Capítulo III

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Todos los personajes pertenecen a Hidekaz Himaruya, sin ánimos de lucro.

Berwald creyó que se había librado de una buena muy fácilmente. Se relajó y respiró profundamente.

—Que se joda —dijo aunque en realidad estaba preocupado por su compañero de viajes. Se secó el sudor de la frente y cerró los ojos un momento para descansar.

—¿Qué se joda quién? —preguntó una voz altiva.

—Magnus —contestó el explorador como si nada y luego recordó que se suponía que debía encontrarse solo.

—¿Por qué? ¿Qué hizo? —Continuó cuestionando la curiosa criatura que no dejaba de contemplar al muchacho.

Berwald abrió los ojos y su rostro palideció en el instante en el que se percató de que había otro dragón frente a él. Uno más amigable que el otro, pero seguía siendo un feroz animal que podía devorarlo en cualquier momento.

—Él... —El explorador creyó que su momento había llegado. Estaba a punto de morir y ni siquiera había conseguido tener un romance de novelas como siempre había soñado.

El dragón era un color celeste como el cielo y Berwald se dio cuenta de que el animal intentaba, al menos, de sonreír. ¿Acaso los dragones eran capaces de hacer tal cosa?

Por su parte, el animal estaba sumamente entretenido.

—¿Qué? —El dragón no entendía porqué el humano estaba tan pálido.

—Eres un dragón —Se limitó a balbucir Berwald mientras que trataba de buscar un modo de escaparse de allí.

—¿Y? Tú estabas en una cueva con otro dragón y sobreviviste —le dijo el animal, que movía su cola de un lado para otro, arrastrando todo lo que había su paso.

Berwald tenía que pensar en la manera de salir de aquella situación. Debía existir un modo de hacerlo.

—Ese dragón me dejó salir y espero que tú hagas lo mismo —No le quedaba de otra más que ser sincero. Volvió a secarse el sudor, no estaba seguro si era por el nerviosismo o si era el calor asfixiante del ambiente.

Sin embargo, la criatura negó con la cabeza.

—Todos vienen a visitar a Sigurd, pero nadie viene a verme —Se quejó el animal:—¿Sabes lo aburrido qué es? ¡Todos quieren ver a Sigurd, pero nadie me visita a mí! —añadió con tristeza.

—Es que según las indicaciones que tenía Magnus, hay un sólo dragón en esta área —le explicó Berwal, pero pronto se dio cuenta de que el animal apenas le estaba escuchando.

—¿Qué es lo que tengo qué hacer para que me hagan caso? —El animal preguntó al humano.

—Bueno, yo te estoy prestando atención —Berwald acababa de cometer un craso error sin percatarse de ello.

El animal lo miró perplejo y asintió. Movió su cola de forma más animada, arrastrando inclusive algunos árboles a su paso.

—¡Eres un buen humano! —exclamó al cabo de unos instantes. Pronto su atención se enfocó en la espada que tenía Berwald:—¿Sabes que esas armas no funcionan con nosotros? Debes tener mucha suerte si un dragón te muestra su panza. Aunque los pinchazos que recibimos de ellas tampoco son muy cómodas —comentó como si nada.

—No creo que deberías decir la forma en qué alguien puede matarte —Berwald le recomendó. La criatura le resultaba cada vez más fascinante y menos aterradora.

—¡Ups! —El animal estaba tan animado por conversar con alguien después de tantos años de soledad, que no se había percatado de que estaba hablando por de más.

El dragón y yo [DenNor/SuFin]Where stories live. Discover now