio, parecía impasible.

—No fue tan malo —dijo al rato. Por lo general, solía volar a mayor velocidad y a mayor altura, pero había sido o al menos, tratado de ser considerado con el humano e intentó que fuera lo más seguro para éste.

—¡Trataste de hacer un giro de 360 grados conmigo en tu espalda! —le reclamó Magnus, quien seguía lívido.

—Te agarré cuando te caíste, estás haciendo un gran escándalo por nada —Sigurd le restó importancia y se acercó al explorador.

Si no fuera porque seguía algo nervioso, Magnus hubiera sido capaz de contemplar el cuerpo desnudo de Sigurd. Aunque no era precisamente musculoso, era una buena forma de recrear la vista. Su piel era tan blanca como el mármol y no había un solo pelo que la invadiera. En otro momento, hubiese creído que era perfecto.

Magnus se dio cuenta pronto de que estaban solos. Si bien había visto que Tino y Berwald se habían alejado, pensó que tal vez iban a aterrizar cerca de ahí. Sin embargo, todo lo que podía escuchar era el sonido de los bichos y de algunas aves.

—¿Dónde están Berwald y Tino? No me respondiste hace rato del porqué se estaban alejando —Magnus recordó de pronto la razón por la cual había comenzado a preocuparse.

—Dame mi ropa de vuelta y te lo explicaré —Sigurd no planeaba decírselo todo. Sólo lo suficiente para que se calmara. Por el momento, necesitaba vestirse. A diferencia de su cuerpo de dragón, el cual no necesitaba nada para calentarse, el cuerpo humano necesitaba cubrirse. No se había dado cuenta hasta ese momento del frío que hacía en aquella región.

—Cierto, cierto —Magnus puso su morral sobre el suelo y después de buscar por un par de minutos, le entregó su ropa al dragón.

El explorador dio un par de pasos por ahí, mientras que aguardaba que Sigurd estuviera listo. Dejó escapar un largo suspiro. Era la primera vez que se separaba así de su mejor amigo en mucho tiempo. Quizás se estaba preocupando demasiado.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now